Estaba de nuevo allí, justo en la parada del autobús, como siempre. Aquella noche nada había cambiado, pero ella estaba más asustada que de costumbre.
Era un hombre mayor, su rostro lleno de arrugas no daba a entender que fuera un mal hombre, pero tenía unos extraños ojos azules, casi transparentes, que le otorgaban una frialdad inusual a su expresión. Sus manos temblaban ligeramente y la miraba, siempre la miraba, la traspasaba.
Todo había comenzado dos meses atrás, lo encontró por primera vez allí mismo, en aquella parada de autobús. La miró indiferente aquel día, pero se sentó a su lado en el trayecto a casa. Al día siguiente, ocurrió exactamente lo mismo. Siempre se sentaba a su lado en el autobús, no hablaba con ella, pero en todo momento estaba cerca, si no había un asiento libre, permanecía de pie a su lado.
Tras las cuatro primeras noches, aquella actitud la empezó a molestar, después de diez días estaba asustada.
Cambió su hora de salida de la oficina, pero lo encontró en el mismo lugar, y la misma escena se repitió. Tras un mes, sus nervios estaban desatados, tenía mucho estrés acumulado, gritaba a todo el mundo, y sus emociones estaban a flor de piel. No podía seguir con aquello.
Decidió dejar de usar el autobús, e irse a casa en taxi, pero con todos los gastos mensuales que tenía su sueldo no daba para tanto. Así que allí estaba, de vuelta a la parada de bus, y, como no, allí estaba él, fiel a su extraña cita.
Lo peor de aquella noche es que no había nadie más en la parada que ellos dos. Se quedó lo más alejada posible del anciano que atormentaba su mente, e intentó pensar en otra cosa.
Él nunca había sido violento, descortés, o impertinente con ella, pero su comportamiento daba alas a su mente. No encontraba una razón para aquello y ella era una mujer racional, debía haber una razón, una explicación, pero no lograba vislumbrar cual podía ser.
Estaba pensando en ello, cuando sintió que algo rozaba su codo. Se sobresaltó de tal manera que casi cayó al suelo. Aquellos ojos siniestros estaban pegados a su rostro. Sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo y el impulso descontrolado de gritar, pero en ese momento, justo, él sonrió. Se sintió tan desconcertada que por un momento no supo como reaccionar...
Todo había sido una locura. Ahora se sentía estúpida. Su mente le había jugado una mala pasada. Iba sentada al lado de aquel señor recordando lo que la había contado unos momentos antes:
-Siento haberla asustado, no era mi intención. La he estado esperando ¿ha estado enferma?
-No. No que va.
-Muy bien, me alegra oírlo. Creía que le había pasado algo porque ya no venía a coger el autobús
-¿Y dice que me esperaba? ¿Por qué?- aun no estaba demasiado confiada, si sabía sonreír, pero aquello no era una garantía de nada.
-Oh! Claro, por qué...
Vaciló unos segundos antes de contestar, cerró los ojos, respiró profundamente y sonrió.
-Por ella- dijo manteniendo los ojos cerrados.
Tras esto le contó que usaba el mismo perfume que su hija que había fallecido hacía casi un año, debía tener más o menos su misma edad, pero en los demás no se parecían en nada, pero aquello no tenía importancia, porque cuando se sentaba a su lado en el autobús o se mantenía cerca de ella, lo suficientemente cerca, y cerraba los ojos, aspiraba su perfume, y ella ya no era ella, sino que era su hija la que aparecía ante sus ojos cerrados, la que ocupaba el asiento de al lado, la que conversaba con él en su mente y le contaba lo mucho que lo extrañaba.
Aquel era su único consuelo, y los días que no había aparecido había vuelto a perderla de nuevo.Ella no le habló del miedo que le hizo sentir, ni de sus sospechas, la había enternecido tanto que estaba a punto de llorar, incluso se sentía mal por haberlo privado de aquel momento diario, por sus elucubraciones. Recriminándose estaba cuando el autobús los recogió a ambos en la parada, dejando su perfume desparramado por el aire y trayendo de vuelta aquella hija arrebatada.
Era un hombre mayor, su rostro lleno de arrugas no daba a entender que fuera un mal hombre, pero tenía unos extraños ojos azules, casi transparentes, que le otorgaban una frialdad inusual a su expresión. Sus manos temblaban ligeramente y la miraba, siempre la miraba, la traspasaba.
