jueves, 6 de febrero de 2014

SÉ DONDE ESTOY


Me desperté con una sensación extraña. Había soñado. Estaba acostumbrada a las pesadillas, pero esta vez no había nada de eso en mi sueño.
Me levanté y me vestí. En el salón cogí el teléfono y la antigua agenda. Aquel libro que apenas usaba. Miré el reloj y me atreví a marcar antes de que la sensación desapareciera.
**
Estoy en mi viejo coche, en el asiento de atrás. Supongo que mi padre es quién conduce, pero no puedo verle la cara, y nunca se gira a mirarme. Estoy contenta. No sé por qué, pero el estar aquí me pone feliz.
No tengo más de nueve años. En la radio suena el viejo cassette de José Luís Perales, ahora mismo escucho el inicio de la canción “El Amor”. ¡Ah! Esa canción siempre suena en mis viajes en coche.
Miro por la ventanilla, no puedo ver nada. Hay niebla. Sé donde voy. Aquel llano siempre está cubierto por la niebla. Me trae a la mente más recuerdos. Mi abuelo, que era camionero, siempre decía que la niebla era el mayor enemigo en la carretera. Su colonia de barbero me llena la nariz y se desvanece. La niebla se ha ido. Aparecen a ambos lados de la carretera esos árboles finos y altos, muy juntos. No les queda ni una hoja. Es invierno. Siempre han tenido este aspecto en invierno. Mi pequeño bosque. Recuerdo esos árboles desde que pasé por aquí la primera vez. Sé donde voy.
Todo se vuelve un poco borroso. La canción ya no suena. Ando por un pasillo largo. Tres puertas a mi derecha y una enfrente, al final del pasillo. Camino arrastrando un bolígrafo contra la pared blanca. Sé que van a regañarme y aún así sigo marcando mi camino con ese azul cobalto. Sé donde estoy.
Cruzo la puerta al final del pasillo. Es el cuarto de baño. Estrecho y alargado, la bañera a la derecha, a la izquierda el lavado y el váter, al fondo una ventana con rejas. Me asomo.
Es de noche. Estoy sentada en la ventana del baño con las piernas por fuera, hay viento y me encanta. Oigo las campanas de la ermita a lo lejos, me acunan. Vuelven los recuerdos. El aire mueve mi pelo y mece las flores. Miro al cielo, despejado y lleno de estrellas. El viento se cuela por mi ropa y me hace cosquillas, conozco esa sensación. Sé donde estoy.
Es de día, camino bajo el sol que me hace entrecerrar los ojos. Un mar de árboles robustos, con sus marrones y verdes y sus surcos aparece frente a mí. Siempre que los veo se me acelera el corazón y empaña la vista. Ahora quiero ir a comer pan con aceite, nunca puedo olvidar ese sabor… Sé donde estoy.
**
Marco esos nueve números y espero que descuelgue. Lo hace al tercer tono, como siempre, ni muy pronto, porque no hay que parecer ansioso, ni muy tarde porque no es educado hacer esperar. El acento es inconfundible y me doy cuenta que lo extraño.
—¿Diga?

—Soy yo. Hoy he soñado que iba a casa.

¡Hasta la próxima desconexión!

5 comentarios:

Tristancio dijo...

Siempre es tiempo de volver... y el sueño... el sueño se puede tocar. Lindo viaje.

Saludos.-

(Ah, las sopaipillas son un pan frito hecho de harina y zapallo (calabaza) muy popular acá en Chile).

alfonso dijo...


Excelente relato. Saber donde se está es imprescindible para saber hacia donde ir. Lo demás, es construir un buen relato como el tuyo...
para volver, por ejemplo.

· un beso... sin castigar

· CR · & · LMA ·


Castigadora dijo...

Tristancio: Siempre es bueno volver aunque sea la vista.
Gracias por contarme lo de las sopaipillas, me dieron ganas de probarlas.

Ñoco: Gracias. Se sabes dónde estás, sabes a donde quieres llegar, o a donde quieres volver.

Un beso para ambos (bueno mejor uno para cada uno)

Nata dijo...

Me ha encantado, es precioso, se puede sentir, seguir ese camino, las sesaciones quecrea y las imágenes me han hecho vivirlo. Y a la misma vez me ha llenado de una nostalga tremenda, de deseos de querer volver a lugares donde sólo puedo regresar en sueños.
Precioso, de verdad

Castigadora dijo...

¡Nata! Bienvenida a mi rincón oscuro. Gracias por pasarte a leer, y gracias por el comentario.