viernes, 28 de noviembre de 2008

CARTA DE DESPEDIDA A LA ¿SUERTE?






"Estimados señores

Hoy es mi último día, a partir de este momento dejaré de existir, pero antes quiero dar una explicación a todos aquellos que puedan estar interesados en lo que pueda ocurrirme. No querría ser mal educado, y marcharme sin despedirme. Pero para que la historia tenga sentido debo poneros en antecedentes.

Hace dos años, puede que algo menos, yo era una persona anónima, una más del montón, como decía una amiga mía, “del montón que Dios crió”. Nada era especial en mí. Tenía un trabajo, sino bueno, al menos respetable, que me daba para mantenerme dignamente y permitirme algún que otro capricho, poca cosa. Mis amigos no eran numerosos, pero eran buenos amigos y mi familia no me daba demasiados problemas. Como dije, nada era reseñable en mi existencia. Salvo, tal vez ella. Aun no sabíamos en que punto estábamos, pero quería decirle muchas cosas que se me atragantaban en la garganta, cuando estábamos a solas, pero eso es otra historia.

Un día, al bajarme del autobús que me llevaba a mi trabajo cada día, el viento me acercó con su dulce mano, un boleto de lotería. Llegó como si del anuncio de Navidad se tratara, incluso, creo recordar que miré a mí alrededor a ver si descubría al señor calvo detrás de alguno de los árboles del parque donde se encuentra mi parada, pero no vi a nadie que encajara con él. Me reí un buen rato de mi mismo y de mi inexplicable asociación de ideas, pero aun así guardé el boleto en el bolsillo de mi abrigo, era para aquella misma noche, y tampoco tenía una situación tan boyante como para dejar escapar la mano de la suerte, “puede que en esta ocasión estuviera tendida hacía mí” pensé.

Tardé veinte minutos en llegar a casa y para cuando llegué ya había olvidado el suceso anterior. En casa todo seguía igual que cuando la dejé.
No fue hasta dos semanas después que, al meter la mano en el bolsillo de mi abrigo, uno de esos días que el frío se cuela por todas partes, encontré el décimo. Al verlo mi cabeza se quedó en blanco, no recordaba haberlo comprado, ni como había llegado a aquel bolsillo, pero sólo duró un instante, porque de repente la misma sensación de la primera vez me golpeó. Supe que tenía que comprobar la combinación. Busqué una excusa, una mala excusa, para escaquearme del trabajo, y corrí a la primera administración que encontré.

Aun, pasado el tiempo, no puedo creerlo, pero cuando aquella máquina dijo el premio que contenía mi décimo, esa aberración de dinero, casi creí que se me paraba el corazón, la sangre golpeaba duramente mis oídos, tanto que no podía oír las felicitaciones de los parroquianos, que en aquel momento se encontraban en el establecimiento. Empezaron las palmadas en el hombro, los apretones de manos, las sonrisas, las presentaciones, las recomendaciones, los consejos... Y hasta ahora no han parado. Ya no sé si lo que decido lo hago por mí o si alguien me lo ha susurrado en mi oído en algún momento del día. No sé quien me rodea, no reconozco ninguna cara amiga, entre las que ayer se sentaron a comer en mi mesa ,de 12 metros de largo, en mi casa. Una casa tan enorme, como fría, a la que no consigo amoldarme, ni ella me acoge a mí, como si supiera que éste no es mi lugar.
Antes creía que debía sentirme culpable, puesto que el boleto era de otra persona, pero al principio todo era pura y egoísta alegría. Más tarde, pensé que nadie merecía aquella maldición.
No tengo a las personas que siempre quise, mis relaciones son por el interés que despierta mi dinero, y lo más parecido a una familia, es la persona que gestiona mi “hogar”... Y ella... salió corriendo, en cuanto vio en lo que me estaba convirtiendo. Decía que estaba perdido, tenía razón.

Estoy desapareciendo, no me encuentro en ningún sitio, ni tan siquiera mi reflejo en el espejo, embutido en su carísimo traje, se parece a mí. Al menos no se parece al yo que reconozco, al yo que quiero ser, al que siempre fui.

Por eso he decido abandonar esta existencia, no se preocupen por mí (sé que no lo harán) tampoco se preocupen por el dinero, en su mayoría está donado entre varias asociaciones que lograrán darle una utilidad mucho más beneficiosa que la que yo le concedía.
No me busquen... les repito que el dinero no me lo llevo conmigo, sólo quiero recuperarme.