Todo había comenzado dos meses atrás, lo encontró por primera vez allí mismo, en aquella parada de autobús. La miró indiferente aquel día, pero se sentó a su lado en el trayecto a casa. Al día siguiente, ocurrió exactamente lo mismo. Siempre se sentaba a su lado en el autobús, no hablaba con ella, pero en todo momento estaba cerca, si no había un asiento libre, permanecía de pie a su lado.
Tras las cuatro primeras noches, aquella actitud la empezó a molestar, después de diez días estaba asustada.
Cambió su hora de salida de la oficina, pero lo encontró en el mismo lugar, y la misma escena se repitió. Tras un mes, sus nervios estaban desatados, tenía mucho estrés acumulado, gritaba a todo el mundo, y sus emociones estaban a flor de piel. No podía seguir con aquello.
Decidió dejar de usar el autobús, e irse a casa en taxi, pero con todos los gastos mensuales que tenía su sueldo no daba para tanto. Así que allí estaba, de vuelta a la parada de bus, y, como no, allí estaba él, fiel a su extraña cita.
Lo peor de aquella noche es que no había nadie más en la parada que ellos dos. Se quedó lo más alejada posible del anciano que atormentaba su mente, e intentó pensar en otra cosa.
Él nunca había sido violento, descortés, o impertinente con ella, pero su comportamiento daba alas a su mente. No encontraba una razón para aquello y ella era una mujer racional, debía haber una razón, una explicación, pero no lograba vislumbrar cual podía ser.
Estaba pensando en ello, cuando sintió que algo rozaba su codo. Se sobresaltó de tal manera que casi cayó al suelo. Aquellos ojos siniestros estaban pegados a su rostro. Sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo y el impulso descontrolado de gritar, pero en ese momento, justo, él sonrió. Se sintió tan desconcertada que por un momento no supo como reaccionar...
Todo había sido una locura. Ahora se sentía estúpida. Su mente le había jugado una mala pasada. Iba sentada al lado de aquel señor recordando lo que la había contado unos momentos antes:
-Siento haberla asustado, no era mi intención. La he estado esperando ¿ha estado enferma?
-No. No que va.
-Muy bien, me alegra oírlo. Creía que le había pasado algo porque ya no venía a coger el autobús
-¿Y dice que me esperaba? ¿Por qué?- aun no estaba demasiado confiada, si sabía sonreír, pero aquello no era una garantía de nada.
-Oh! Claro, por qué...
Vaciló unos segundos antes de contestar, cerró los ojos, respiró profundamente y sonrió.
-Por ella- dijo manteniendo los ojos cerrados.
Tras esto le contó que usaba el mismo perfume que su hija que había fallecido hacía casi un año, debía tener más o menos su misma edad, pero en los demás no se parecían en nada, pero aquello no tenía importancia, porque cuando se sentaba a su lado en el autobús o se mantenía cerca de ella, lo suficientemente cerca, y cerraba los ojos, aspiraba su perfume, y ella ya no era ella, sino que era su hija la que aparecía ante sus ojos cerrados, la que ocupaba el asiento de al lado, la que conversaba con él en su mente y le contaba lo mucho que lo extrañaba.
Aquel era su único consuelo, y los días que no había aparecido había vuelto a perderla de nuevo.Ella no le habló del miedo que le hizo sentir, ni de sus sospechas, la había enternecido tanto que estaba a punto de llorar, incluso se sentía mal por haberlo privado de aquel momento diario, por sus elucubraciones. Recriminándose estaba cuando el autobús los recogió a ambos en la parada, dejando su perfume desparramado por el aire y trayendo de vuelta aquella hija arrebatada.
Hasta la próxima desconexión!!!
29 comentarios:
ohh que bonito; que desconfiadas que sois todas de verdad, ¿ya por ser un viejo tiene que ser un viejo verde? aunque es normal que se asuste cuando esta esperandola todos los días, si es que la tercera edad tiene demasiado tiempo libre jeje
Besines!
Una historia muy tierna... Al principio uno piensa lo peor, como si el miedo de ella fuera a hacerse real. Me ha encantado... El poder de los sentidos para evocar los más queridos recuerdos.
Besos.
Se respira la ternura.
¿Cuántas veces nos vemos en los ojos del otro, del desconocido ser que transita a nuestro lado?
¿cuántas veces un perfume, o una caricia del viento evoca algo perdido u olvidado?
Y a veces, no somos capaces de regalar eso, intangible pero valioso para los demás.
