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domingo, 10 de febrero de 2019

RETOMANDO VIEJOS HÁBITOS QUE PARECEN NUEVOS.



Una vieja libreta a la que aún le quedan páginas en blanco. La pluma, por muy tópico que suene, a la que aún le quedan cartuchos de tinta. Una canción triste e instrumental sonando en mi reproductor y el sol entrando por la  ventana, calentando la mesa de madera en la que apoyo los brazos para retomar este viejo hábito de contarle al folio algún susurro, alguna anécdota, alguna verdad a medias, alguna falacia que me creo. Viejos hábitos. Relecturas de escritos que parecen paridos por alguien ajeno a quien escribe ahora, pero al que distingues en el fondo de las palabras, sentimientos compartidos con un extraño, una conexión, pero no el reconocimiento de uno mismo. Escritura que se deforma por las prisas con que son escritas las palabras, como si el tiempo que tomara el darle forma pudiera borrarlas de mi cabeza. La agonía mal entendida de la tardanza al escribir a mano, que una vez más me aleja del teclado y me reúne con la pluma, que sigue veloz su camino sin saber dónde llegará y cuándo se detendrá.
   Esa misma pluma que conoce la verdad que no se refleja, la que sabe que la cobardía es el nexo que une los escritos aireados y la que deja en un cajón la verdad, los secretos, lo que duele, lo que asusta, lo que se ansía. Esa pluma cómplice, instrumento, mentirosa, certera, embaucadora y disfraz. Esa que acompasa su ritmo cuando siente que se acaba la tinta o el tiempo, conocedora de que su trazo puede revelar alguna verdad que haga salir un sentimiento escondido, la que desacelera su paso para cerrar grietas en la armadura del que escribe con una máscara puesta, del que no arriesga, del que sufre camuflando desahogos. La que vierte su tinta como un bálsamo que acalla el estruendo permitiendo volver a oír, aunque solo sea por otro día, por otro momento, mientras lo escondido se agazapa, esperando nuevas heridas para contraatacar, silencioso, paciente, imperecedero.

Hasta la próxima desconexión.

lunes, 12 de febrero de 2018


Una mañana de febrero anudó sus miedos, los trenzó muy fuerte, hasta crear una gruesa cuerda con la que formar un lazo y atrapar los sueños, que un día creyó demasiado lejos.



Hasta la próxima desconexión.

martes, 21 de febrero de 2017

AMISTAD y PROMESA


Se encontraron por casualidad en un bar, antes solía ocurrir a menudo, pero esas casualidades eran cada vez menos desde que él se había mudado. Ahora jugaban a encontrarse cuando regresaba a su ciudad natal. Aun así, habían logrado mantener su amistad a lo largo de los años y siempre estaban cerca en los momentos importantes, como este.
Ella estaba con un grupo de amigos tomando unas tapas, se abrió la puerta y él apareció. Iba solo, con su barba de muchos días y sus pantalones bajos. Como si un resorte se activara se levantó de la silla y fue a saludarle. Los abrazos con las miradas llegaron antes que con los cuerpos. Lo ojos empañados. El abrazo duró cinco segundos más de lo que solía hacerlo, apretado. Al separarse, las lágrimas acariciaban sus pestañas:
―¿Estás bien? ―le preguntó con la garganta contenida y los ojos más abiertos de lo normal.
―Sí. No me mires así, si lloras vas a pegármelo ―indicó él, desanimado.
―Ya, ya está ―se limpió con rapidez los visos de tristeza― ¿Quieres tomar algo? ¿Vamos a otro sitio? ―se giró para pedir disculpas con un gesto al grupo que pretendía dejar allí.
―Solo si no hablamos del tema. Nada de cosas tristes. Ya no lo soporto, sabes ―con aquel gesto cansado no parecía el de siempre.
―Te contaré todo lo gracioso que me haya pasado desde que no nos vemos, y si no me lo inventaré. Sabes que soy buena contando historias ―sonrió y se colocó la máscara y la nariz de goma para su próxima actuación― pero debes prometerme algo.
―¿El qué?
―Prométeme que te reirás de todas las anécdotas y tonterías que te cuente; aunque sean malas y sin gracia, incluso si ya te las he contado.
―Prometido ―y sonrió como si dos alambres tiraran de su fatigado rostro, intentando abrir la puerta a la recuperación.