Un saludo a todos ustedes, espero no volver a verlos nunca, no puedo decir que haya sido un placer".



(Llaman a la puerta y ella abre)

-¿Qué haces aquí? Lo miraba incrédula. La última vez que lo vio, estaba rodeado de un séquito de serviles, y manipuladores. Pero al observarlo con ojos menos severos, pudo reconocerle. Ese sí era él:
-¿Dónde has estado?
-Buscándome.
-¿Y te has encontrado?
-Sólo cuando me vi reflejado en tus ojos...


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!

domingo, 23 de noviembre de 2008

EL IDIOMA DEL ALMA





"Nuca hemos de avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son la lluvia que limpia el cegador polvo de la tierra, que recubre nuestros corazones endurecidos"


Charles Dickens (Grandes Esperanzas)


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!

lunes, 17 de noviembre de 2008

¡NO PUDO SER!





Tú eras el huracán y yo la alta

torre que desafía su poder:

¡tenías que estrellarte o abatirme!...

¡No pudo ser!

Tú eras el Océano y yo la enhiesta

roca que firme aguarda su vaivén ¡

tenías que romperte o que arrancarme!...

¡No pudo ser!

hermosa tú, yo altivo; acostumbrados

uno a arrollar, el otro a no ceder;

la senda estrecha, inevitable el choque...

¡No pudo ser!


(Gustavo Adolfo Bécquer)


Cuando Ana dejó reposar sobre la mesa el ajado libro de su abuela, notó que algo había cambiado en su interior. "La Rima XLI, siempre me hará pensar en ti" era la frase que enmarcaba el poema. Y descubrió, como si la viera por primera vez, que existía una mujer debajo de su máscara de abuela, debajo de su vejez, de su piel arrugada, de su cara cansada, de sus ojos entornados... Y sintió un nuevo interés por la vida de la que la había criado, y a la que no conocía. No sabía cómo se sentía. Era una desconocida para ella, y sin embargo, habían pasado sus últimos veinte años juntas... Y como, si de un mal film se tratara se acordó de la frase: "El corazón de una mujer es un profundo océano de secretos". Sonrió. Podía, incluso, que aquella película tuviera más sentido del que nunca habría pensado.


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!

domingo, 9 de noviembre de 2008

INNECESARIA NECESIDAD









Él - No necesito a nadie


Ella- Me necesitas a mí.


Él- ¿En serio? y para qué.


Ella-Para tener a alguien a quien decirle que no lo necesitas.



Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

domingo, 2 de noviembre de 2008

OSCURA CLÁUSULA


Vestía completamente de negro, pantalón, camiseta, zapatos, calcetines y una cazadora negra, incluso su interior era negro, un pozo negro y profundo, pero eso no podía verse a simple vista. No era más que una sombra, un lugar sombrío de una vida, no vivida.
Todo en él era oscuro salvo la piel. Su piel era blanca, con reflejos azulados, pudiendo llegar a ser traslucida en algunos puntos de su cuerpo. Hasta sus labios gozaban del color del marfil puro.
Un contraste de blancos y negros. Sólo sus ojos desentonaban en aquel binomio. No eran negros, ni blancos, ni tan siquiera grises, eran dorados. Unos ojos, no de un apagado amarillo, sino del color del oro, del color de la ambición y la riqueza.
Andaba sigilosamente por las calles a altas horas de la madrugada. Sus pasos eran rápidos y seguros, pero caminaba con cuidado ocultando su rostro a los pocos transeúntes que encontraba en su camino. Tenía una cita, y no podía llegar tarde, esta vez no.
Entró en un bar, pero no se detuvo en la barra. Siguió diligentemente por las escaleras hasta el segundo piso. Allí le aguardaba su cita ineludible y no era una persona paciente. Si se le podía llamar persona.
Abrió la puerta y lo encontró sentado tras su escritorio. Interrumpido en sus quehaceres levantó la vista, pero no estaba sorprendido de verlo allí, ni tan siquiera de su aspecto. Su rostro, se alzaba muy poco por encima de la mesa, y era como el de un cerdo. La nariz tenia dos enormes fosas nasales, su cara era rosada y oronda y sus ojos, demasiado juntos y pequeños, casi quedaban ocultos por sus voluminosos párpados, además era totalmente calvo.
Se encontraba envuelto en una nube de humo, que se desprendía del puro largo y grueso que desplazaba de un lado a otro de la boca.
El recién llegado se aproximó al escritorio, reprimiendo las nauseas que le provocaba su cercanía, y puso sobre él un documento firmado.
El otro interlocutor de ese diálogo mudo, lo recogió con sus gordas y pegajosas manos y lo selló sonriendo, como si se relamiera.
-¡Puedes marcharte!
Con sus tripas aun moviéndose inquietas por retener, lo que aun tuvieran dentro, se giró para largarse, pero antes de abrir la puerta, se paró y de espaldas dijo:
-Queda uno, sólo uno año y la deuda estará pagada. Sólo uno.
-Eso será si no vuelves a retrasarte- en su voz se notaba que deseaba, con todas sus fuerzas, que se retrasara de nuevo.

