domingo, 28 de febrero de 2016

EL INFRANQUEABLE


Te crees el gran señor. El infranqueable. Te haces llamar mar, pero eres un huerto sembrado con los huesos de mi gente; un cementerio que oculta bajo sus aguas las muertes de personas que vienen huyendo, que ahoga los gritos de la desesperación. Eres el abismo que no se nos permite cruzar. La frontera que levantan los “señoríos” y nos niega una oportunidad de vivir. Paladín de la indiferencia humana, abanderado de la miseria y la desigualdad, guerrero de los opresores, que lanzas tu oleaje contra nuestras cáscaras de nuez y presumes de tu fuerza. Remolinos de niños sin vida llegan a tus orillas como tristes rastros de las batallas perdidas. Luchas desiguales en tierra y mar. Tú, Mediterráneo, que presumes de tus aguas y tus colores, no presumas, tu fondo está lleno de muertos.

Hasta la próxima desconexión.

PD Feliz día de Andalucía a todos mis paisanos. (Aprovecho la entrada para decir que no podemos olvidar que el Mediterraneo que baña nuestras playas fue cuna de civilizaciones, no lo olvidemos, mantengamos ese espíritu)

lunes, 22 de febrero de 2016

AÚN TENEMOS TIEMPO



―Ven siéntate aquí. No seas así.
―No puedo entenderte.
―Qué quieres entender. Qué quieres que haga. Ya es suficiente, debes aceptarlo.
―No. ¡No, joder, no! ¿Qué quieres que acepte? No puedo y no quiero. No lo haré.
―No ganas nada así, por favor siéntate en la cama conmigo, quiero tenerte cerca.
―Es que no es normal.
―¿El qué?
―Ha pasado algo y no quieres decírmelo. Lo sé. Si no, ¿por qué esta actitud sumisa? No me mires como si estuviera loco mientras te veo menguar en esa estrecha y horrible cama, me dan ganas de llorar.
―Eso no me ayuda.
―¡Quiero llorar y quiero gritar hasta que se me agote cada músculo del cuerpo, hasta que mi cerebro no sea capaz ni de saber dónde estoy o hasta que toda esta rabia me salga del pecho! Ojalá pudiera echar el tiempo atrás.
―¿Para qué? ¿Harías algo diferente?
―Para empezar no haría como que no pasaba nada cuando descubrimos que te habías contagiado. Patalearía, insultaría y no fingiría ser más fuerte que la muerte. No volvería a menospreciarla.
―Ya es tarde para enfadarse y gritar.
―Pues no. No. No quiero que te des por vencido, podemos seguir probando con los antirretrovirales… No dejaré que te rindas, ¿me oyes?
>>Al menos deberías estar enfadado, decepcionado o… ¡indignado! No sé. ¿No crees que esto es injusto? Es que no te preguntas por qué tienes que ser tú. A mí me ahoga todo el llanto que no he podido derramar en este año y tú me miras desde esa apatía que no puedo comprender. Sí, esa. No me mires así.
>>“Llorar es estúpido” “Enfadarse no es la solución”… y todas esas grandes frases que te has aprendido y que parecen sacadas de un libro de autoayuda. Dime, ¿de dónde salen? ¿Hay un libro de “Autoayuda para morir” o “Resígnate a una buena muerte”?
―Deja de decir tonterías y tranquilízate. Aún nos queda tiempo.
―No el suficiente.
―Nunca es suficiente. ¿Conoces a alguien que haya tenido “suficiente vida”? Lo mejor es aprovechar el tiempo que tenemos.
―No. Porque para ti eso significa rendirse. Ya no quieres pelear, ni siquiera por mí. Has dejado la medicación. Me dijiste: “Estoy listo”. ¡Decidiste que era el momento de aceptarlo, pero yo no! Me has oído, yo no estoy listo. No vuelvas a pedirme que me siente a tu lado en esa asquerosa cama.
―Está bien. Aún tenemos tiempo.

Hasta la próxima desconexión.

lunes, 15 de febrero de 2016

VETE Y NO REGRESES




Te odio. Te pasas el día picándome y cada día estás más gordo. Cuando creo que me he librado de ti reapareces como si tal cosa. Sin motivo. Me duele. Estoy tan cansada de ti; he pedido ayuda para conseguir que te vayas pero ninguna de las cosas que he probado parece funcionar. Siento ganas de llorar pero eso solo conseguirá agravarlo todo. Vete. ¡Vete! ¡Sal de mi vida, maldito orzuelo! 

Hasta la próxima desconexión.

domingo, 7 de febrero de 2016

EN LAS TABLAS



Subo, las tablas del teatro crujen bajo mis pies. Oigo los murmullos tras el telón. Las luces apagadas, la respiración contenida, el sudor empieza a escaparse corriendo por mis sienes. Ajusto el chaleco y carraspeo. El telón hace el típico “ras, ras”, ese sonido que me acompaña desde que era adolescente, preludio del alzamiento. Mis compañeros preparados, tensos como yo. Esperamos todo el año para este momento, no solo hemos practicado sobre un escenario, sino con nuestro vivir.

Algunos nos llaman payasos y otros juerguistas, se piensan que bajo este disfraz me escondo para clamar lo que no dije cada día de este largo y horrible año. No se confundan, señores, no llevamos disfraces sino pinturas de guerra, los colores de la libertad: la libertad de expresión y la libertad del pueblo, que cada año ruge en los teatros, y grita, a garganta abierta, las verdades, los sufrimientos y las penas de la gente que no sale en las noticias. No, señores, no se confundan, yo no vengo a divertirme ni a emborracharme entre bambalinas, soy el heredero de esta tradición que incluso costó vidas y encarcelamientos en otras épocas que ya no parecen tan lejanas. Vengo cargando sobre mis hombros el quejío de mi pueblo, y lo hago cantando, acompañado de guitarras y bandurrias, de voces templadas y llenas de rabia, de golpes de pecho y de alguna que otra lágrima. Vengo cargado de impotencia y de orgullo. Y ya pueden… ya pueden criticarnos por soberbios, por fantoches y por vagos, pero sigo aquí, de pie tras el telón, esperando sin esperanza que se avergüence el protagonista del pasodoble de mi comparsa. Y seguiré cantando.

Hasta la próxima desconexión.

lunes, 1 de febrero de 2016

SIRENA



Jamás has llorado, dices. Ni al nacer, ni cuando estás triste o tienes roto el corazón. Ni si estás alegre o a solas y deprimida. Jamás has visto tus lágrimas rebasar la línea de tus ojos y recorrerte el rostro. Anhelas descubrir tu propio llanto, pero ¿cómo y cuándo podrías lloras, Sirena?
Desde la infancia te contaron que el mar fue creado por el llanto de las primeras sirenas, que esa era la razón de su cristalina apariencia y de su salado sabor. Los océanos, los mares, fríos como la misteriosa pena por las que se escapaban las lágrimas de sus ojos.
Te haces preguntas.
¿Las sirenas habéis agotado todo vuestro llanto?, ¿sólo pudisteis llorar en aquel momento? O ¿tal vez, seguís llorando sin saberlo? ¿Es posible que seáis la fuente de la que manan esos inmensos océanos? ¿Cómo saberlo?
Tal vez…

Solo tal vez… deberías salir a la superficie, y conocer la verdad.

Hasta la próxima desconexión