Pablo no sabía que hacer, se quedó con su soledad, reencontrada, y su indecisión, tratando de asimilar lo ocurrido. Estuvo así cinco minutos, posiblemente los minutos más extraños de los últimos tiempos. De improviso, la luz se hizo dentro de él, desde el fondo del estómago, invadiéndolo. Salió corriendo, devorando los muchos metros que le separaban de la puerta de embarque. Pasó junto a los monitores, buscó el vuelo que debía tomar y sus pies apenas tocaban el suelo. Iba ligero, mucho menos pesado que antes, nada lo retenía (o tal vez era que había olvidado su maleta en la cafetería) pero fuera como fuese, ahora todo él era aire, viento enfurecido, que atravesaba espacios enormes sin reparar en obstáculos.
No podía perder el tiempo, tal vez, no era demasiado tarde. Sentía los pulmones a punto de reventar, pero se dio cuenta que era peor dejarla ir, porque tal vez no fueran los pulmones lo que reventara, sino algo mucho más importante.
Llegó a la puerta de embarque, justo cuando iban a cerrarla. Gritó, gesticuló, hasta que lo vieron. La azafata un poco sorprendida, le dijo que estaban a punto de despegar, que casi no llegaba, y le solicitó la tarjeta de embarque. Pablo enseñó la suya, mientras imaginaba, como segundos antes Laura había cruzado esa misma puerta. La azafata muy amablemente le explicó que se había confundido de vuelo, y cerró la puerta tras de sí.
Intentó explicarle la situación, la desesperación transformaba su rostro, y no podía entenderlo, ni siquiera él se reconocía en aquel sujeto, fuera de sí. Vio la cara de terror de la chica y comprendió que era inútil seguir intentándolo. Aquello había terminado, había vuelto a perderla.
Se disculpó, dio media vuelta y se alejó de aquella puerta que cortaba la conexión, con aquella parte de sí mismo que aun no había olvidado.
La historia volvía a repetirse, aun podía recordar, como veinte años atrás, había sido él quien se había ido dejándola sola, de pie en la estación de tren. Aun podía ver su rostro alegre, cuando subió al vagón y como aquella sonrisa se transformó en llanto, cuando lentamente el tren se lo lleva lejos y creía que él ya no podía verla. Ahora sabía como se sentía, sola en aquella estación, ahora probaba las amargas hieles, consecuencia de su cercanía, pronta, inesperada, fresca, y de su perdida repentina, sin sentido, sin avisar, sin piedad, sin justicia. Ahora era él quien quedaba solo y lleno del sabor amargo de la felidad perdida.
De pronto, como en un sueño, volvió a escucharse la voz por megafonía: “Pablo Jiménez tiene una llamada acuda a los teléfonos más cercanos”
Como un autómata se encaminó a los teléfonos de la cafetería, que no eran los más cercanos, pero quería saber si su equipaje aun estaba allí, aunque no contaba con ello.
Seguía rumiando su mala suerte (por llamarlo de algún modo) cuando descolgó el teléfono y se identificó. Al otro lado de la línea la señorita, le dijo un escueto “lo paso”. Pero tras el habitual clic, no había nadie
-¿Sí? ¿Hola?
-Lo siento señor, parece que se ha cortado.
-Gracias-y colgó.
Cuando se dio la vuelta estaba parada frente a él. Pablo no podía moverse, no sabía si estaba alucinando, debía estar volando, pero estaba allí. Laura dio un paso hacia él y le dijo:
-Se me olvidó decirte una cosa y no quería irme sin hacerlo.
Él no podía articular palabra. Su garganta se había cerrado, como si una mano, muy caliente aferrara su cuello, dejándolo quieto, sin moverse, ahogado en su propia voz.
No podía perder el tiempo, tal vez, no era demasiado tarde. Sentía los pulmones a punto de reventar, pero se dio cuenta que era peor dejarla ir, porque tal vez no fueran los pulmones lo que reventara, sino algo mucho más importante.