Cerró la puerta tras de sí, mientras sacaba del bolsillo de su pantalón un papel antiguo, doblado y vuelto a doblar cien, tal vez, miles de veces. Ese era el motivo por el que llevaba treinta y dos años siendo el esclavo de aquel ser asqueroso, viviendo sólo para él. Ese maldito papel era el responsable de su estado actual, de la desintegración de su familia, de la perdida de sus amigos, y seres queridos, de su encierro y su desdicha. La venta de su vida... aquella hipoteca, era su condena. Era la causa de que su alma no hubiera podido descansar tras su muerte, el que le obligaba a satisfacer los pedidos de aquel ser ruin y traicionero, que desprendía aquel olor a azufre que le corroía el aire de sus pulmones. Por él había hecho cosas terribles, se había convertido en una sombra espeluznante, que aterraba a su simple paso. Y, en un futuro, tendría que dar cuenta de sus actos. Pero sólo quedaba un año, uno, y sería libre... entonces...


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!

domingo, 26 de octubre de 2008

NIEBLA EN LA CARRETERA


Hacía varios días que no podía dormir bien. Tenía insoportables dolores de cabeza, y su humor empeoraba por momentos. Estaba irascible, irritable, altanera y cansada.
Iba de camino a casa de sus padrinos, conduciendo a través de una terrible tormenta. Los limpiaparabrisas no daban abasto. El aire mecía el coche, como un pequeño juguete al arbitrio de sus afilados dedos, y toda la luz del día se escurría entre los pliegues de la tarde.

Aquella tarde, se sentía sumamente extraña. Extrañamente acompañada. Desde que subió al coche, intuía la presencia de alguien más. Miró en varias ocasiones por el espejo retrovisor, para comprobar el asiento de atrás de su coche. La paranoia y la sensación eran tal, que incluso, se bajó del coche, empapándose hasta los huesos, para abrir el maletero, y comprobarlo. Pero nada. ¿Y qué esperabas encontrar?- se preguntaba a sí misma en un alarde de falsa cordura. Sintiéndose una idiota volvió a subir al coche, y se puso de nuevo en marcha.
Notaba toda la ropa pegada al cuerpo, y podía predecir, sin temor a equivocarse, que luciría un precioso resfriado al día siguiente.

Tal como avanzaba en el trayecto, la tormenta arremetía más duramente, el agua caía sin piedad, y el viento, arrastraba señales y objetos a su paso. Entonces llegó lo peor. Se volcó sobre ella una espesa niebla, que ocupaba toda la carretera.
¡Odiaba conducir con niebla!

No podía estar más incómoda dentro del coche, empapada, con aquella lluvia y con el viento lanzándola como un péndulo en un reloj de cuco. Además y por si fuera poco, aquella siniestra niebla.
La niebla le traía malos recuerdos. Tal vez no fueran exactamente malos recuerdos, porque ella nunca tuvo un accidente ni nada parecido relacionado con ella, pero recordaba como su abuelo siempre la prevenía, enérgicamente, contra la conducción en esta situación. Él sabía lo peligroso que era conducir con aquellas condiciones atmosféricas. Ahora estaba realmente arrepentida de haber salido de casa, con el tiempo que hacía y para acudir a una reunión a la que no deseaba asistir.
En ese momento, y a sólo veinte metros de distancia, apareció ante ella un obstáculo que no podía distinguir. Su coche se acercaba, inexorablemente a toda velocidad. Su mente se quedó totalmente bloqueada, su cuerpo rígido y entumecido, sólo contemplaba como se precipitaba, sin remedio contra aquel espantoso objeto que ocupaba la calzada.

