Era una fiesta cualquiera, fui para que mis amigos dejaran de atronarme los oídos con lo bien que podría
pasármelo, lo estupendo que podría ser salir a relajarse un poco y cómo íbamos
a reírnos al irrumpir en aquella fiesta de pijos e hijitos de papá, sin ser
invitados. Llevaba allí cuarenta minutos y ya estaba hasta el gorro de tanta
tontería, chupitos de colores, cojines a juego en los sofás, polos de Ralph Lauren
y esa jodida pecera que me daba ganas de ir al baño cada quince minutos.
Cuando había tomado
la firme decisión de irme, se abrió la puerta de la terraza y ella apareció.
Todas las luces de la fiesta se atenuaron haciéndola resaltar sobre todo lo
demás, como cuando te quedas mirando fijamente una vela. Si esto fuera una de
esas películas románticas yo habría encontrado la manera de poder hablarle,
pero esto no es ni parecido a una novela romántica. De hecho la noche acabó
conmigo vomitando en la puerta del bloque todos aquellos estúpidos y coloridos
chupitos. Pero eso no es lo peor, lo peor es que lo hice cuando ella salía y
puse perdidos sus zapatos. Su cara de asco fue tal, que de sus ojos salieron
astillas que se me clavaron en el pecho. La sangre fluía y seguía manchando,
aún más, toda su indumentaria. Un completo desastre, pero al menos no olvidaría
mi cara, jamás.
Pensaréis que
salí corriendo y desaparecí como si mi vida dependiera de ello, pero no. Dando
cambaladas seguí su paso, a distancia, (no se fuera a asustar o peor, no
volviera a herirme) hasta una esquina en la que surgió, rugiendo, una moto de
gran cilindrada. Ella miró en todas direcciones antes de montarse. Por un
momento se cruzaron sus sorprendidos ojos con los nebulosos míos y se perdió en
la noche. Conforme se iba alejando, las gotas empezaron a golpearme, toc,
toc, toc, toctoctoc, un aguacero se cernía sobre mi cabeza desde una única e
irónica nube. Regresé a la fiesta, totalmente empapado, y mis amigos, atónitos,
me preguntaron: “¿Te caíste a una fuente o algo así?” La borrachera se había disipado,
y era la hora de volver a casa, “como la Cenicienta” se carcajearon todos. Sus
risas malintencionadas repicaban como campanas en mi cabeza, salí de allí.
Según dicen,
los recuerdos son engañosos y no hay que hacerles caso, te muestran una versión
distorsionada de lo ocurrido en tu vida. Pues en mi caso, no. Tengo una memoria
colosal, jamás olvido y soy un poco masoquista así que tiendo a recordar solo
lo malo, sin paños calientes, puede que hasta con algún toque dramático por mi
parte. Soy lo que he llamado un “autofustigador”, ¿cómo aquellas personas que
se infligen dolor a sí mismas? Pues así, pero sin cuchillas que corten las
muñecas, lo mío es más mental. Como decía, esa mañana recordaba con mucha
viveza todo lo que había pasado en la fiesta, lo que había hecho, y lo que no.
¡Y esa horrible moto, y su horrible ruido con su horrible piloto!
No fue hasta
la tarde, que volví a ver a los cafres de mis amigos, cuando pude interesarme,
por decirlo suavemente, por la chica a la que había vomitado, ya sabéis, para
disculparme o, como les dije a ellos, para saber de quién reírme cuando
volviera a verla.
Alucinado me
quedé. Cenicienta. Osea, no es que fuera “La Cenicienta” sino que ese era su
apodo, porque se iba de las fiestas la primera, y no dejaba que nadie la
acompañara a casa por la noche. Claro, pensé, para qué iba a dejar a nadie, si
ya tenía quien la llevara a casa. Cuando iba a contarles lo que había visto y
aclararles que no era más que un novio motorista lo que ocultaba y con lo que
me había hecho trizas el alma (sí, ese es mi punto dramático, ya os lo advertí)
una mano se posó en mi boca, liviana como el algodón de azúcar, y ¡pegajosa! Me
arrastró hacia una esquina de la calle, no me resistí en absoluto, puesto que
era Cenicienta quien me sujetaba y me miraba iracunda. No sé por qué pero eso
me hizo mucha gracia. Me soltó en cuanto estuvimos lo suficientemente lejos del
grupo de mis amigos, que gritaban y saltaban como los orangutanes, o como yo
creo que hacen los orangutanes (jamás pisé un zoo)
La
conversación fue algo surrealista:
―Oye tú, ¿era
de mí de quién hablabais? ¿No se te habrá ocurrido decirles nada no? Encima que
me estropeaste el vestido y los zapatos, encima que fui amable cuando estabas
hecho un guiñapo, encima que…
―Para, para…
que no puedo seguirte. ¿Respiras entre frase y frase? ¡La virgen!
―¿Cómo?
―Nada, nada,
que vayas más despacio.
―¿Qué- les-
has- contado- a- esos- de- anoche? ¿Te vale así? ―me dijo haciendo una pausa en
cada palabra.
―Pues… nada,
tía. Si no sé ni de qué coño me hablas.
¿Qué tengo que NO contarles? ―enfaticé.
―No te hagas
el loco, me viste irme.
