viernes, 28 de noviembre de 2008

CARTA DE DESPEDIDA A LA ¿SUERTE?






"Estimados señores

Hoy es mi último día, a partir de este momento dejaré de existir, pero antes quiero dar una explicación a todos aquellos que puedan estar interesados en lo que pueda ocurrirme. No querría ser mal educado, y marcharme sin despedirme. Pero para que la historia tenga sentido debo poneros en antecedentes.

Hace dos años, puede que algo menos, yo era una persona anónima, una más del montón, como decía una amiga mía, “del montón que Dios crió”. Nada era especial en mí. Tenía un trabajo, sino bueno, al menos respetable, que me daba para mantenerme dignamente y permitirme algún que otro capricho, poca cosa. Mis amigos no eran numerosos, pero eran buenos amigos y mi familia no me daba demasiados problemas. Como dije, nada era reseñable en mi existencia. Salvo, tal vez ella. Aun no sabíamos en que punto estábamos, pero quería decirle muchas cosas que se me atragantaban en la garganta, cuando estábamos a solas, pero eso es otra historia.

Un día, al bajarme del autobús que me llevaba a mi trabajo cada día, el viento me acercó con su dulce mano, un boleto de lotería. Llegó como si del anuncio de Navidad se tratara, incluso, creo recordar que miré a mí alrededor a ver si descubría al señor calvo detrás de alguno de los árboles del parque donde se encuentra mi parada, pero no vi a nadie que encajara con él. Me reí un buen rato de mi mismo y de mi inexplicable asociación de ideas, pero aun así guardé el boleto en el bolsillo de mi abrigo, era para aquella misma noche, y tampoco tenía una situación tan boyante como para dejar escapar la mano de la suerte, “puede que en esta ocasión estuviera tendida hacía mí” pensé.

Tardé veinte minutos en llegar a casa y para cuando llegué ya había olvidado el suceso anterior. En casa todo seguía igual que cuando la dejé.
No fue hasta dos semanas después que, al meter la mano en el bolsillo de mi abrigo, uno de esos días que el frío se cuela por todas partes, encontré el décimo. Al verlo mi cabeza se quedó en blanco, no recordaba haberlo comprado, ni como había llegado a aquel bolsillo, pero sólo duró un instante, porque de repente la misma sensación de la primera vez me golpeó. Supe que tenía que comprobar la combinación. Busqué una excusa, una mala excusa, para escaquearme del trabajo, y corrí a la primera administración que encontré.

Aun, pasado el tiempo, no puedo creerlo, pero cuando aquella máquina dijo el premio que contenía mi décimo, esa aberración de dinero, casi creí que se me paraba el corazón, la sangre golpeaba duramente mis oídos, tanto que no podía oír las felicitaciones de los parroquianos, que en aquel momento se encontraban en el establecimiento. Empezaron las palmadas en el hombro, los apretones de manos, las sonrisas, las presentaciones, las recomendaciones, los consejos... Y hasta ahora no han parado. Ya no sé si lo que decido lo hago por mí o si alguien me lo ha susurrado en mi oído en algún momento del día. No sé quien me rodea, no reconozco ninguna cara amiga, entre las que ayer se sentaron a comer en mi mesa ,de 12 metros de largo, en mi casa. Una casa tan enorme, como fría, a la que no consigo amoldarme, ni ella me acoge a mí, como si supiera que éste no es mi lugar.
Antes creía que debía sentirme culpable, puesto que el boleto era de otra persona, pero al principio todo era pura y egoísta alegría. Más tarde, pensé que nadie merecía aquella maldición.
No tengo a las personas que siempre quise, mis relaciones son por el interés que despierta mi dinero, y lo más parecido a una familia, es la persona que gestiona mi “hogar”... Y ella... salió corriendo, en cuanto vio en lo que me estaba convirtiendo. Decía que estaba perdido, tenía razón.

Estoy desapareciendo, no me encuentro en ningún sitio, ni tan siquiera mi reflejo en el espejo, embutido en su carísimo traje, se parece a mí. Al menos no se parece al yo que reconozco, al yo que quiero ser, al que siempre fui.

Por eso he decido abandonar esta existencia, no se preocupen por mí (sé que no lo harán) tampoco se preocupen por el dinero, en su mayoría está donado entre varias asociaciones que lograrán darle una utilidad mucho más beneficiosa que la que yo le concedía.
No me busquen... les repito que el dinero no me lo llevo conmigo, sólo quiero recuperarme.

Un saludo a todos ustedes, espero no volver a verlos nunca, no puedo decir que haya sido un placer".



(Llaman a la puerta y ella abre)

-¿Qué haces aquí? Lo miraba incrédula. La última vez que lo vio, estaba rodeado de un séquito de serviles, y manipuladores. Pero al observarlo con ojos menos severos, pudo reconocerle. Ese sí era él:
-¿Dónde has estado?
-Buscándome.
-¿Y te has encontrado?
-Sólo cuando me vi reflejado en tus ojos...


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!

domingo, 23 de noviembre de 2008

EL IDIOMA DEL ALMA





"Nuca hemos de avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son la lluvia que limpia el cegador polvo de la tierra, que recubre nuestros corazones endurecidos"


Charles Dickens (Grandes Esperanzas)


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!

lunes, 17 de noviembre de 2008

¡NO PUDO SER!