Llegó a la puerta de embarque, justo cuando iban a cerrarla. Gritó, gesticuló, hasta que lo vieron. La azafata un poco sorprendida, le dijo que estaban a punto de despegar, que casi no llegaba, y le solicitó la tarjeta de embarque. Pablo enseñó la suya, mientras imaginaba, como segundos antes Laura había cruzado esa misma puerta. La azafata muy amablemente le explicó que se había confundido de vuelo, y cerró la puerta tras de sí.
Intentó explicarle la situación, la desesperación transformaba su rostro, y no podía entenderlo, ni siquiera él se reconocía en aquel sujeto, fuera de sí. Vio la cara de terror de la chica y comprendió que era inútil seguir intentándolo. Aquello había terminado, había vuelto a perderla.
Se disculpó, dio media vuelta y se alejó de aquella puerta que cortaba la conexión, con aquella parte de sí mismo que aun no había olvidado.
La historia volvía a repetirse, aun podía recordar, como veinte años atrás, había sido él quien se había ido dejándola sola, de pie en la estación de tren. Aun podía ver su rostro alegre, cuando subió al vagón y como aquella sonrisa se transformó en llanto, cuando lentamente el tren se lo lleva lejos y creía que él ya no podía verla. Ahora sabía como se sentía, sola en aquella estación, ahora probaba las amargas hieles, consecuencia de su cercanía, pronta, inesperada, fresca, y de su perdida repentina, sin sentido, sin avisar, sin piedad, sin justicia. Ahora era él quien quedaba solo y lleno del sabor amargo de la felidad perdida.
De pronto, como en un sueño, volvió a escucharse la voz por megafonía: “Pablo Jiménez tiene una llamada acuda a los teléfonos más cercanos”
Como un autómata se encaminó a los teléfonos de la cafetería, que no eran los más cercanos, pero quería saber si su equipaje aun estaba allí, aunque no contaba con ello.
Seguía rumiando su mala suerte (por llamarlo de algún modo) cuando descolgó el teléfono y se identificó. Al otro lado de la línea la señorita, le dijo un escueto “lo paso”. Pero tras el habitual clic, no había nadie
-¿Sí? ¿Hola?
-Lo siento señor, parece que se ha cortado.
-Gracias-y colgó.
Cuando se dio la vuelta estaba parada frente a él. Pablo no podía moverse, no sabía si estaba alucinando, debía estar volando, pero estaba allí. Laura dio un paso hacia él y le dijo:
-Se me olvidó decirte una cosa y no quería irme sin hacerlo.
Él no podía articular palabra. Su garganta se había cerrado, como si una mano, muy caliente aferrara su cuello, dejándolo quieto, sin moverse, ahogado en su propia voz.
-Pensé que no era apropiado decírtelo por teléfono- ella se acercó un poco más colocó sus labios cerca de su oido y dijo- TE HE ECHADO DE MENOS.
Era una frase sencilla, pero era justo la frase que él quería escuchar de ella, y ambos lo sabían.
Era una frase sencilla, pero era justo la frase que él quería escuchar de ella, y ambos lo sabían.
Pablo aun mudo de la impresión, recordaba dentro de su cabeza, con vividas imágenes, como se conocieron, sus vivencias, sus confidencias, sus apoyos en los malos ratos, sus locuras compartidas, y también como se había separado.
Ahora se encontraban de nuevo. Y era justo ahora, en ese momento, cuando Pablo comprendió la causa de sus “huecos internos”, de sus fracasos sentimentales. Era simplemente que la buscaba a ella, en todas las demás.
Laura empezaba a sentirse un poco desilusionada. Tal vez, él no había sentido lo mismo que ella, ahora debía estar en el avión rumbo a su vida de siempre, y sin embargo estaba allí, como si tuviera quince años, así se sentía, dispuesta a arriesgarlo todo, como nunca antes. Por eso no se movió, esperaba una respuesta y la esperaría para siempre si era preciso.
