Mostrando entradas con la etiqueta desvarío. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta desvarío. Mostrar todas las entradas

miércoles, 10 de abril de 2019

ACOSTUMBRADO DOLOR


Cuando convives a diario con él, y te abandona, quién sabe, una vez al año. Tu cuerpo se relaja hasta tal punto que el sueño y el ensueño te recorren por todas partes, en una calma añorada.
Cuando ocurre, aunque solo dure quince minutos, sientes que flotas, que no hay nada más en el mundo que tú y tu paz, como si algo se hubiera ido dejando un hueco. Y cuando resurge esa molestia, que es como empieza, recibes el dolor como a un antiguo compañero de piso. Deseando que salga de nuevo de paseo, pero sabiendo que no te queda más remedio que convivir con él, soportando reclamaciones de atención, intentado no ofenderlo, sobreviviendo a sus ataques de furia porque te has permitido salir de tu zona de “confort” y decidiste olvidarte de él por un día, por una hora, por una comida. Y se venga. Absorbe tu energía y te deja claro que sin su permiso no hay nada que hacer, salvo pagar ese peaje. La balanza se levanta y sopesas. ¿Encierro o contraataque? Quedan abiertas las apuestas y cerrado el destino.


domingo, 10 de febrero de 2019

RETOMANDO VIEJOS HÁBITOS QUE PARECEN NUEVOS.



Una vieja libreta a la que aún le quedan páginas en blanco. La pluma, por muy tópico que suene, a la que aún le quedan cartuchos de tinta. Una canción triste e instrumental sonando en mi reproductor y el sol entrando por la  ventana, calentando la mesa de madera en la que apoyo los brazos para retomar este viejo hábito de contarle al folio algún susurro, alguna anécdota, alguna verdad a medias, alguna falacia que me creo. Viejos hábitos. Relecturas de escritos que parecen paridos por alguien ajeno a quien escribe ahora, pero al que distingues en el fondo de las palabras, sentimientos compartidos con un extraño, una conexión, pero no el reconocimiento de uno mismo. Escritura que se deforma por las prisas con que son escritas las palabras, como si el tiempo que tomara el darle forma pudiera borrarlas de mi cabeza. La agonía mal entendida de la tardanza al escribir a mano, que una vez más me aleja del teclado y me reúne con la pluma, que sigue veloz su camino sin saber dónde llegará y cuándo se detendrá.
   Esa misma pluma que conoce la verdad que no se refleja, la que sabe que la cobardía es el nexo que une los escritos aireados y la que deja en un cajón la verdad, los secretos, lo que duele, lo que asusta, lo que se ansía. Esa pluma cómplice, instrumento, mentirosa, certera, embaucadora y disfraz. Esa que acompasa su ritmo cuando siente que se acaba la tinta o el tiempo, conocedora de que su trazo puede revelar alguna verdad que haga salir un sentimiento escondido, la que desacelera su paso para cerrar grietas en la armadura del que escribe con una máscara puesta, del que no arriesga, del que sufre camuflando desahogos. La que vierte su tinta como un bálsamo que acalla el estruendo permitiendo volver a oír, aunque solo sea por otro día, por otro momento, mientras lo escondido se agazapa, esperando nuevas heridas para contraatacar, silencioso, paciente, imperecedero.

Hasta la próxima desconexión.

domingo, 3 de febrero de 2019

CALCETINES MÁGICOS



Volvía a casa tras un largo día de trajes grises y sonrisas de alambre. Un gusano de hierro la llevaba bajo tierra impidiendo que la claridad del crepúsculo inundara sus apagados ojos. La música se derramaba por sus oídos acompañándola en su lenta lectura, aislándola del mundo.
   Enérgicos pasos acompasaban sus doloridas rodillas y tensos tobillos de camino a casa. Al traspasar el umbral de su hogar se aligeraba un poco el peso de la jornada, conocedora de lo que sucedería en los próximos minutos.
  Se quitó de encima el gris con ágiles manos, que volaban sobre su ropa, mientras se erizaba la piel por el cambio de temperatura y la emoción del por llegar. Con rapidez sacó del primer cajón esos calcetines de colores, brillantes, de algodón, absolutamente incorrectos y se los puso sintiendo como se relajaba. Terminó de vestirse. Rauda, bajo cadenciosos mantras llegó a su acogedor destino. Allí una “bruja” extendía la sonoridad de su risa por todos los rincones poco iluminados, atravesando paredes, consiguiendo que la energía fluyera suave a su alrededor.
  Tras acomodarse con sus piernas dobladas sosteniendo el peso de su espalda, comenzó la relajación, inhala, exhala, inhala, exhala… y poco a poco el color volvía a posarse sobre la oscuridad que existía tras sus párpados, dibujando, en aquella neblina, figuras olvidadas, aligerando su mente, preparada para la desconexión de una hora y cuarto que se regalaba.
  Empezaba su clase de yoga.