Sus manos soltaron el volante en un gesto irreflexivo y extraño. Su cara se contrajo, su boca se abrió en un grito mudo, que se negaba a salir. Sus ojos se abrieron hasta hacerse sangre. Su piel traslucida estaba perlada de sudor, como preludio de lo irremediable. Su agitación disparó su corazón a un millón de pulsaciones, era la sensación de pánico, más atroz que jamás había sentido. Estaba quieta, totalmente inerte, pero todos sus músculos, permanecían en tensión, la sangre salía de sus ojos, y la garganta estaba a punto de estallar a pesar de no haber pronunciado una sola palabra.

Todo ello, en los veinte segundos, que tardó en estar a la altura del obstáculo. Justo en ese instante, en el momento del anunciado impacto, el volante, se volvió blanco, o tal vez fuera transparente, no estaba muy segura, y frío, muy frío, helado. Fue cuando giró bruscamente, sorprendentemente, inexplicablemente, encontrando un hueco, por donde hallar la salida a una muerte vivamente anunciada. Y todo retornó a su lugar. El carril despejado y el volante tan negro como el día que lo compró.
Su corazón fue lentamente apaciguándose. Sus manos retomaron el control del coche y su boca se cerró en una tensa sonrisa, de la mandíbula apretada. Su sudor se secaba en su ropa, nuevamente húmeda, y sus ojos no parecían que fueran a estallar, por el momento, quedando de su anterior expresión sólo dos solitarias y rojas lágrimas en sus mejillas.

Paró en cuanto encontró un área de servicio, ni siquiera sabía cómo había llegado hasta allí, y apagó el motor. Sus manos aun temblaban y sabía que algo húmedo ocupaba su asiento, aquellos eran los últimos vestigios de lo ocurrido... Y sonrió. Volvió a sentirse acompañada, pero esta vez no se bajó del coche, no escudriñó el maletero, no sintió la necesidad de apaciguarse contra esa presencia. En aquella ocasión sabía de quien se trataba, durante años había usado la misma colonia y en aquel breve instante, el interior del coche despedía el olor inconfundible de su adorado y protector abuelo.


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!

domingo, 19 de octubre de 2008

REFLEXIONES... PRECOCES



Acabo de nacer, y estoy algo confundido. No sé que hice mal, pero se ha armado un gran revuelo. Algunos están muy contentos, me llaman "el bebé de la esperanza", como mis padres, y otras personas que están felices de verme en este mundo imperfecto. Otros, a los que no conozco, no les ha gustado tanto el nacimiento de mi humilde persona, y me hacen llamar "el bebé medicamento" No es un nombre muy agradable, imagino que me comprenderán. Así que déjenme que les repita como me siento.
Confundido, desorientado, desconcertado...


¿Qué hice mal? ¿A quién dañé? ¿Cuál es el pecado de mi alumbramiento?
Vine a traer esperanza a mi hermano y alegría a mis padres ¿puede haber un regalo mejor?
Dicen que mi nacimiento, conlleva muerte, porque alguno embriones son descartados en el proceso, pero yo pienso, que es vida lo que trae un nacimiento, y éste aporta la mía propia y la de mi propio hermano.


Me dicen que soy un medio para un fin, que no es un motivo para tener hijos...pero ¿acaso mis padres no me quieren? ¿Van a utilizar partes de mí para salvar a su otro hijo, y después me abandonarán? ¿Es que mi hermano no se merece tener una oportunidad de sanar? ¿Acaso inventaron algo, aquellos que no creen en mí, mientras me estaba gestando, que lo ayudara?
Dicen que nací para salvarle ¿alguien piensa que es un motivo bajo, ruin, rastrero? Yo no.


Se usan técnicas de inseminación por muchos motivos, parejas estériles, madres solteras... ¿su deseo es mayor, o tal vez, más importante que el nuestro? Vine a vivir y como regalo traigo felicidad, oportunidad, salud, y esto es motivo de crítica ¿De verdad lo es?


