miércoles, 10 de abril de 2019

ACOSTUMBRADO DOLOR


Cuando convives a diario con él, y te abandona, quién sabe, una vez al año. Tu cuerpo se relaja hasta tal punto que el sueño y el ensueño te recorren por todas partes, en una calma añorada.
Cuando ocurre, aunque solo dure quince minutos, sientes que flotas, que no hay nada más en el mundo que tú y tu paz, como si algo se hubiera ido dejando un hueco. Y cuando resurge esa molestia, que es como empieza, recibes el dolor como a un antiguo compañero de piso. Deseando que salga de nuevo de paseo, pero sabiendo que no te queda más remedio que convivir con él, soportando reclamaciones de atención, intentado no ofenderlo, sobreviviendo a sus ataques de furia porque te has permitido salir de tu zona de “confort” y decidiste olvidarte de él por un día, por una hora, por una comida. Y se venga. Absorbe tu energía y te deja claro que sin su permiso no hay nada que hacer, salvo pagar ese peaje. La balanza se levanta y sopesas. ¿Encierro o contraataque? Quedan abiertas las apuestas y cerrado el destino.


domingo, 24 de febrero de 2019

OJALÁ PUDIERA ESCRIBIR COMO DON ANTONIO MARTÍNEZ ARES


Me encantaría escribir como Antonio Martínez Ares, aunque su sentir y su estilo sean irrepetibles. Esa capacidad de hacer bonito el propio llanto, la forma en que te estruja el corazón y cuando crees que tu emoción está en lo más alto, la letra da un giro y  se te pellizca el alma y te brinca la sangre, inundando el recuerdo y la razón con una sensibilidad que remueve conciencias.
Mataría por escribir como Antonio Martínez Ares, con palabras sencillas sobre enormes momentos, con cuartetas que guardan bajos sus aguas mayores secretos, con letras que vislumbran fantasma que pretendemos enterrar sin tumba.
Desearía escribir como Antonio Martínez Ares, con aires del sur y vientos de lejanías, con olor a orgullo de tierra, con sentimientos acompañados a guitarra y cantados en "pequeñito" que te esponjan el interior y te hacen batir los párpados, que remueven sentimientos y forman los acordes de verdades claras.
Aun sabiendo que es imposible, aquí dejo mi admiración y mi anhelo para que todo el mundo sepa que, ojalá pudiera escribir como Don Antonio Martínez Ares.

Quería hacer un pequeño homenaje (si se puede llamar así) a Don Antonio Martínez Ares, este gran compositor, muy conocido por sus comparsas, y que el año pasado nos regaló una llamada "El Perro Andaluz",  (que tuve la suerte de ver en directo en Málaga) y que como andaluza no podré olvidar, ni sentir mayor admiración (léase también envidia).

Os dejo su actuación en la final del concurso del Teatro Falla de Cádiz del año pasado, porque solo con la presentación os quedaréis alucinados.
Este año compite con los "Carnivales" y sus pasodobles de cuartos de final no podrían ser más bonitos.


Hasta la próxima desconexión.

domingo, 10 de febrero de 2019

RETOMANDO VIEJOS HÁBITOS QUE PARECEN NUEVOS.



Una vieja libreta a la que aún le quedan páginas en blanco. La pluma, por muy tópico que suene, a la que aún le quedan cartuchos de tinta. Una canción triste e instrumental sonando en mi reproductor y el sol entrando por la  ventana, calentando la mesa de madera en la que apoyo los brazos para retomar este viejo hábito de contarle al folio algún susurro, alguna anécdota, alguna verdad a medias, alguna falacia que me creo. Viejos hábitos. Relecturas de escritos que parecen paridos por alguien ajeno a quien escribe ahora, pero al que distingues en el fondo de las palabras, sentimientos compartidos con un extraño, una conexión, pero no el reconocimiento de uno mismo. Escritura que se deforma por las prisas con que son escritas las palabras, como si el tiempo que tomara el darle forma pudiera borrarlas de mi cabeza. La agonía mal entendida de la tardanza al escribir a mano, que una vez más me aleja del teclado y me reúne con la pluma, que sigue veloz su camino sin saber dónde llegará y cuándo se detendrá.
   Esa misma pluma que conoce la verdad que no se refleja, la que sabe que la cobardía es el nexo que une los escritos aireados y la que deja en un cajón la verdad, los secretos, lo que duele, lo que asusta, lo que se ansía. Esa pluma cómplice, instrumento, mentirosa, certera, embaucadora y disfraz. Esa que acompasa su ritmo cuando siente que se acaba la tinta o el tiempo, conocedora de que su trazo puede revelar alguna verdad que haga salir un sentimiento escondido, la que desacelera su paso para cerrar grietas en la armadura del que escribe con una máscara puesta, del que no arriesga, del que sufre camuflando desahogos. La que vierte su tinta como un bálsamo que acalla el estruendo permitiendo volver a oír, aunque solo sea por otro día, por otro momento, mientras lo escondido se agazapa, esperando nuevas heridas para contraatacar, silencioso, paciente, imperecedero.

Hasta la próxima desconexión.

domingo, 3 de febrero de 2019

CALCETINES MÁGICOS



Volvía a casa tras un largo día de trajes grises y sonrisas de alambre. Un gusano de hierro la llevaba bajo tierra impidiendo que la claridad del crepúsculo inundara sus apagados ojos. La música se derramaba por sus oídos acompañándola en su lenta lectura, aislándola del mundo.
   Enérgicos pasos acompasaban sus doloridas rodillas y tensos tobillos de camino a casa. Al traspasar el umbral de su hogar se aligeraba un poco el peso de la jornada, conocedora de lo que sucedería en los próximos minutos.
  Se quitó de encima el gris con ágiles manos, que volaban sobre su ropa, mientras se erizaba la piel por el cambio de temperatura y la emoción del por llegar. Con rapidez sacó del primer cajón esos calcetines de colores, brillantes, de algodón, absolutamente incorrectos y se los puso sintiendo como se relajaba. Terminó de vestirse. Rauda, bajo cadenciosos mantras llegó a su acogedor destino. Allí una “bruja” extendía la sonoridad de su risa por todos los rincones poco iluminados, atravesando paredes, consiguiendo que la energía fluyera suave a su alrededor.
  Tras acomodarse con sus piernas dobladas sosteniendo el peso de su espalda, comenzó la relajación, inhala, exhala, inhala, exhala… y poco a poco el color volvía a posarse sobre la oscuridad que existía tras sus párpados, dibujando, en aquella neblina, figuras olvidadas, aligerando su mente, preparada para la desconexión de una hora y cuarto que se regalaba.
  Empezaba su clase de yoga.



Hasta la próxima desconexión.

sábado, 19 de enero de 2019

TENER BUENA MEMORIA ES UN DON.



"Tener buena memoria es un don". Estudiar, trabajar, socializar, ser detallista... pero en otras ocasiones la memoria es una herida autoinfligida cuyo torniquete se ha aflojado. Revivir un recuerdo, si es uno bueno, es una bendición, pero si es una pesadilla y puedes rememorar hasta los olores que te envolvían, cuando en tu sangre se ha grabado ese terrible momento y vuelve a ti fluyendo como el agua de un río que escapa a tu control, si baja tus defensas y se abre la presa, en ese instante, la memoria es un castigo inevitable. Esas memorias se convierten en el lodo al que acudir, en el que insistes revolcarte cuando se abre la compuerta.
Aparece el más leve rasguño en la barrera y todo vuelve a golpearte, como si hubiera sido ayer.
Sí, la memoria, ese gran...don.