sábado, 26 de octubre de 2013

UN DÍA CUALQUIERA





Aquel día comenzó como cualquier otro. Tumbado sobre su costado izquierdo, se giró antes incluso, de que su móvil se iluminara y sonara aquella vieja canción, que había llegado a odiar.
Necesitaba cambiarla.
En treinta minutos estaba vestido, había desayunado y se disponía a ponerse en camino. Pero antes, debía revisar su correo personal. Durante la noche podía haber sucedido muchas cosas. También debía echar un ojo al correo del trabajo, sólo por si acaso. Además necesitaba con urgencia abrir su facebook, su twitter, su instagram, el perfil de su blog y el de su foro, revisar los periódicos y por supuesto, la agenda y las notificaciones y recordatorios para el día que avecinaba.
Cuando se dio cuenta, llevaba más de cuarenta minutos de retraso. Iba a perder el tren y lo peor de todo, la batería del teléfono ya iba por el cincuenta por ciento.
Cada vez se consumía antes, no podía explicarse por qué.
Salió corriendo. Por las escaleras se cruzó con varios vecinos, no los saludó. En fin, apenas los conocía.
En su trayecto a la estación revisó de nuevo los tweets más recientes y contestó un par de ellos. Sus amigos virtuales siempre estaban allí para escucharle, y si deseaba estar solo, con ignorar el móvil o silenciarlo, todo solucionado.
Llegó a la estación, compró el billete y casi voló para alcanzar el último vagón, antes de que el tren iniciara su marcha.
Un minuto, tal vez menos, tardó en descubrir que el teléfono móvil no estaba en su mano. Debió dejarlo caer antes de subir al tren. O tal vez en la taquilla.
De pronto en su cabeza surgieron miles de imágenes: tweets no contestados, recordatorios de citas que ya no recordaba, emails, actualizaciones de estado, el facebook…
Ni siquiera notó cuando su mano aferró el freno de emergencia del tren. Con el ímpetu de su corazón latiendo en sus sienes, abrió la puerta del vagón, sin reparar en que éste aún no se había detenido y saltó. La velocidad era mayor de lo que se apreciaba y cayó con fuerza contra el suelo, golpeándose la cabeza.
Todo se volvió negro, como si su batería se hubiera quedado a cero.
Aquel día nadie lo extrañó.

Hasta la próxima desconexión!! 

2 comentarios:

Tristancio dijo...

Celebro tu regreso y tu relato... una fotografía certera y reflexiva de lo que somos y de lo que estamos dejando de ser... (me recuerda a muchos que conozco).

Saludos...

Castigadora dijo...

Gracias por la bienvenida y por pasarte por aquí después de tanto tiempo. No sabía si alguien me leería de nuevo. Siempre un placer tenerte por aquí. Yo también conozco a muchos así. Pero espero que no acaben igual que éste.
Saludos