Hasta la próxima desconexión.


miércoles, 14 de septiembre de 2016

ASÍ ES, ASÍ SOY.


Me reconozco en las noches con aires de otoño, en las horas ámbar. Me hallo en las luces de las farolas y en los cuartos en penumbra; en ventanas abiertas al asfalto. Me reconcilio en los aislamientos voluntarios y en la música que susurra en los oídos. Recuerdo con la caída de las hojas y el pisar de la grava. Regreso con los olores de la infancia y las campanas de los monasterios. Viajo con la visión de las amapolas y el fluir del agua sobre los juncos. Siento libertad entre los pinos y a la sombra de la palabra impresa. Así es, así soy.

Hasta la próxima desconexión.

jueves, 1 de septiembre de 2016

"EL RETORNO"

MICRO

Existen personas por las que hechizarías el tiempo para volver a empezar vuestra amistad. Recorrer de nuevo el camino. Sin saltarte nada. Hasta llegar de nuevo aquí, sabiendo que no habrá otra igual.


Al fin puedo volver (o voy a volver, porque poder, poder, siempre se puede).

En este lapso de tiempo: fui tita por primera vez, mi mejor amigo va a tener un bebé, mi mejor amiga se casa (pasando por despedida de soltera, incluida) regresé a uno de los lugares de Asía que más me gustan (Seúl) y conocí otros nuevos, compartí horas con amigos y familia, descansé del trabajo, eché de menos a gente y me despedí de otras tantas personas, me enfadé y me reí como pocas veces, tomé buenas y malas decisiones, me auto regalé cosas y regalé a los demás, hice cientos de fotos y salí en fotos de gente que jamás conoceré. En resumen estuve respirando y reconstruyendo, creando y finalizando. Ahora es hora de volver.

Hasta la próxima desconexión.

lunes, 14 de marzo de 2016

CAMINA SIEMPRE CONTRA EL VIENTO...


Camina siempre contra el viento
bajo la luz de las farolas al anochecer.
Cuesta arriba.
Intenta pisar su sombra al mismo tiempo que piensa
nuevas maneras de torturar su ingenio.
El aire mece su abrigo, mientras se devana los sesos
para encontrar su próxima creación.
Levanta la vista del suelo, sí, te lo digo a ti,
“escritor”.



Hasta la próxima desconexión.

lunes, 15 de febrero de 2016

VETE Y NO REGRESES




Te odio. Te pasas el día picándome y cada día estás más gordo. Cuando creo que me he librado de ti reapareces como si tal cosa. Sin motivo. Me duele. Estoy tan cansada de ti; he pedido ayuda para conseguir que te vayas pero ninguna de las cosas que he probado parece funcionar. Siento ganas de llorar pero eso solo conseguirá agravarlo todo. Vete. ¡Vete! ¡Sal de mi vida, maldito orzuelo! 

Hasta la próxima desconexión.

lunes, 1 de febrero de 2016

SIRENA



Jamás has llorado, dices. Ni al nacer, ni cuando estás triste o tienes roto el corazón. Ni si estás alegre o a solas y deprimida. Jamás has visto tus lágrimas rebasar la línea de tus ojos y recorrerte el rostro. Anhelas descubrir tu propio llanto, pero ¿cómo y cuándo podrías lloras, Sirena?
Desde la infancia te contaron que el mar fue creado por el llanto de las primeras sirenas, que esa era la razón de su cristalina apariencia y de su salado sabor. Los océanos, los mares, fríos como la misteriosa pena por las que se escapaban las lágrimas de sus ojos.
Te haces preguntas.
¿Las sirenas habéis agotado todo vuestro llanto?, ¿sólo pudisteis llorar en aquel momento? O ¿tal vez, seguís llorando sin saberlo? ¿Es posible que seáis la fuente de la que manan esos inmensos océanos? ¿Cómo saberlo?
Tal vez…

Solo tal vez… deberías salir a la superficie, y conocer la verdad.