Tengo poca experiencia de vida y ya puedo sentir el rechazo de parte de la sociedad. Aquellos que creen que soy un monstruo de la naturaleza, aquellos que se llenan la boca de las palabras ética, moral... y no son capaces de sentir la solidaridad, el hermanamiento, la generosidad, de este nacimiento. A todos ellos les digo:


Señores/as no pude elegir como venir a este mundo (mi hermano tampoco pudo) pero aquí estoy y si me dieran la oportunidad de decidirlo, de ser yo quien pudiera elegir, no cambiaría nada de lo ocurrido, porque deseo ayudar a mi familia, y nadie puede pensar en lo contrario, no me cabe en mi pequeña recién estrenada cabeza.
¿Es que en toda esta semana de telediarios, escucharon una mejor noticia que la de un nacimiento y una cura en el mismo acto? ¿Es que a esto se le puede llamar aberración?
No sé que de malo hay en mí, ni por qué tienen todos ellos derecho a enturbiar y mancillar mi nacimiento. Pero no es suficiente para desalentarme. Estoy vivo. Soy un bebé (a secas) y tengo una vida por delante, para compartir con mi familia y con ese hermano que esperaba doblemente mi llegada. No sé a quién puede molestar mi existencia, pero si hay alguien, sólo decirle que no pienso pedir perdón.

Una última reflexión quería compartir con ustedes y no quiero que se me quede en el tintero: ¿Se sentiría así el primer niño probeta?

Ahora les dejo, porque debo dormir y estar fuerte, me queda mucho camino por andar (una vez que aprenda, como se hace)

Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!

martes, 14 de octubre de 2008

LA IRONÍA DE LA DEDICATORIA


Hoy hace un año que inicié mi camino por este blog, y desde entonces han surgido, personajes, historias, imágenes y lectores. Algunos de los cuales, ya estaban ahí antes y otros han llegado sin previo aviso trayendo consigo nuevos aires. Pero en todos he encontrado apoyo, sugerencias y en muchos de ellos una petición: "Cuando escribas tu primer libro dedícamelo, por..." y cada uno tenía su propia razón para pedirlo. Pues bien, hoy día aun no pude escribir un libro, y no tengo las mismas razones que ellos, pero si quiero dedicar mi primer año de relatos a:


A mis padres, porque sin ellos este principio no hubiera sido posible. A mis hermanos por ser mis iguales, tan diferentes. A Matriarca, por ser mi mayor fan y mi látigo del deber. A Doña Tecla, porque es mi ejemplo de superación y mi meta. Al que siempre vuelve, porque abre los caminos que debo seguir. Al fabricante, porque me cuenta las historias que no pude vivir. A Peter Pan, porque me ayuda a conocer la realidad de la adolescencia, y es mi compañero de historias. A Tron, porque me animó y me devolvió las ganas de escribir, prendiendo con una chispa las brasas que quedaban. A Su Señoría porque me enseñó a ser firme en mis resoluciones y es mi bastón para medir la sinceridad. A Ser Afín, porque me hace ver el lado oscuro de mis verdades. A Hovito, aquel ser translucido que apostaba por mí, sin saber el material con el que trabajaba. A todos los que alguna vez se emocionaron con alguno de mis escritos. Para ellos, para vosotros, para ti.


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!!!

martes, 7 de octubre de 2008

UNA BANDERA DOBLADA... CON DOLOR


Arrodillada frente a una cama de hospital. Limpiando heridas, fregando suelos, esterilizando la sala de operaciones (que en ningún caso se podía llamar quirófano) cosiendo los agujeros de bala en los cuerpos sangrientos y remendando daños, aun peores, en las mentes de aquellos soldados.
Así pasaba sus horas, viendo la realidad de la guerra, o mejor dicho, de las batallas, porque no sabía cómo acabaría esta guerra, pero siempre era la primera en saber cómo acababan las batallas.

Un día como otro cualquiera, después de otras tantas suturas, vendajes, operaciones, rezos envueltos en fiebres incontroladas, entre llantos y plegarias, apareció un nuevo herido. Estaba grave, pero tenía posibilidades de sobrevivir. Era sorprendente ver que aun cabía una esperanza, en medio de aquel mar rojo de desesperanza.

Su rostro era joven, casi todos ellos lo eran y su tez pálida, ya pensaba que ese era el color natural de la piel, no había visto otro en meses. La operación había sido larga, y perdió mucha sangre, estaba realmente débil. La fiebre crecía y deliraba.

La enfermera se acercó para intentar aliviar su dolor. El soldado estaba volando en fiebre, y sus alucinaciones iban en aumento. Creyó que la que posaba su mano sobre su frente era su madre, y sintiéndose al abrigo de su casa le contó como había terminado allí, en aquel lugar, que no reconocía.

