Estaba sucediendo de nuevo. No lograba acostumbrarse a ese
espeluznante dolor. El ojo izquierdo volvía a picarle, pero sabía que rascarlo
no marcaría ninguna diferencia. La hinchazón vendría más tarde y por último la
visión borrosa, ya lo sentía latir.
Le ocurría desde que era niño, siempre igual. Al principio pensó que
se estaba volviendo loco, luego tuvo la certeza de que se volvería loco. Al
final deseó estarlo.
La primera “visión”, como las llamaba, fue a los diez años y le dejó
muy claro a qué se debía aquel dolor. Estaba en la terraza de un bar comiendo
con sus padres cuando el picor comenzó. Los síntomas siempre fueron los mismos,
en todos estos años no habían variado, era lo único que le daba algo de
estabilidad a todo aquello. A la escena que se desarrolló frente a él le habían
robado los colores, como a esas películas que tanto le gustaban a su abuelo. Por lo demás todo parecía normal, cotidiano.
Vio cómo aquel niño pateó al perro callejero hacia la calzada y tras
un breve quejido el coche pasó por encima de su enclenque cuerpo. Ya no volvió
a gemir, sus ojos quedaron mirando al infinito para no volver. Enmudeció ante
tal crueldad. Sin saber por qué el dolor del ojo remitió y el color retornó. Parpadeó y el perro no estaba allí. Seguía
en la acera, moviendo la cola ante aquel niño; feliz de recibir su atención.
Pocos minutos después, cuando ya no quedaba rastro de esa extraña visión, la
escena, ahora a todo color, sucedió ante sus prevenidos ojos, paso a paso, tal como
ya lo había visto.
Tras el atropello, los ojos del perro no miraban al infinito sino a
él, con una mirada acusadora y triste, que le reclamaba que no hubiera evitado
aquel destino. Esos ojos le persiguieron en sueños durante mucho tiempo, pero
ahora estaban enterrados bajo cientos de recuerdos parecidos, escenas macabras
que empequeñecían aquel antiguo suceso. Algunos ocurrían nada más despertar,
otros sucedían horas más tarde, pero todas las visiones se cumplían a menos que
él tomara parte.
Odiaba aquella maldición, le había costado palizas en el colegio,
tratamiento psiquiátrico con esas pastillas que le quemaban la sangre, y alguna
que otra relación.
Cada vez que había intentado evitar alguna de esas escenas acababa en
el hospital, una fuerza extraña se cobraba sobre su cuerpo la maldad que había
evitado; a veces en forma de accidentes, robos con violencia, asaltos… pero nunca nada tan
grave como para matarlo. Parecía que esa “maldad” disfrutaba de su particular
espectador y no quería perderlo.
Tanto pasó que decidió ignorar las visiones, y a duras penas había
sobrevivido. Escuchaba música cuya letra no entendía, la televisión solo
sintonizaba los canales infantiles y no leía otra cosa que no fuera literatura
juvenil; desconectar de la realidad era lo único que lo aliviaba.
Pero aquella vez fue diferente. Ya entrada la noche, mientras hablaba
con el último cliente del día, en la tienda de herramientas en la que trabajaba
desde hace un año, el dolor renació. Todas sus alarmas internas se encendieron,
intentó preparar la mente para lo que se avecinaba, nunca era agradable, pero
aquella vez fue la peor.
En blanco y negro, cuando sus ojos se fijaron en el hombre que
había en la acera de enfrente, su estómago se contrajo:
La agarró por el pelo antes de que pudiera abrir la puerta del
coche y le tapó la boca con un trapo mientras le susurraba que no se
resistiera. Ella se derrumbó en sus brazos. Él abrió la puerta del coche y la
recostó en el asiento de atrás, luego condujo hasta un lugar apartado, parecía
un almacén- todo transcurría como en una película, como siempre, y esa
vez, conociendo los horrores que podía cometer el ser humano, no quería
verlo-. Aquel hombre la sacó del coche, entró en el almacén y la tumbó en una colchoneta sucia y
desgastada- quería cerrar los ojos, pero aquello no impediría que las
tortuosas imágenes se formaran en su cabeza-. Tras dejarla desnuda vació en
su cuerpo inmóvil toda su ansia y asco- poco le importaba que ella no se
moviera- sus acometidas se hacían más fuertes mientras llegaba al orgasmo.
Se derrumbó sobre ella y le lamió la cara hasta que no quedó un solo resquicio
de piel. Se levantó y se subió los pantalones- supo que aquello no había
acabado- Se acercó a una mesa del almacén y allí estaba la sierra último
modelo- él vendía esa marca, podía haber sido él quien se la hubiera
vendido, jamás recordaba la cara de un cliente. Apoyó
la sierra contra una de las piernas de la chica y la encendió- incluso en
blanco y negro- la sangre salpicaba todo salvajemente, la colchoneta, la
ropa y el cuerpo de aquella bestia- y su mente atrapada en aquel lugar-. Ella
se despertó gritando como jamás había oído gritar a un ser humano, pero sólo
duró unos segundos, porque tras aquel grito su cuerpo decidió que no podía
soportarlo más y volvió a rendirse. Él parecía decepcionado por su desmayo, por
lo que sujetó sus ojos con cinta adhesiva, para que pudiera verle, y troceó su
cuerpo, con ese rictus dolido, como un trámite molesto que quería acabar
pronto. Tras meter las partes en distintas bolsas de plástico los colores
fueron retornando poco a poco- pero la forzada mirada de ella seguía fija
en su cabeza.
Al volver a la realidad solo habían pasado unos
segundos, pero para él fueron horas de tormento. Aún podía ver a aquel hombre
en la acera, esperando. Cuando aquella aberración humana se movió, su cuerpo,
por reflejo, también lo hizo; se levantó y dejó allí al cliente. Pero no fue
hacia la puerta, ni se planteó enfrentarle, sino que cruzó la tienda en
dirección al baño. Allí se encerró. Miró su rostro reflejado en el espejo y
sacando el bolígrafo de empresa del bolsillo de la camisa, se lo clavó en el
ojo izquierdo hasta que perdió el conocimiento, rezando para que aquello lo
matara o al menos acabara con su mal.
**
En la ambulancia, cuando abrió su único ojo, el rostro de la enfermera
que le preguntó cómo se encontraba era el de la mujer que debía ser
descuartizada. Aquella vez el precio a pagar por su intervención había sido
realmente alto.
Cuando iba a contestar notó el consabido picor allí donde ahora, sólo
había un hueco.
¡Hasta la próxima desconexión!
2 comentarios:
Conectado...
Chapeau !!! Y es que no sé que decir ante el alarde de imaginación y forma de conducir la historia. Leída en blanco y negro se puede palpar todo el color del alma del personaje en cuestión. Me temo que cuando me pique un ojo deba reflexionar acerca de lo que estoy viendo...
· un beso, siempre conectado
· CR · & · LMA ·
Ñoco: Empiezo a creer que sólo escribo para poder leer tus comentarios. Me das mucho ánimo. El relato surgió de una gran jaqueca.
Un beso.
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