
Se había tenido que sentar. No es que estuviera cansada, sino que sus piernas no lo sostenían. Con los tobillos cruzados y la espalda tensa, se dispuso a abrir el sobre que esperaba encima de la mesa. La cogió con esa única intención, pero el temblor de sus manos era tal, que no puedo sostenerla, y cayó de nuevo a la mesa... regresando a la espera.
Trató de calmarse. Respiró profundamente, estiró sus dedos y se preparó mental y físicamente para el segundo intento, pero sus manos no paraban de convulsionarse, tan enérgicamente que le resultaba imposible coordinarlas para rasgar el sobre.
Tuvo que volver a desistir. Se dispuso a aplicar todas la técnicas de relajación que había aprendido en esos años. Centró su energía, acomodó su respiración e intentó liberar su mente. No era algo que fuera a conseguir en ese momento, pero al menos el mero intento lo mejoró. “A la tercera va la vencida” o eso se repetía. Sus manos, en el nuevo intento, se posaron sobre la carta y aunque inseguras, esta vez logró mantenerlas controladas el tiempo necesario para abrirla. Desdoblaba los pliegues del papel todo lo rápido que podía porque sentía como el ataque de pánico o de ansiedad (nunca supo distinguir esos términos) corría a su encuentro. El corazón empezaba a latirle como caballo desbocado, y la respiración se entrecortaba y agitaba hasta el punto de llegar caso a hiperventilar...
Comenzó a leer la carta...
...
...sus ojos permanecían fijos en un punto concreto del escrito. Sintió como estos se le llenaban de lágrimas, tanto que parecían aumentar de tamaño, como si sus globos oculares fueran hinchándose y estuvieran a punto de estallar, pero no quería dejarlo salir, se negaba. Tanto así que sus ojos llegaron, realmente a dolerle de la presión. Pero no lloraría, no lo haría, no ahora.
Dejó la carta sobre la mesa...
Al descubierto quedó la frase que había fijado su atención de aquella terrible manera, la que creó aquella situación, la que dio lugar al presente desenlace, y antes al previo agónico que había experimentado. Sólo aquella frase...
LA COMPATIBILIDAD DEL DONANTE ES DEL 98.9% la operación es viable, se procederá a la misma, para ello póngase en contacto con...
...
Ahora todo era posible. Los planes de futuro, los sueños, la felicidad, al menos la suya y bastante le había costado, no era el momento de pensar en el donante, no ahora, no en este momento. Tampoco era el momento de pensar cómo lo había logrado, no ahora, puede que nunca. Tal vez después de la operación podría volver a pensar en lo que estaba mal en el tráfico de órganos, pero no ahora, no era el momento....
(Junto a la carta sin remite del “donante” se encontraba otra carta, aun por cerrar... El título del escrito era: CARTA DE RENUNCIA, la firma del mismo: Director del Banco de Órganos de ....(qué importa dónde)
Hasta la próxima desconexión!!!!
Trató de calmarse. Respiró profundamente, estiró sus dedos y se preparó mental y físicamente para el segundo intento, pero sus manos no paraban de convulsionarse, tan enérgicamente que le resultaba imposible coordinarlas para rasgar el sobre.
Tuvo que volver a desistir. Se dispuso a aplicar todas la técnicas de relajación que había aprendido en esos años. Centró su energía, acomodó su respiración e intentó liberar su mente. No era algo que fuera a conseguir en ese momento, pero al menos el mero intento lo mejoró. “A la tercera va la vencida” o eso se repetía. Sus manos, en el nuevo intento, se posaron sobre la carta y aunque inseguras, esta vez logró mantenerlas controladas el tiempo necesario para abrirla. Desdoblaba los pliegues del papel todo lo rápido que podía porque sentía como el ataque de pánico o de ansiedad (nunca supo distinguir esos términos) corría a su encuentro. El corazón empezaba a latirle como caballo desbocado, y la respiración se entrecortaba y agitaba hasta el punto de llegar caso a hiperventilar...
Comenzó a leer la carta...
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...sus ojos permanecían fijos en un punto concreto del escrito. Sintió como estos se le llenaban de lágrimas, tanto que parecían aumentar de tamaño, como si sus globos oculares fueran hinchándose y estuvieran a punto de estallar, pero no quería dejarlo salir, se negaba. Tanto así que sus ojos llegaron, realmente a dolerle de la presión. Pero no lloraría, no lo haría, no ahora.
Dejó la carta sobre la mesa...
Al descubierto quedó la frase que había fijado su atención de aquella terrible manera, la que creó aquella situación, la que dio lugar al presente desenlace, y antes al previo agónico que había experimentado. Sólo aquella frase...
LA COMPATIBILIDAD DEL DONANTE ES DEL 98.9% la operación es viable, se procederá a la misma, para ello póngase en contacto con...
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Ahora todo era posible. Los planes de futuro, los sueños, la felicidad, al menos la suya y bastante le había costado, no era el momento de pensar en el donante, no ahora, no en este momento. Tampoco era el momento de pensar cómo lo había logrado, no ahora, puede que nunca. Tal vez después de la operación podría volver a pensar en lo que estaba mal en el tráfico de órganos, pero no ahora, no era el momento....
(Junto a la carta sin remite del “donante” se encontraba otra carta, aun por cerrar... El título del escrito era: CARTA DE RENUNCIA, la firma del mismo: Director del Banco de Órganos de ....(qué importa dónde)
Hasta la próxima desconexión!!!!