Cambió su uniforme por el de un enemigo, al que obviamente había matado, pero eso no era necesario que su madre lo oyera, no quería mostrarle esa parte de él, no quería verse reflejado en sus ojos. Con el nuevo uniforme intentó infiltrase en las filas enemigas, cuando los bombardeos empezaron. Las bombas caían sobre ellos, sin tregua. No sabía nada más, no podía recordar cuando lo hirieron, ni como lo trasladaron, nada, todo estaba oscuro, confuso y dolía. ¡Dios!... !Sí que dolía!

Se encontraba exhausto por lo que el relato se entrecortaba, y en ocasiones, su voz no pasaba de un susurro, que era complicado de entender.
Era muy posible que la falta de fuerza para elevar algo más la voz, lo estuviera salvando de un fusilamiento.

La enfermera estaba muy sorprendida y su primera intención fue acudir al médico encargado de su pabellón, y comunicarle la información obtenida del soldado, incluso, tal vez, podrían sacar alguna ventaja de él.

Justo cuando tomó la resolución de delatarlo, el soldado la agarró del brazo, y viendo en su rostro, aquellos rasgos que amaba, lloró amargamente, y suplicó que lo llevara de vuelta a casa. No quería estar en aquel lugar, deseaba volver con su familia, estaba asustado, tenía frío, y se sentía solo en medio de una locura de sangre, mugre, pólvora, humo y fuego que no comprendía, que no quería recordar. Deseaba volver, necesitaba volver, si no era posible quería que terminara ya:

-¡¡No dejes que me lleven de vuelta al campo, por favor, no lo permitas, mamá!!
Le suplicó dejando marcados los dedos sobre su piel:
-¡Llévame de regreso contigo! Y nuevas lágrimas bañaban sus heridas.

La enfermera, sintió como sus piernas se aflojaban y su determinación cedía, y aquel al que debía odiar, al que, de hecho, odiaba, y que creía culpable de todas las atrocidades que veía a lo largo del día, le estaba rogando desesperadamente.

Bajó su mano, y con gesto amoroso, apartó el cabello de su rostro, que se había quedado pegado debido al llanto y al sudor. Acercó su boca a su oído y le brindó el único consuelo que podía darle. Él soltó su muñeca y torció su boca en una especie de sonrisa infantil y confiada, aquella que sólo puede aflorar cuando te sientes arropado por tu madre.

No sabía si hacía lo correcto, pero estaba allí para cuidar enfermos, qué más daba que fueran de su “bando” o del contrario, qué importaba, acaso no eran personas, y acaso no estaban igualmente asustados, enfermos, heridos, solos y roídos por el miedo, independientemente del color de su uniforme.

Aquel día no acudió al médico encargado de su pabellón en el hospital de guerra, pero antes de acostarse tuvo que luchar con la idea de que, tal vez, estuviera salvando al hijo, al hermano, al padre, al sobrino, al cuñado, al primo o incluso a la propia persona responsable de que encima de su mesa se encontrara una bandera doblada y humedecida por sus eternas lágrimas.


Hasta la proxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!!

martes, 30 de septiembre de 2008

COBARDE


Sabía desde hacía más de un mes que él se iría. La había llamado, y con su acostumbrada manera de decir las cosas, le había soltado, que se iba a trabajar ¡¡¡¡a la otra punta del mundo!!!!
-En un mes, toda mi vida va a cambiar! Tengo tanto por hacer antes de irme! Bueno nos vemos esta noche, ¿no?
Y colgó sin esperar respuesta, otra vez, como siempre. Y ¿para qué? Si sabía que siempre iba a estar allí.

Hoy era el último día, y su cabeza no paraba de girar. Se debatía irrefrenablemente, entre decirle lo que sentía por él, o callarse, como había hecho hasta ahora, y tragarse todos esos sentimientos, no correspondidos que la llenaban por dentro, pero que al mismo tiempo la hacían sentir vacía y hueca, como una pared de cartón. No le quedaba mucho tiempo. Tal vez inconscientemente lo había dejado para el final, porque si se lo decía y no resultaba como esperaba no tendría que volver a mirarlo a la cara en mucho tiempo:

-Cobarde- se decía cada día al levantarse y aguardar, mientras se mordía la lengua una y otra vez hasta hacerse sangre.

Era el gran día. Ya no quedaba más tiempo. Tenían una cita a las cuatro para tomar café. Le gustaba pensar que la última tarde se la iba a dedicar a ella.
Pero no sabía que aquella suposición no era del todo cierta.