Muy emotivo, y como siempre inimaginable el final.
CLODO Jajaja, siempre contu buen humor, ¿Quién dijo que era un viejo verde? podía ser un sicópata en potencia! Es que soy muy desconfiada.
Besitos
CAMILLE: El poder de los sentidos es muy grande, tenemos cantidad de recuerdos y sensaciones anclados a una imagen un sonido, o en este caso un olor. Todos lo tenemos aunque a veces no nos demos cuenta.
Besos
ÑOCO: A veces la desconfianza nos hace perder cosas que nos llenarían el alma.
Un beso
KOLO Lo bueno de una historia es el sabor que te deja, y ese es el final.
Un beso
Esa cerrazón que a veces se tiene te impide experimentar tantas cosas bellas... siempre digo que los miedos son los que nos impiden disfrutar de la vida. Cómo entiendo a ese anciano, no sabes cuánto! Preciosa historia. Besos, guapa!
Hermosísimo relato!!!! Me encanta tu estilo y la forma en que cuentas y logras entrar a la mente de tus personajes!!!!
Un gran abrazo desde una Costa Rica de mañana oscura, triste y lluviosa!!!!
Tal vez le fuera más fácil si se comprara el perfume.
La verdad es que los autobuses tienen un algo de que puede pasar cualquier cosa que no tiene el metro, donde todo parece más frío.
Saludos
COINCIDO CON LA KOLO...LO MEJOR DE VOS ES QUE NUNCA UNO SE IMAGINA EL FINAL...
SABÉS QUE EXISTEN LOS MAYORDOMOS NO???
que impresionante pasar por varios sentimientos al mismo tiempo que vas leyendo y van cambiando. y como dicen los chicos ese final que uno no se imagina. bellisimo
Castigadora, cuando leo tus textos puedo percibir aún en la distancia, que es grande, la pasión con que los escribes.
Es muy grato poder compartir estos espacios con seres tan pasionales.
un besazo!!!
Mueren tanto y tan poco los muertos... un sonido, un gesto, un olor le sobrevive. Y el muerto nos sorprende en cualquier esquina del día, y resucita un segundo, dos...
Pero la muerte es fiel y no olvida que estamos muertos.
Abrazo.-
CARLOTA: Cuantos recuerdos o personas tenemos vinvulados a distintos olores? Yo muchas
Un beso guapa
DANILO Gracias por lo que dices, pero creo que son los personajes los que entran en mi mente, y además sin permiso!!
Un beso
MÖBIUS: Comprarse el perfume, no creo, porque le roba todo el elemento de calor al recuerdo, no es solo el perfume es cuando llega a su nariz a través del aire. De otra forma sería como encerrarla en un frasco no?
Los autobuses son un caldo de cultivo muy bueno en eso estamos de acuerdo
Besos
ILUSO: El final siempre nos hace recordar una historia al menos eso me pasa a mí. Los mayordomos? no sé a que te refieres. Ya me explicarás
Besos
CECYDECECY: Eres una lectora muy agradecida, me llena de alegría que te ocurra eso con los relatos.
Un beso amiga.
FLOR: Siempre me siento arrastrada por la historia, supongo que sí que eso debe notarse en los relatos. Pasión seguro, es mi pasión.
Besos guapa
TRSITANCIO: No podría estar más de acuerdo contigo en eso. Siempre he creído que el cielo al que se refieren los creyentes es el interior de la mente de los que se quedan que te mantienen con vida dentro de ellos, y que el infiernos es que nadie tenga un recuerdo tuyo en su mente. Los muertos no se van los dejamos ir.
Besos y abrazos
te acordas en los clásicos de suspenso que siempre el mayordomo era el asesino???
bueno eso nunca pasa en tus textos...
siemre sorprendes con los finales..
a eso me refería...
Muy bonito.
Qué triste son la locura y el no saber.
Qué triste son el miedo y la soledad.
Que bonito, insisto, tu relato.
un saludo
desahogandome.blogia.com
Uffff. Hay olores que te hieren, te golpean, te lastima. Otros te hacen soñar, reir, ilusionarte. Hay olores que te ponen triste y te aflojan el llanto.
Al menos él tenia a su hija cada vez que sentía su olor.
Precioso relato, como siempre
Suelen tus relatos tener ese giro de tuerca inesperado. Y suelen los perfumes evocar recuerdos que te alejan por completo de la realidad inmediata que te rodea. Le comprendo a él, la entiendo a ella.
Interesante tema el de hoy.