Hasta la próxima desconexión.

jueves, 26 de enero de 2017

PALABRAS



Siempre te han dicho que las armas las carga el diablo, pero pocas armas hacen más daño que las palabras. Piensas que es un cliché, o una exageración, pero las palabras hieren durante años y las balas, tan solo una vez.
Corroen la conciencia poco a poco y se instalan en tu mente apoderándose de sus resquicios, invadiéndola como un virus que ataca en silencio, a oscuras, a cualquier hora. Se aprovechan de tu sueño, de tus momentos libres, de tus defensas bajas. Acuden como un mantra, condicionando lo que haces.
Hay frases que recuerdas durante años palabra por palabra, como si te apuñalaran la cabeza; resuenan como las oraciones aprendidas de niños. Cuando crees que has olvidado, se deslizan por uno de esos huecos y de nuevo cierras los ojos, aprietas los dientes, sientes: la misma vergüenza, el enfado, la tristeza... Renace lo que dijiste, oíste, o escribiste.
Contra ellas no hay corrector que te salve, ni vacuna que te aísle, ni jarabe que las aplaque. Son la cara oculta del arma que inventó el hombre y que a algunas veces, fingiendo la dulzura que no tienen, se visten de poesía.

¡Hasta la próxima desconexión!


jueves, 1 de septiembre de 2016

"EL RETORNO"

MICRO

Existen personas por las que hechizarías el tiempo para volver a empezar vuestra amistad. Recorrer de nuevo el camino. Sin saltarte nada. Hasta llegar de nuevo aquí, sabiendo que no habrá otra igual.


Al fin puedo volver (o voy a volver, porque poder, poder, siempre se puede).

En este lapso de tiempo: fui tita por primera vez, mi mejor amigo va a tener un bebé, mi mejor amiga se casa (pasando por despedida de soltera, incluida) regresé a uno de los lugares de Asía que más me gustan (Seúl) y conocí otros nuevos, compartí horas con amigos y familia, descansé del trabajo, eché de menos a gente y me despedí de otras tantas personas, me enfadé y me reí como pocas veces, tomé buenas y malas decisiones, me auto regalé cosas y regalé a los demás, hice cientos de fotos y salí en fotos de gente que jamás conoceré. En resumen estuve respirando y reconstruyendo, creando y finalizando. Ahora es hora de volver.

Hasta la próxima desconexión.

jueves, 17 de septiembre de 2015

CARTA A MI AMIGA (Grandes dilemas)


Málaga a 17 de septiembre de 2015

Amiga, esto va a ser bastante atípico, ya te voy avisando.