Cuando apareció en la cafetería, con su mejor sonrisa, desprendiendo luz por donde andaba, tanto así que antes de llegar varias personas habían vuelto la cara para verla caminar, con su aire de princesa, flotando por encima de la tierra y del común de los mortales, encontró una cruel escena.

Ella, estaba allí. Aquella mujer a la que odiaba profundamente, de una manera insana, incluso, estaba abrazada a él lagrimeando sobre su hombro. Pero su ira no fue contra ella, no, esta vez no, la había odiado todo este tiempo, y sabía que lo que realmente odiaba era que él no pudiera despegarse de su cuerpo. ¿Por qué no podía ver, como lo trataba? ¿Por qué no se daba cuenta, que era ella la que siempre estaba allí para apoyarlo? ¿Por qué...?
Sintió como las lágrimas se agolpaban en sus ojos, y antes de que pudieran verla en ese estado, dio media vuelta y salió corriendo. Todo el embrujo había desaparecido. Aun hubo alguien que se giró a observarla, pero solamente, porque sentían curiosidad por esa mujer que lloraba como una colegiala, por mitad de la calle.

Llegó a su piso y el corazón le bombeaba como una máquina a punto de explotar. Sus ojos le ardían, parecía que las lágrimas que salían de ellos eran de fuego y sal. Sus venas palpitaban en sus sienes, en sus brazos, en su cabeza, incluso en sus piernas, era pura agitación. Era... ira.
Estaba tan furiosa, tan enfadada, tan... decepcionada, tan dolida, tan triste, tan enormemente triste. Mientras comprendía la verdad de sus emociones se fue calmando, lenta, progresiva, extrañamente. Su cuerpo no reaccionaba a los estímulos, estaba muerta en vida. Agotada.

Entonces sonó el timbre de casa. Una, dos, tres veces, pero su cuerpo no obedecía, cuatro, cinco, seis. No supo cuentas veces lo escuchó sonar, pero no abrió la puerta hasta que oyó su nombre pronunciado tras ella.
Su voz la revivió, era él. La causa de sus desvelos. Había tardado tanto tiempo, que su cuerpo se revelaba. Era demasiado tarde, no existía el camino atrás. La decisión ya no estaba en sus manos, hacía tiempo que se le escapó, ahora sólo le quedaba lo de siempre, más de lo mismo.

Se levantó y como una autómata abrió la puerta.

Entró. La miró de arriba a bajo, y reparó, era imposible no hacerlo, en sus ojos hinchados, su rostro congestionado, su maquillaje deshecho. La interrogó por el motivo de su aspecto, y ella, experta en disimular, dijo:

- No es nada- y sonrió como sabía- simplemente me ha dado un bajón, al darme cuenta de que te ibas pero nada más, mira que pinta, voy a tener que ducharme, porque esto, no hay toallita desmaquillante que lo solucione-.

Pero no era su mejor mentira y además él sabía que no era cierto. La había visto en el bar, justo cuando se giraba para irse. Al principio pensó que se había olvidado algo o que salía por algún motivo para regresar después, pero al no hacerlo, su cabeza empezó a atar cabos, y decidió ir a buscarla. No podía creer que no fuera a despedirse.

-No. Si que iba a ir, pero es que me dejé el móvil y tuve que volver- cada vez era más endeble su mentira.
Vio reflejado en su rostro la incredulidad. La miraba como... si... estuviera ¡¡¡decepcionado!!!! No podía ser, encima de todo, tenía intención de recriminarle ¡¡¡su actitud!!!

Fue cuando estalló:

- No sé a que has venido se te veía muy bien acompañado, ¿sabes? ¿Por qué no vuelves con ella?- parecía que iba a contestarle, pero no quería darle la oportunidad, si le dejaba hablar lograría convencerla, incluso hacer que se sintiera mal, y aunque sabía que no era más que una amiga para él, y no tenía derecho a acapararlo, ni a hacerle aquella escena, no podía parar, se le escapaba por los poros de su cuerpo, todo su ser se lo gritaba.

Él estaba desconcertado “¿A qué venía aquel arranque?”. Sólo estaba despidiéndose de su amiga, lo había hecho con casi todos, menos con la energúmena que le estaba gritando en la cara, sin intención de calmarse, y sin motivo.