Un saludo :)
Ella tuvo suerte.
Una vez, a las siete de la mañana en invierno, yo estaba en la parada para ir a la facultad. Se me acercó un hombre y me empezó a preguntar si siempre tomaba el colectivo ahí, y que cómo me llamaba. Me aterré. Por suerte vino el colectivo. Creo que no buscaba a ninguna hija.
Tu personaje tuvo suerte.
:)
Bueno para empezar...esta hora no es buena para leer este post. Es medianoche y me acojonado en la primera parte. Además Dido saltó sobre la mesa cuando llegué a la parte de "Aquellos ojos siniestros estaban pegados a su rostro". Pegué un salto y dije...joder que susto. Y luego cuando debía ponerme triste por lo de la hija..dije..uf...menos mal que no le hizo nada a la chica:-). Vamos que el miedo me ha podido jijiji. Besos guapa. Precioso e intrigante este post...
Uff! me ha tenido en vilo la historia hasta el final, como dicen en algun comentario, al principio miedo, para terminar sonriendo, a pesar de la tristeza que ese hombre esta viviendo, perder un hijo tiene que ser de las peores cosas que te pueden pasar en la vida.
Besos salados
ILUSO: Es cierto, no lo había entendido. Es que el hecho de que el final sea predecible le roba tensión y hay que ser muy buen escritor para eso (Un ejemplo García Marquez, con Crónica de una muerte anunciada, eso es muy difícil)
Besos
DESAHOGÁNDOME: Gracias por tus palabras, son reconfortantes
Un saludo
ELI: Los sentidos nos pueden hacer creer muchas cosas a él el servía de consuelo a ella le servía de alarma. Esta vez unos eran más acertados que otros pero podía haber sido al revés
Besos
MITYU Es fácil comprenderlos, cada uno en su interior, se formaba una idea distinta de lo que pasaba en aquellos encuentros, nadie era culpable o responsable de los sensaciones del otro, pero cada uno en el fondo tenía en sus manos, muchos sentimientos ajenos
Besos
ARCÁNGEL: En eso tienes razón por algo todos pensaron que esta historia tenía un final muy distinto. Ella tuvo mucha suerte
Besos
KIRI: Pobre, lo siento, pero todo el merito entonces es de Dido. Tengo un gran alido en ese sentido. Sentiste alivio, entonces experimentaste lo mismo que ella.
Besos
ALMA No creo que ese dolor se pueda expresar con palabras. Gracias por tus palabras.
Besos
Me enganché. Me encantó. los aromas trsladasn siempre. Traen personas, momentos, lugares. Recuerdos.
Besos
jo, qué bonito, ¿no? si es que los olores... el olfato nunca te engaña y a veces, incluso te reconcilia con el mundo. como esta vez.
es un placer volver a leerte.
MADAME: Todos tenemos asociados a nuestros recuerdos distintos olores, los de la infancia, los de un mal recuerdo, los de una persona querida. Este hombre supo sacar partido de ello y recuperar aunque fuera por un rato su olor
Besos
MISMO: Nos reconcilia con el mundo, es una idea muy bonita. Puede que sí que sirviera para ello o al menos para no sentirse tan injustamente apartado de ella, no? Es un placer verte por aquí
Besos
Eso es lo que en psicología llamamos recuerdos químicos...
som más in tensos que cualquier otra clase de recuerdos, porque de éste se desatan todo un sin fin de emociones..
Una historia de expectativa y de ternura ala vez..
pues me hiciste llorar...
saludos
KTHERYN En sofrología los llamabamos anclajes, los hay buenos y malos y como bien dices despiertan sensaciones dentro de nosotros.
Siento que hayas llorado, pero me conmueve que puedas llegar a sentir algo así con un escrito mio
Un saludo
Me encantó el relato. Me gustó el desenlace. Me tuvo ahí pegada al monitor.
Desconfiada?!? Claro. Aca en Buenos Aires así te digan que les pasó la tragedia más grande nadie da demasiada bola a quién se te acerque así porque sí. El cuento del tío está al orden del día y el bueno peca de bobo.
Besos confiados y sigo por estos lares.
Wow!! que bello relato, aunque pienso que es mas dificil mantener los recuerdos porque es muy dificil aguantarse la tristeza amiga, a veces el recordar a alguien que ya no podras ver, te hace mas daño del que te imaginas.
Otra vez, disfrutando tus bellos relatos.
Saludos desde la distancia.
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