―Ven
siéntate aquí. No seas así.
―No
puedo entenderte.
―Qué
quieres entender. Qué quieres que haga. Ya es suficiente, debes aceptarlo.
―No.
¡No, joder, no! ¿Qué quieres que acepte? No puedo y no quiero. No lo haré.
―No
ganas nada así, por favor siéntate en la cama conmigo, quiero tenerte cerca.
―Es
que no es normal.
―¿El
qué?
―Ha
pasado algo y no quieres decírmelo. Lo sé. Si no, ¿por qué esta actitud sumisa?
No me mires como si estuviera loco mientras te veo menguar en esa estrecha y
horrible cama, me dan ganas de llorar.
―Eso
no me ayuda.
―¡Quiero
llorar y quiero gritar hasta que se me agote cada músculo del cuerpo, hasta que
mi cerebro no sea capaz ni de saber dónde estoy o hasta que toda esta rabia me
salga del pecho! Ojalá pudiera echar el tiempo atrás.
―¿Para
qué? ¿Harías algo diferente?
―Para
empezar no haría como que no pasaba nada cuando descubrimos que te habías
contagiado. Patalearía, insultaría y no fingiría ser más fuerte que la muerte.
No volvería a menospreciarla.
―Ya
es tarde para enfadarse y gritar.
―Pues
no. No. No quiero que te des por vencido, podemos seguir probando con los antirretrovirales…
No dejaré que te rindas, ¿me oyes?
>>Al
menos deberías estar enfadado, decepcionado o… ¡indignado! No sé. ¿No crees que
esto es injusto? Es que no te preguntas por qué tienes que ser tú. A mí me ahoga
todo el llanto que no he podido derramar en este año y tú me miras desde esa apatía
que no puedo comprender. Sí, esa. No me mires así.
>>“Llorar es estúpido” “Enfadarse no es la
solución”… y todas esas grandes frases que te has aprendido y que parecen
sacadas de un libro de autoayuda. Dime, ¿de dónde salen? ¿Hay un libro de
“Autoayuda para morir” o “Resígnate a una buena muerte”?
―Deja
de decir tonterías y tranquilízate. Aún nos queda tiempo.
―No
el suficiente.
―Nunca
es suficiente. ¿Conoces a alguien que haya tenido “suficiente vida”? Lo mejor
es aprovechar el tiempo que tenemos.
―No.
Porque para ti eso significa rendirse. Ya no quieres pelear, ni siquiera por mí.
Has dejado la medicación. Me dijiste: “Estoy listo”. ¡Decidiste que era el
momento de aceptarlo, pero yo no! Me has oído, yo no estoy listo. No vuelvas a
pedirme que me siente a tu lado en esa asquerosa cama.
―Está
bien. Aún tenemos tiempo.
Hasta la próxima desconexión.
9 comentarios:
¡Qué fuerte! ¿no?
Tracy: Posturas ante la vida, irreconciliables.
Conectando...
Siempre se tiene tiempo pero una clase de tiempo que siempre resulta insuficiente, es un tiempo proyectado hacia el pasada, hacia lo que se tenía que haber hecho, y nunca hacia el futuro, hacia lo que todavía podemos hacer.
Tu relato es duro, como dura es la vida cuando te encuentras en circunstancias así.
Me ha parecido fantástico.
Desconectando... un beso
· LMA · & · CR ·
Ñoco: Aciertan con eso de que el tiempo es relativo, ni mucho ni poco, solo el que se tiene. Lo que debemos hacer es saber emplearlo de la manera que nos haga más feliz, lo que pasa es que la felicidad también es relativa. De ahí el dilema de mis personajes.
Un beso de cristal que mejore tu lunes
Bueno, el relato vivo, natural y muy real. La dureza está, parece, en la persona que no entiende o acepta algo que quien carga con ello lo tiene asumido. Y no precisamente desde la tristeza o resignación.
Ya que mencionas libros de "autoayuda" para partir, hay uno que relata el proceso activo de la protagonista de manera tranquilizadora.
-Crónica de un acompañamiento- Anne y Daniel Meurois Givaudan.
Un abrazo.
Todo es relativo, cómo se vive, la felicidad, la enfermedad... La aceptación a mi modo de ver es lo mejor, sea lo que sea. Un beso.
Ernesto. Gracias por el dato del libro. No creo que sea "dureza" simplemente es negación. NO todos podemos aceptar las cosas al mismo tiempo, algunos necesitan más.
Mara. Siempre que la aceptación no sea entendida como conformismo estoy contigo.
Besos a ambos.
yo soy más de negar las cosas, la verdad, no pienso en ella hasta que, plaff, se me vienen encima y entonces empiezo a chapotear intentando no ahogarme totalmente sorprendido por lo que ha pasado :)
Beauséant: No te creas, el síndrome avestruz lo vivimos todos en algún momento.
Besos
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