Primero, ¿cómo se saluda hoy día por carta? ¿Hi!? ¿Hola? ¿Buenas? Estoy segura que “Estimada” o “Querida” no pega nada, así que mejor pasemos un tupido velo sobre el incómodo tema del saludo, y que empiece esta conversación “in media res” como dirían los literatos.
Segundo, (muchas son las dificultades o dudas que tenemos hoy día para escribir una carta, como puedes ver) ¿qué tono debo usar? No es una carta a un desconocido, ya hace años que nos conocemos vía Internet e incluso nos hemos visto en tres o cuatro ocasiones, por lo que el dilema al que me enfrento es el siguiente: no puedo usar las típicas frases de presentación, “Mi nombre es…, soy de…, tengo X años…”porque ya nos conocemos, pero no tenemos un contacto tal que nos haga cercanos (literal y no literalmente hablando) así que, ¿qué me recomiendas?
Es difícil que me sugieras algo antes de contestar a esta carta, pero ya sería tarde, no creo que tu sugerencia sea la salida a mi problema. Supongo que me arriesgaré con un tuteo así, de andar por casa, no tanto como un whatsapp (prefiero no tener que poner abreviaturas y emoticones, porque dibujar caritas en el papel no es lo mío, eso lo dejamos para cuando conversemos por otras vías)
Como decía, usaré el tono de unas amigas que, por ejemplo, fueron compañeras de colegio, pero hace quince años que no se ven. ¿Te parece? Si no es así ya me lo harás saber en tu carta.
Ya tengo resuelto dos de los mayores escollos pero llega el contenido fundamental. No quiero que esta carta sea un ejercicio de “yoismo” aunque en realidad todas las cartas lo son (según mi opinión) Te cuento sobre mí cosas que tal vez no quieras saber, no te interesen o directamente te aburran, y tampoco quiero que se convierta en un interrogatorio, ¡ni que esto fuera una investigación de la policía! En fin, no me malinterpretes, quiero saber de ti, pero tampoco me creo con derecho a preguntarte nada, vaya a ser que no quieras contármelo y jamás te pondría en esa situación. ¡Qué prime la libertad, ante todo!
Me empiezo a agobiar, es que no sé… esto es más difícil de lo que pensaba, yo creo que esta locura que se te ha ocurrido de mandarnos cartas escritas a mano, así, sin más, sin pensártelo, no va a funcionar. Lo mejor va a ser que te siga mandando los mensajes al móvil porque lo de usar papel y bolígrafo es mucha presión para mí. A todo esto, ¿bolígrafo o pluma? ¡Ves! Yo, así no puedo.
Voy a mandarte este intento de misiva (mira, uso palabras de las que te gustan) solo para que veas que no he podido escribirte una carta. ¡Ah! Y de paso te mandaré un whatsapp para que sepas que ya va para allá. No sea que se pierda y creas que no te escribí.

Una última duda me asalta. ¿Cómo me despido por carta? ¿Adiós? ¿Un beso? ¿Nos vemos? (no creo que eso pase) ¿Ciao? ¿Bye? Bueno dame por despedida y se acabó.

¿Por qué a estas cosas no se les acaba la batería, o la tinta en este caso?

Te dejo sin posdata ni nada, que nunca supe para qué servían.

¡Hasta la próxima desconexión!

miércoles, 8 de abril de 2015

AGITANDO RECUERDOS




El viento mueve sin tregua las hojas de las palmeras; tan distinto al baile de los olivos. ─Se agitan en mi cabeza lamentos de recuerdos─. Suave cadencia de aceitunas frente a la locura de las puntiagudas hojas de la costa. Hoy el viento arrastra el salitre y me recuerda lo lejos que quedan aquellos mares de árboles serenos.


¡Hasta la próxima desconexión!

jueves, 26 de marzo de 2015

ESCRITOR



El escritor es un ser solitario porque en soledad es como se conciben las historias. Camina al anochecer bajo la luz de las farolas intentado pisar su propia sombra, mientras el viento baila los bajos de su abrigo ya que, un escritor camina siempre contra el viento.



¡Hasta la próxima desconexión!