―Oh, eso. No
sé qué más te da que sepan que tienes a alguien que te recoge. Qué raras sois
las tías.
―Mira, primero
las “tías” no somos raras, ¿sabes? Y segundo, no quiero que sepan que mi padre
viene a recogerme cada noche que salgo.
―¡¿Tu padre?!
―el sol volvió a resplandecer en el cielo. Casi hago un triple salto mortal,
pero me podría romper la columna así que mejor sonreír como un idiota, que eso
se me da de fábula, por cierto.
―¡Podrías no
gritar! No te hagas, lo viste.
―Bueno, vi a
alguien pero no sabía quién era. Llevaba casco. ¿Do you know?
―Ah, claro, no
lo pensé. Joder. Seré imbécil.
―Bueno, bueno,
haya calma. Te preocupa que se lo cuente, por qué.
―Porque, a
ver, muy normal no es. Que tengo una edad ¡joder! Y no me deja salir a ningún
sitio. Que sigo teniendo toque de queda, que está paranoico, que…
―Ahí vamos
otra vez sin respirar ―Sonreí. Y ella, después de entornar los ojos un segundo,
aflojó el rostro y también la sonrisa. ―Madre mía.
―¿Qué?
―No, nada,
creo que necesito unas gafas de sol ―Cenicienta puso los ojos en blanco y yo me
reí.
Desde ese
momento, (pues no, no es una peli romántica, ya os lo dije) nos hicimos buenos
amigos. Bueno, más bien ella se hizo mi amiga, porque yo, yo estaba derretido
de amor. Pero oye, a mí me enseñaron que “quien la sigue la consigue” y ¿quién
soy yo para llevarle la contra al refranero español?
Solo diré que
quedábamos en los cruces de las calles, y que cuando ella se animó a saltarse
el toque de queda las farolas se apagaban a su paso para camuflar sus salidas,
y no le hacía falta luz, porque de ella emanaba la suficiente. O así lo
recuerdo yo y ya sabéis que mi memoria es colosal.
Una noche,
meses después de nuestra primera conversación, cuando las ojeras me llegaban a
los tobillos y tenía que recogérmelas con las pinzas de la ropa, en uno de esos
encuentros furtivos, justo el día que tenía planeado decirle que lo de amigos
ya no me molaba (bueno no con esas palabras pero ese era el mensaje) justo
cuando iba a decírselo, (no como esas dos docenas de veces anteriores, esta iba
de verdad) justo entonces, el cielo se oscureció, y un grito dibujó un
relámpago que hizo vibrar la calle y las ventanas estallaron en mil pedazos.
Fue entonces cuando lo vimos: primero la moto, luego el motorista.
Hasta la próxima desconexión.
PD Tras un tiempo de retiro, regreso, aunque aún pasarán unos días antes de que me ponga al día con "mis lecturas obligadas"
18 comentarios:
Y pensar que yo me contenía de beber, sin saber que de borracho también se liga.
Me alegra volver a leerte.
Besos
Chaly desde siempre se ha ligado borracho. Jaja. Te prometo volver pronto para leerte yo a ti.
Besos
He disfrutado un montón leyéndote. Sigue al refranero siempre. "Quien la sigue..." A poder ser sin que aparezca la moto y el motorista. Un abrazo.
Mara, gracias por tus palabras.
Ya estoy por aquí así que paso a leeros a todos
Kisses
Me alegro dar con tu blog!!Unas entradas muy interesantes
Ha sido un placer el leerte
Abrazos Victoria
Victoria: Gracias. Un placer tenerte en mi pequeño rincón.
Un abrazo.
a veces la memoria nos juega malas pasadas y nos hace recordar las cosas más bonitas de l que fueron, pero es una historia muy entretenida... esperaremos pues la continuación ;)
Beauséant, a veces el mundo tiene más magia del que ven los ojos normales.
Besos
A la moto y al motorista tenían que temerle los ministros del viejo régimen pero ¿ahora?
Bueno, moto y motorista son un buen pie para comenzar esta intrigante historia.
Me has entretenido de lo lindo esperando tu siempre sorprendente final ¡escritoraza!
Y gracias por tanto comentario. Me has apabullado... y encantado.
Un beso... desconectando...
· LMA · & · CR ·
Ñoco. es que te he echado de menos. Y tenía que retomar tus lecturas. Esta semana voy echando humo por los rizos pero la que viene ya estaré mejor para seguirte. Mi cariño te apabulla eso es bueno :p
Besos de cristal.
Un bravo para vos y tus letras
Gracias Recomenzar. :p
Un final sorprendente, que me sugiere a su vez varios finales para este divertido cuento que he seguido con mucha curiosidad y una sonrisa hasta el final.
Lo confieso, esperaba un final de película, en cuanto las farolas han entrado en liza cómplices de Cenicienta y su amigo que quería dejar de ser sólo amigo...
Un placer leerte.
Un beso,
Tesa, di que sí, tú eres de las mías, los finales que sean felices. Jajaja. En cuanto pueda la sigo pero a ver si me da el tiempo.
Besos
Buenisimo, estoy en ascuas por saber el resto. Un abrazo desde Chile!
Carmen. Gracias por venir a mi rincón. En esta época del año es difícil para mí escribir pero en poco tiempo regreso a contar el resto jajaja.
Un beso desde España.
touché ;)
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