-YO TAMBIÉN TE HE ECHADO DE MENOS- dijo al fin
Se acercó a ella le retiró el pelo de la cara, la miró a sus preciosos ojos, cogió su mano entre las suyas y salieron del aeropuerto juntos, como debieron salir de aquella estación de tren veinte años atrás.
Laura empezaba a sentirse un poco desilusionada. Tal vez, él no había sentido lo mismo que ella, ahora debía estar en el avión rumbo a su vida de siempre, y sin embargo estaba allí, como si tuviera quince años, así se sentía, dispuesta a arriesgarlo todo, como nunca antes. Por eso no se movió, esperaba una respuesta y la esperaría para siempre si era preciso.
-YO TAMBIÉN TE HE ECHADO DE MENOS- dijo al fin
Se acercó a ella le retiró el pelo de la cara, la miró a sus preciosos ojos, cogió su mano entre las suyas y salieron del aeropuerto juntos, como debieron salir de aquella estación de tren veinte años atrás.
Hasta la próxima desconexión!!!!!
29 comentarios:
Está bien lo que acaba bien. ¡Veinte años no son nada!
Perdona, ahora tengo que irme. Voy a ver si consigo ahorrar veinte años.
Una bonita historia.
ÑOCO: Veinte años, es mucho, pero se puede recuperar el tiempo perdido, no?
Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena.
Eso espero
Un saludo ahorrador de tiempo
Me encantan los finales felices. Hacía tiempo que no escribías ninguno, no??? Aunque 20 años son 20 años. Un beso... y gracias por el premio!!!
Yo también me alegro de esa final feliz. Al final supieron saltar la barrera del tiempo (20 años... no son nada)y de la distancia. Bien por ellos! Un beso.
Qué bueno, un final feliz!!
Ohh que bonito, es curioso, cada vez que leo una historia me la imagino en viñetas, y como seria cada una.. creo que leer tantos comics me esta trastornando jaja.
Me ha encantado! Besines!
creo q merece la pena esperar, aunque 20 años ya no lo se...
despues de tanta adrenalina, salieron juntos, a donde? pero no creo que este sea el final, asi...
estoy suponiendo que sigue, 20 años hay mucho camino recorrido separadamente.
besos, como me gusta....
JORDI: Hacía mucho que no escribía un final feliz. Tú lo digiste, este no podía ser de otro modo
Besos
CARLOTA: Al menos en los relatos uno puede creer en el amor más allá del tiempo no?
Besos
ARCÁNGEL: Ya me conoces no te aficciones a finales felices, tengo pocos, jaja
Besos
CLODO: Jajaja, Eso porque no dibujas una de las historias en comic, sería interesante ver como las imaginas tú dentro de tu cabeza
Besos de viñetas
MIGUELO: Esperar no sé pero no desesperar, si que merece la pena.
Besos
CECYDECECY: Eso ya es parte de su intimidad y de la imaginación del lector, ¿Donde quieres tú que vayan? Allí estarán seguro
Besos
:) no podía acabar de otra manera, ¿verdad? es justo lo que necesitaba un lunes como éste a estas horas de la mañana. por una vez ha estado bien dejar ese rincón oscuro que tanto te gusta enseñarnos. ¡gracias!
Reconforta un final feliz de vez en cuando.
Un beso.
YO A LA KOLORADA LA PERSEGUÍ CON PACIENCIA DURANTE 8 AÑOS...
Bien resuelto, Castigadora. Aunque seguro que esos dos comienzan a discutir en cuanto salgan del aeropuerto. La felicidad siempre es efímera.
Castigadora, será que tengo un poquito de chusma? jajaj
MISMO: Intenté desintoxicar un poco el ambiente del blog. Me encanta que te sirviera el lunes por la mañana.
Un beso
CAMILLE: Si eso creo yo, pero no os acostumbreis como dice Mismo, lo mio son los rincones oscuros del alma.