martes, 15 de abril de 2014

IT


La sala de espera estaba vacía y olía a desinfectante. La limpiadora acababa de terminar su tarea, yo era el último paciente, pero un enfermero me acompañaba. Su estómago sobresalía generosamente de sus pantalones, los cuales  sujetaba con tirantes rojos. No sé por qué me recordó a los antiguos mayordomos de grandes señores, la antesala del conde.
Al fin llegó mi turno. Avancé por el frío y gris pasillo, tres puertas a la derecha, y tres a la izquierda, todo era bastante depresivo, paredes desconchadas con evidentes signos de humedad, todo gris.
Puerta número tres. Oftalmólogo, leí. Llamé a aquella puerta de madera barata, algo abombada por la parte baja, parecía que realmente tenían un problema de humedad. Todo con el mismo tono gris, monocorde, el suelo, el techo, las paredes e incluso las puertas. Ya era bastante malo ir al médico, alguien debería empezar a pensar en contratar un decorador, aunque fuera para descubrirles las distintas gamas del gris. Ya estaba divagando, debía pasar, era tarde.
Entré, pero la consulta no era como esperaba. Bueno la consulta era como todas, lo diferente era la atmósfera, el ambiente. Las luces estaban apagadas, esa gran oscuridad lastimó mis ojos enfermos. Cuando se acostumbraron, pude ver en la habitación el típico escritorio y sus dos sillas para los enfermos, pero la única luz que se proyectaba era la de un flexo que apuntaba directamente a los papeles que se agolpaban en la mesa del oculista, reinaba un caos absoluto. Unos veinte sellos se esparcían en el lado izquierdo de la mesa. Varios talonarios de recetas, algo que me sorprendió porque ahora todo va con receta electrónica, y montañas de papeles que supuse eran informes de pacientes anteriores. Detrás del especialista, una ventana cerrada con las persianas bajadas.
Su voz sonó por primera vez, era tan aflautada que pensé que era una doctora. Me fijé mejor en el ser que tenía en frente para descubrí que era la persona más extraña que había visto. Tenía el pelo largo y gris, a juego con todo lo demás, y acababa en mechones puntiagudos cual dibujo manga, ningún peluquero sería capaz de conseguir ese peinado. Su estructura ósea era, como poco, particular, de hombro a hombro no habría más de treinta centímetros, la palabra enjuto era demasiado generosa para describirlo o describirla. Sus dientes con tonos amarillos y afilados, sus manos y cara dejando traslucir sus huesos, y esa blusa estampada, completaban la apariencia de aquel extravagante doctor, doctora, o lo que fuera.
Empezó a remover los papeles que le hablaban de mí:
—Perdone —dije sin especificar, ya que decirle doctor habría sido jugárselo todo a una carta, así que preferí usar simplemente el usted —vine por una inflamación en mi ojo.
—¡Ah! ¿Sí? A ver —Tuvo que apuntarme a la cara con el maldito flexo —¡Ah, es un chalazión! Es una glándula del párpado que se inflama —Me dijo con aquella extraña voz. Acercó su dedo, delgado como una cerilla, a mi ojo  y presionó ligeramente.
—Sí. Vaya, esto habría que operarlo.
—¿Perdón, cómo que operarlo?
—Sí. Sangra bastante, así que tendré que ponerle un anillo en el ojo que haga presión para después sacarlo— Ya me veía como un dibujo animado, con mi globo ocular engordando hasta hacerse del tamaño de un huevo cocido.
Miré a la cara del… oculista y podía verlo relamerse los colmillos con la imagen de mi sangre. Si existiera un Conde Drácula debía ser igualito a él o a ella o a lo que fuera, en ese momento.
Sólo pude decir:
—¿Usted, aquí, con esta luz? —creo que percibió mi pánico por el tembleque de mi voz.
Me miró con sus extraños ojos, abrió el cajón de la izquierda y colocó sobre la mesa una jeringuilla que me pareció enorme, monstruosa. La luz del flexo se reflejaba sobre la aguja y parecía centellear burlona, ante mi miedo.
—¿Ahora?
—No, la operación tendría que ser en el hospital. Pero hay otra solución. Duele un poco—vi como su colmillo se alargaba, o tal vez lo imaginé —Se trata de inyectar directamente el medicamento en el ojo, pero puede reaparecer a los dos meses o así. Eso sí podemos hacerlo ahora.
—¿Usted, aquí, con esta luz? —Sonrió como uno de esos demonios de los cuentos infantiles y sus pulseras de oro resonaron contra el escritorio.
—Sería lo mejor.
—¿Y una pomadita?
Parecía completamente decepcionado o decepcionada, lo que fuera. Abrió el cajón de la derecha y sacó un tubito de unos tres centímetros.
—Por probar. Daño no le hará, sino en seis meses debe volver.
Me levanté arrastrando la silla y le di las gracias sin sentirme capaz de darle la espalda. Caminé hasta chocar contra la puerta, en un segundo estaba de vuelta al pasillo gris. Mis ojos tuvieron que acostumbrarse a la normalidad, y también a la luz. Recorrí el desvencijado pasillo con la sensación de haber escapado por los pelos, no sabía bien de qué o de quién. El enfermero me sonrió.
—¿Todo bien?
—El docto… el oculista me dio una pomada.
—¡Oh! Que bien. Espero que se mejore— Se giró para irse y de su mano cayó una canica que rodó por el deprimente suelo, deslizándose hasta una fila de asientos. Amablemente me ofrecí a recogerla. Me agaché, la cogí, iba a devolvérsela cuando me di cuenta que no era una canica. Se me escurrió de entre los dedos y salí corriendo, el ojo rodó hasta la zapatilla de goma del enfermero, mientras yo corría hacia la salida de emergencia. Sus escaleras también son grises.


