Vaya por delante que sé que no sirve de mucho escribir sobre el tema en un pequeño blog como este y que hay personas que lo harán mil veces mejor, pero permitidme el desahogo, y perdonadme el enfado y la frustración.
Ayer ocurrió uno de los hechos más viles que pueden suceder en una sociedad civilizada, no ha sido la primera vez y mucho me temo, (y ojalá me tuviera que tragar estas palabras) que no será la última.
En Argentina (y podría haber sido en cualquier parte) tres sujetos violaron, empalaron y mataron a una chica de dieciséis años. Así de crudo, así de obsceno y así de real. Dieciséis años.
Tengo amigas en ese país y algunas de ellas no distan mucho de esa edad, solo pensarlo hace que se me ponga el vello de punta. No es necesario conocer a la víctima para sentir la repulsa, pero por un momento piensa que es tu hermana, tu amiga, tu prima, tu mujer... hoy habrá otra chica de dieciséis años que no podrá mirar con complicidad a su amiga cuando haga alguna tontería. Habrá una hermana, un padre, una madre, una familia, que echará en falta a su niña, y solo le quedará el dolor, la frustración, y la ira. Pienso en cuando tenía esa edad y en lo que ha pasado desde entonces, esa cría, no tendrá la oportunidad de experimentar nada más, a esa edad aún apenas has vivido, y hay tres desalmados que se creyeron con derecho a acabar con todo eso. Con su vida. Así, sin más, porque podían, porque eran tres y se sentían valientes y despreciaron a una mujer, porque... ni tan siquiera sé qué pensaron para llegar a hacer tal aberración. Solo sé qué no pensaron. No pensaron que ella mereciera nada, que no era nadie, que podían hacer lo que les apeteciera.
Aún hoy existen "hombres" que se creen con derechos sobre las mujeres, solo por ser eso... mujeres. Caminar por la calle y tener que ir en tensión porque ha oscurecido, aligerar el paso cuando te cruzas con depende qué personas, esa inquietud que nos embarga a todas y que ellos nunca entenderán. No digo que todos los hombres sean así (ojo, ni mucho menos) pero sí que todas las mujeres saben de qué estoy escribiendo, todas pasamos por cosas así durante nuestra vida, y algunas, como ella, no lo cuentan.
Como dije al principio, sé que no servirá de nada y sé que yo no lo puedo cambiar escribiendo aquí, pero qué menos que mostrar mi asco ante lo ocurrido y mi miedo a que las nuevas generaciones sigan sufriendo lo que sufría la generación de mi abuela. Una sociedad llena de avances técnicos, globalizada, y tan carente de avances en la educación social, el respeto y la igualdad.
Ojalá que esa niña argentina, que ayer comía tomates cherry, de pie en su silla puesto que aún no llega a la mesa, mañana, cuando tenga dieciséis años, pueda vestir como quiera, no tenga que escuchar groserías cuando camina sola por la calle y sobre todo que "pueda cumplir diecisiete años".
Hasta la próxima desconexión