Besos
ILUSO: Pero mereció la pena esperar.
Besosss
HERMAN: Esoty de acuerdo contigo, por eso lo dejé ahí no quiero estropear la atmósfera tan calida, con la primera pelea.
Besos
CECYDECECY: No creo, lo que pasa es que siempre es agradable saber más cuando las cosas que esperamos encontrar son dulces. Pero deja que tu imaginación vuele, y sabrás como sigue esta historia de reencuentros
Besos
Oh, que bonito!!!! me encantan los finales felices.Ojalá este gran desencuentro les permita vivir un encuentro pleno y definitivo.
Gracias por continuar la historia.
Besitos
Estas historias me gustan, romanticas, donde la persona en sí es lo importante.
Un abrazo
PD: Ambos tenemos costa, y ciertamente, el mar es una de mis pasiones.
Es bonito que una historia tenga un final feliz.
Pero ... ¿el equipaje de él estaba o no estaba todavía en la cafetería?.
Me ha gustado
Besos.
Hola Castigadora, cuando puedas pasa por duendes que ellos te dejaron un premio...
besos
Yo esperé sin esperar, sin saber, y al final llegó. ilu, vos si que sos un hombre paciente!.
ELI: Ojalá este encuentro no de lugar a ningún desencuentro no?
Besos
KPAX Romanticas sí. Llenas de olores del pasado e imagenes en blanco y negro, asi es como yo las imagino.
Un abrazo
JABEL: Que observador!! Creo que el pobre Pablo tuvo que soltarse de la mano de Laura, y volver corriendo a la cafetería, pero si estaba el equipaje o no creo que nunca lo sabremos. O tal vez no le importó y prefería estar sin ropa un rato; jajaja.
Un beso
CECYDECECY: Me estais consintiendo, pasaré a verlo
Besos
KOLO Que suerte que tienes. Esperar sin saberlo, y mantenerlos ahí sin querer. Afortunada tú que lo encontraste sin buscarlo. El Ilu se lo curró bien
Besos
Qué bonito, con un final muy agradable y bueno, pero siento cierta nostalgia por los veinte años, en fin...
Besos salados
ALMA La cosa está en saber que harán con los próximos veinte no?
Un beso
Chica como me vas conociendo, soy de las romanticas, que ya no kedan bueno si kedan pero pocas, yo creo en el amor por encima de todo. Y que el destino esta ahi, aunke pase el tiempo lo ke este para ti, estara, no lo puede cambiar nadie, bueno tu si je je . Una bonita historia de amor, de encuentro, reencuentro en la que al final lo que prima son los sentimientos y el amor, que en esta Sociedad por desgracia hay pocos. Enhorabuena, me conquistastes como lectora una vez mas con tus relatos, me encanto.
La paganini
PAGANINI: Que bien que estés de vuelta y recuperada. Gracias por tus amables palabras. Yo no creo mucho en el destino propiamente dicho, pero si creo que la vida puede regalarnos momentos y segundas oportunidades si estamos atentos
Besos
CASTI TE INVITO A NUESTRO DELIRIO http://dosquenohacenuno.blogspot.com/
20 años!!!???? Me gustó pero sin ánimo de pinchar el globo opino que no deberían ser las mismas personas de hace 20 años atrás. Si lo fuesen realmente no aprendieron nada. Yo creo que 20 años despues uno debería aprender a redescubrir al otro. Las necesidades y busquedas son diferentes porque uno debió haber aprendido algo. Y lo que nos encandilaba ya dejó de hacerlo. Puede que sea ahora otra cosa. Igualmente bonita historia.
PRECIOSO PASEAR EL BOSQUE DE TUS PALABRAS, SIN TUPIDEZ, SI ESTUPIDECES, ME GUSTO
BESOS
Ah que bonito chingu, tiene estilo a serie asiatica.
Gracias por compartir.
saludos desde la distancia mi querida amiga.
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