¡ Hasta la próxima desconexión!

martes, 21 de enero de 2014

¿UN ROBIN HOOD MODERNO?




Hoy toca almorzar pescado, pensó Oliver mientras daba un bocado a su sándwich de atún. Estaba aceitoso. Se limpió los dedos en su agujereada camiseta en la que Yoda fumando marihuana decía: “Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”.
Se sentó frente a su portátil. Esta vez el encargo no era complicado y el beneficio era más que apetecible. Pirateó la base de datos de la Organización Nacional de Transplantes. Sólo tenía que colocar el nombre del hijo de su cliente el primero de la lista y estaría terminado. Limpio, rápido, sencillo y tremendamente provechoso, sobre todo para él.
Comprobó su cuenta y tras confirmar el pago y hacerlo desaparecer en el entramado habitual, finalizó el trabajo.
-Hora de recuperar el equilibrio- y como si fuera tan sencillo como acceder a su email pirateó la cuenta bancaria de su último cliente.
-Siempre tan generoso- dijo.
Tomó trescientos mil euros y los donó de forma anónima a una fundación contra el cáncer infantil.
-Listo- mordió de nuevo el sándwich de atún y miró su reloj. Le daba tiempo a ver un nuevo capítulo de Big Bang Theory antes de volver a la empresa.

¡Hasta la próxima desconexión!