Tú eras el huracán y yo la alta

torre que desafía su poder:

¡tenías que estrellarte o abatirme!...

¡No pudo ser!

Tú eras el Océano y yo la enhiesta

roca que firme aguarda su vaivén ¡

tenías que romperte o que arrancarme!...

¡No pudo ser!

hermosa tú, yo altivo; acostumbrados

uno a arrollar, el otro a no ceder;

la senda estrecha, inevitable el choque...

¡No pudo ser!


(Gustavo Adolfo Bécquer)


Cuando Ana dejó reposar sobre la mesa el ajado libro de su abuela, notó que algo había cambiado en su interior. "La Rima XLI, siempre me hará pensar en ti" era la frase que enmarcaba el poema. Y descubrió, como si la viera por primera vez, que existía una mujer debajo de su máscara de abuela, debajo de su vejez, de su piel arrugada, de su cara cansada, de sus ojos entornados... Y sintió un nuevo interés por la vida de la que la había criado, y a la que no conocía. No sabía cómo se sentía. Era una desconocida para ella, y sin embargo, habían pasado sus últimos veinte años juntas... Y como, si de un mal film se tratara se acordó de la frase: "El corazón de una mujer es un profundo océano de secretos". Sonrió. Podía, incluso, que aquella película tuviera más sentido del que nunca habría pensado.


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!

domingo, 9 de noviembre de 2008

INNECESARIA NECESIDAD









Él - No necesito a nadie


Ella- Me necesitas a mí.


Él- ¿En serio? y para qué.


Ella-Para tener a alguien a quien decirle que no lo necesitas.



Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

domingo, 2 de noviembre de 2008

OSCURA CLÁUSULA


Vestía completamente de negro, pantalón, camiseta, zapatos, calcetines y una cazadora negra, incluso su interior era negro, un pozo negro y profundo, pero eso no podía verse a simple vista. No era más que una sombra, un lugar sombrío de una vida, no vivida.
Todo en él era oscuro salvo la piel. Su piel era blanca, con reflejos azulados, pudiendo llegar a ser traslucida en algunos puntos de su cuerpo. Hasta sus labios gozaban del color del marfil puro.
Un contraste de blancos y negros. Sólo sus ojos desentonaban en aquel binomio. No eran negros, ni blancos, ni tan siquiera grises, eran dorados. Unos ojos, no de un apagado amarillo, sino del color del oro, del color de la ambición y la riqueza.
Andaba sigilosamente por las calles a altas horas de la madrugada. Sus pasos eran rápidos y seguros, pero caminaba con cuidado ocultando su rostro a los pocos transeúntes que encontraba en su camino. Tenía una cita, y no podía llegar tarde, esta vez no.
Entró en un bar, pero no se detuvo en la barra. Siguió diligentemente por las escaleras hasta el segundo piso. Allí le aguardaba su cita ineludible y no era una persona paciente. Si se le podía llamar persona.
Abrió la puerta y lo encontró sentado tras su escritorio. Interrumpido en sus quehaceres levantó la vista, pero no estaba sorprendido de verlo allí, ni tan siquiera de su aspecto. Su rostro, se alzaba muy poco por encima de la mesa, y era como el de un cerdo. La nariz tenia dos enormes fosas nasales, su cara era rosada y oronda y sus ojos, demasiado juntos y pequeños, casi quedaban ocultos por sus voluminosos párpados, además era totalmente calvo.
Se encontraba envuelto en una nube de humo, que se desprendía del puro largo y grueso que desplazaba de un lado a otro de la boca.
El recién llegado se aproximó al escritorio, reprimiendo las nauseas que le provocaba su cercanía, y puso sobre él un documento firmado.
El otro interlocutor de ese diálogo mudo, lo recogió con sus gordas y pegajosas manos y lo selló sonriendo, como si se relamiera.
-¡Puedes marcharte!
Con sus tripas aun moviéndose inquietas por retener, lo que aun tuvieran dentro, se giró para largarse, pero antes de abrir la puerta, se paró y de espaldas dijo:
-Queda uno, sólo uno año y la deuda estará pagada. Sólo uno.
-Eso será si no vuelves a retrasarte- en su voz se notaba que deseaba, con todas sus fuerzas, que se retrasara de nuevo.

Cerró la puerta tras de sí, mientras sacaba del bolsillo de su pantalón un papel antiguo, doblado y vuelto a doblar cien, tal vez, miles de veces. Ese era el motivo por el que llevaba treinta y dos años siendo el esclavo de aquel ser asqueroso, viviendo sólo para él. Ese maldito papel era el responsable de su estado actual, de la desintegración de su familia, de la perdida de sus amigos, y seres queridos, de su encierro y su desdicha. La venta de su vida... aquella hipoteca, era su condena. Era la causa de que su alma no hubiera podido descansar tras su muerte, el que le obligaba a satisfacer los pedidos de aquel ser ruin y traicionero, que desprendía aquel olor a azufre que le corroía el aire de sus pulmones. Por él había hecho cosas terribles, se había convertido en una sombra espeluznante, que aterraba a su simple paso. Y, en un futuro, tendría que dar cuenta de sus actos. Pero sólo quedaba un año, uno, y sería libre... entonces...


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!