Hasta la próxima desconexión

miércoles, 13 de enero de 2016

ESTACIÓN: “LA ISLA”




La puerta se abre y me acomodo en el asiento más cercano al conductor del metro. Enciendo el ipod y el ebook. A mi lado, una chica embutida en unos breves shorts desbloquea su móvil y hurga en la pantalla con avidez, sabedora de que pronto no tendrá conexión. Arrancamos, suspira y lo apaga. Observa de reojo para saber qué leo; su curiosidad me agrede y giro la muñeca para que no pueda verlo. Acoge la indirecta con naturalidad. Salvado el escollo, agradecidas, regresamos a nuestro vagón del silencio.

Hasta la proxima desconexión.

sábado, 31 de octubre de 2015

BIENVENIDA AL MUNDO DE LAS PESADILLAS


Todo el mundo conoce el “Cuento de la Bella Durmiente”, pero nadie conoce la historia de Aurora, la chica de dieciséis años que debía permanecer dormida hasta que el príncipe la despertara. Hoy conoceréis la verdad sobre las pesadillas de Aurora.

Cuando la princesa se pinchó con aquel huso no cayó en un profundo y placentero sueño, como su apariencia podría hacernos creer. La maldición no consistía en que ella durmiera durante el resto de su vida, no. El verdadero castigo vino justo cuando cerró los ojos.
Estaba en su habitación, tumbada sobre la cama. Era bastante extraño, porque no recordaba que las paredes fueran tan oscuras, ni que todas las velas estuvieran consumidas. Sin el sol entrando por la ventana y sin la luz de los candelabros el aspecto de su cuarto era bastante tétrico. Salió despacio, no se oía nada; en un castillo tan grande, siempre había algún ruido aunque fuera el de los sirvientes corriendo por los pasillos. Era muy inquietante que solo pudiera escuchar cómo el bajo de su vestido rozaba la costosa alfombra. Sin saber por qué, no se atrevió a alzar la voz para llamar a sus sirvientes, ni a sus padres. Algo estaba pasando. ¿Los habrían asaltado? Ideas incoherentes se agolpaban en su cabeza y las iba descartando una a una sin poder encontrar una explicación que la convenciera.
Una voz susurrante, que arrastraba las palabras resonó en sus oídos: ―Auroooooraaaaaaa. Voy a por tiiiiiii. Bienvenida a mi pesadillaaaaaaaa. Salió corriendo agarrándose con ambas manos la cabeza intentando hacer que parara mientras un afilado sonido de cuchillas chirriaba a su paso. “¿Quién era? ¿Qué quería?” Bajó las escaleras hasta llegar al gran salón, tampoco había nadie allí.
―Aurora, no hay escapatoria, no huyas, no tienes donde ir,
―¡Cállate! ―gritó sin saber a quién― Este es mi castillo, sal de aquí o mis soldados acabarán contigo―. Una carcajada sin humor atravesó el aire del salón:
―Querida, este ya no es tu castillo. Puede que se le parezca, pero este… este es mi mundo. El mundo de las pesadillas, y en él pocos sobreviven. ¿Quieres jugar?
―No. No quiero jugar.
―Jugarás, créeme ­―susurró.
Aurora no podía creer lo que estaba pasando, hablaba sola en medio del salón;“¿Se estaba volviendo loca? Aquello no podía ser real”.
―Es muy real, Aurora­ ―y volvió a resonar aquella carcajada. “¿Sabía lo que estaba pensando?”. La princesa giraba sobre si misma intentando averiguar de dónde venía aquella voz.
―Da la cara ―gritó― No te tengo miedo.
―Lo tendrás ―susurró―. Tus deseos son órdenes para mí.