sábado, 7 de diciembre de 2013

EXTRATERRESTRE EN LA FERIA DE MÁLAGA




Paso por debajo de arco repleto de flores que me da la bienvenida. El calor me golpea a pesar de que el sol queda cubierto por el toldo en la calle principal. Hay cientos de humanos. Las hembras llevan vestidos llenos de lunares y flores de plástico en el pelo. A muchos de los varones les quedan cortan las chaquetas. Pero los especímenes que más me interesan son los humanos más jóvenes. Van por grupos y visten camisetas iguales. El grupo en el que centro mi atención, tiene una camiseta para varones y otras para hembras.
En las de ellos pone delante: “No me mires el culo”. En la parte de atrás pone “TÓCAMELO” Me acerco y descubro que es parte de su ritual de apareamiento, y una competición. Se supone que si una hembra les toca el culo suman puntos, si lo hace un varón resta. Creo que está relacionado con el alcohol, algo sobre pagar las copas, pero no lo entiendo bien.
Las hembras llevan camisetas rojas que ponen: “Las chicas buenas van al cielo, las malas a la Feria de Málaga”. Lo que me hace suponer que no debe haber ni una buena chica en esta tierra. Las observo, pero parecen inofensivas. Me fijo en que todas llevan una pequeña muñeca vestida con lunares prendida a sus generosos escotes. Me acerco, pero tarde descubro que mi interés ha sobrepasado el límite, porque mi nariz casi toca su pecho y antes de poder retroceder resuena como un látigo en mi cara su mano. Me late donde me ha pegado. No sé qué come esta humana, pero casi hace que el globo ocular izquierdo de mi disfraz de veinteañero salga despedido calle abajo. Tengo que colocármelo con disimulo, mientras se va riendo. Las hembras no son tan inofensivas como creía- pienso mientras me restriego la zona dolorida.
Quiero integrarme así que copio una de las camisetas. En dos minutos tengo cinco puntos. Mi parte trasera está tan manoseada, que ni me doy cuenta cuando la chica del bofetón me da el sexto punto. Sus rituales de apareamiento realmente son muy extraños.
Es hora de probar su bebida. Preparan un raro mejunje. Pero lo más curioso es que lo están haciendo en un cubo para fregar. Le ponen un polvo marrón, algo que llaman lima, limón y alcohol blanco, ¡ah! Y unas hierbas que huelen bien. Vuelven a competir. Esta vez por el sabor de ese oscuro líquido. No sé como sabe aún, pero uno de los hacedores ha terminado en una fuente con agua estancada. Ha perdido. Todos meten sus manos en el cubo junto con sus vasos de plástico. Es poco higiénico, pero reconozco que el brebaje está bueno. Lo llaman mojito. No sé si es porque todos se mojan las manos para obtenerlo del cubo, o porque el que pierde va al agua. No lo sé. Me acercan un raro recipiente, al abrirlo huelo otro tipo de alcohol, y dentro hay gominolas con forma de oso. Cojo  una y la trago. Está fuerte y dulce al mismo tiempo. Los dedos se quedan pegajosos. Esa viscosidad no puedo quitármela ni metiendo las manos en el agua que se forma al derretirse los hielos de las bebidas. Es una sensación asquerosa. Me pego en todas partes, pero aún así, repito cada vez que me acercan el recipiente. Mi visión empieza a desenfocarse. Creo que es lo que llaman estar borracho. Un buen momento para acercarme a aquellos que acaban de decir que sus chistes sólo los entienden los borrachos. Al ir hacía allí tropiezo con mis propios pies y acabo tocándole el culo a uno de ellos.
-Acabas de restarme un punto- Se ríe y como venganza me hace beber una copa de un trago.
El líder, que hace un momento colgaba boca abajo agarrado al tronco de un árbol, decide que es el momento de dirigirse a un lugar al que llaman pub. Nos vamos de expedición. Hacemos una hora de cola frente al local. Entramos, pero la música taladra mis oídos. No sé cómo estos humanos lo soportan. Los recubro con una fina película y continúo.
Está abarrotado. Todos sudan, huele a alcohol, creo que es por su sudor. Alguien pasa a mi lado y dice: “Estoy sudando Cartojal” No sé que es, pero debe ser lo que huelo.
En el pub hay más grupos de humanos vestidos con similares camisetas. Puedo leer: “Si estás leyendo esto, es que aún no hay suficiente gente en este local”. Me río. Creo que empiezo a pillar los chistes de borracho.
Me llaman. He perdido la competición, y me toca invitar a las copas. Espero que acepten la visa intergaláctica. 

¡¡¡Hasta la próxima desconexión!!!!

domingo, 9 de octubre de 2011

BARRERAS



"Corría escaleras arriba, desesperadamente, parecía no percibir que cuando llegara a la cima sólo tendría dos opciones, o dar la vuelta y regresar al mismo punto, o saltar al vacío"



La profesora dejó de leer, y preguntó a sus alumnos:


-¿Qué pensaís que nos quiere decir este párrafo?



Dos alumnos levantaron las manos.


- Que alguien perseguía al personaje principal e intentaba huir de él, pero no iba a tener demasiada suerte...



-Yo creo que es el anuncio de un suicidio. Para mí que es alguien desesperado que quiere salta.



La profesora miró a sus jóvenes alumnos y sonrió.



- ¿En qué lugar del texto se menciona a un perseguidor?


El segundo alumno sonreía, pensando que su conjetura había sido la acertada y se regocijaba en su victoria.


- ¿En qué lugar del libro se dice que la escalera sea tan álta como para suicidarse?



- ¿Y si os dijera que es un niño pequeño, que asciende las escaleras del portal de su casa, mientras juega, para saltar una y otra vez desde la más alta al suelo?



-La imaginación es algo precioso. Algo que no debéis perder jamás, pero hay que tener cuidado de no confundir la imaginación con las "barreras mentales". Pensamos que algo debe ser como creemos y no movemos un ápice de nuestra mente, para ver una nueva posible versión de los hechos.



No dejéis que vuestras "barreras mentales", os conduzcan por la vida como un caballo de feria. Con los ojos tapados a las posibles alternativas.



Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!



PD Hace mucho que no pasaba por mi propio blog imaginad lo que hace que no paso por el resto. Pero hoy me desperté pensando en lo que yo llamo "barreras mentales" y quise compartirlo.


Un saludo a todos.