La joven princesa fijó su vista en la puerta del salón y aguardó. Sintió una fría respiración sobre su hombro derecho, “No puede ser, no había nadie aquí” algo frío subía por su espalda rasgándole el vestido, sintió como un hilo de sangre resbalaba por su costado, pero era incapaz de moverse, el miedo y la sorpresa la tenían paralizada. Giró el rostro muy despacio y por el rabillo del ojo miró su hombro, sobre el que apareció una mano de metal que en lugar de dedos terminaba en unas afiladas cuchillas.
―¿Quién eres?
―Mi nombre es Freddy, milady ―respondió con sorna, mientras la obligaba a girarse y mirar su rostro quemado.
Aurora se tapó la boca con las manos intentando apaciguar el grito que desgarró sus cuerdas vocales y salió corriendo del salón, mientras escuchaba la voz de Freddy:
―Corre, Aurora, corre, será más divertido.
La joven, despavorida, intentó salir del palacio pero la puerta principal estaba atrancada. Escuchó el sonido de las cuchillas rechinar sobre la pared, cada vez estaba más cerca. Oyó un sonido metálico y en el último segundo se apartó dando un salto antes de que el hacha, que portaba la armadura que guardaba la entrada, la cortara en dos. Voló hacia su habitación y cerró la puerta, no podía escapar, él tenía razón, aquello era una pesadilla.
―Eso es. Una pesadilla. Necesito despertar.
Se abofeteó por si eso la despertaba, pero lo único que consiguió fue que le ardieran las mejillas. “Estúpida, nadie se despierta de un sueño así, aunque eso de que: si es un sueño no duele, es falso”, pensó.
―Eso es porque no es un sueño, princesa ―le contestó mientras giraba el pomo de la puerta como si nunca hubiera estado cerrado. Aurora volvió a cerrarla y él rió a mandíbula suelta. “Pequeña y tonta princesa”.
―Va a ser una pena acabar contigo, eres tan simple que me haces mucha gracia.
La joven se había apresurado a empujar el armario contra la puerta para evitar que entrara, pero a la vez se iba acorralando más y más.
Sintió un suave roce en la pierna cuando las sábanas de raso la apresaron, la elevaron y la hicieron aterrizar sobre el colchón aferrándole muñecas y tobillos al cabecero y a las patas de la cama. Aurora gritó, pero de nuevo fue silenciada al introducirse las sábanas en su boca haciéndole difícil el respirar. Unas manos negras, llenas de llagas supurantes, surgieron de debajo de su cuerpo y ascendieron lentamente por sus piernas hasta posarse en su cuello. Lo aferraron con fuerza y el paso del aire fue totalmente cortado. Luces rojas aparecieron ante ella, premonitorias del final, pero entonces, un grito de Freddy atravesó la noche, como un trueno en medio de la tormenta y el aire volvió a circular por su garganta hasta llegar a los pulmones…

Se incorporó intentando gritar, pero su garganta estaba tan dañada que no pudo, y fue cuando lo vio, inclinado sobre ella, el príncipe. Por puro instinto se lanzó a sus brazos. Al fin había despertado.


Ahora conocéis lo que jamás fue contado. Así logró, la bella princesa, ser recordada. El cuento terminaba: "vivieron felices y comieron perdices", pero nada se dijo de dormir.
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Feliz Noche de Halloween. 
Hasta la próxima desconexión.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

DECEPCIÓN



Me decepciono a mí misma cuando alguien tiene un bonito gesto conmigo y me descubro pensando que yo no lo haría.
Ni siquiera me queda el consuelo de poder culpar a otro.


¡Hasta la próxima desconexión!