-Estoy harta, de que vengas a verme sólo cuando necesitas de mi. Cuando algo te ha salido mal, cuando quieres contarme alguna anécdota. Pero jamás preguntas cómo estoy- eso no era cierto, pero ya se sabe que en una pelea siempre se dramatiza un poco- harta de que te creas con derecho de disponer de mi cuando se te antoje, sin tener que dar nada a cambio. ¡¡¡¡Harta!!!!. ¿Y sabes qué...?

En ese preciso instante él la empujó contra la pared, y la apretó contra si, unos segundos, tan sólo unos segundos, calibrando antes de besarla. Un beso, húmedo, rabioso, apasionado, impetuoso y tardío.
Se separó de ella, la miró a los ojos intensamente, y se dirigió a la puerta de la casa. Pero antes de salir dijo:

- Siento mucho que estés enfadada, y que ésta vaya a ser nuestra última conversación. Pero no podía irme sin hacerlo aunque fuera una sola vez. Para esto había quedado contigo en la cafetería, y llevo pensándolo mucho tiempo, pero estaba inseguro, y tu amistad era muy importante, no quería que se estropeara. Pero ahora ya está estropeada...- y salió dando un portazo.

Ella ni siquiera había reaccionado, estaba congelada, como cuando le das al botón de pausa en el reproductor. Intentaba asimilar lo ocurrido, pero su cerebro no quería funcionar.
Mientras su piso se colapsaba de vientos huracanados que reflejaban su estado de ánimo, articuló, en un susurro:

-Cobarde, cobarde, cobarde...- Aunque no sabía si se refería a él o a ella. O puede que a la suma de ambos.

Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!!!

martes, 23 de septiembre de 2008

¿ME OYES?


El niño reposaba la cabeza en su brazo, estaba profundamente dormido, por fin. Aun podía sentir la conmoción que había sufrido aquella tarde. Tras su charla se había ido apaciguando, justo lo contrario que le ocurría a él.


Su hijo David había visto como un alumno del colegio, varios años mayor que él, se abalanzaba sobre su profesor y lo golpeaba salvajemente, mientras le gritaba improperios, sin sentido. Tanto él como sus compañeros, se habían quedado mudos, quietos, como si fueran estatuas de piedra. La sorpresa los convirtió en espectadores involuntarios, de un espectáculo, que distaba mucho de ser, cuando menos, soportable.
Tardaron sólo unos minutos en acudir en su socorro, pero para David transcurrieron horas, al menos eso le pareció. Cuando consiguieron reducirlo, su profesor, estaba totalmente desfigurado, corría su sangre, por el suelo, y apenas se movía, pero lo que más le llamó la atención fue ver sus lágrimas mezcladas con la sangre. Le corrían por la cara, como si fuera un niño de la misma edad que su alumno.

David no estaba acostumbrado a aquello, su padre jamás le había pegado, su familia no era violenta, y la única violencia que veía era en las películas de la televisión, y en ellas, el personaje bueno, el que no tenía culpa, el que se veía arrastrado por la locura de los demás, recibía los golpes pero se levantaba con un pequeño corte en la cara, y seguía adelante en la película, sin lágrimas, sin dolor, como si su posición de inocencia le protegiera de lo que los demás le estaban haciendo.
En este día aprendió lo falsas que podían ser las secuencias de las películas, y su cabeza giraba entorno a las imágenes que había presenciado, la injusticia que realizó aquel chico.
David contaba solamente con cinco años y se había hecho preguntas sobre todo lo vivido, preguntas que obviamente le tocó responder a su padre:
- Ese chico ¿por qué le pegó a mi profe?
- Pues, lo cierto, es que no se los motivos, pero nunca se debe pegar a nadie.
- Tú siempre me dices eso, no pegues a los demás niños.
- Claro.
- Dime, ¿él no tiene un papá que le diga esas cosas? No pegues a los niños, ni a los profesores.
- Sí, claro que debe tenerlo, pero no siempre se les hace caso a los padres. ¿O es qué tú me haces siempre caso?
- En eso sí. ¿Estará bien el profe?
- No te preocupes dentro de poco volverá al colegio.
- Y ¿el chico?
- No, él no.


Su respuesta debió tranquilizarlo bastante, porque fue entonces cuando se durmió, no había conseguido serenarlo en todo el día. Se sentía mal, al saber que su hijo había estado presente en semejante situación con su edad. Muy pronto había percibido lo "malo" que había en el mundo, sentía como si parte de la ingenuidad que tenía se hubiera esfumado, eso lo ponía realmente triste.


Seguía dándole vueltas a la pregunta: “¿él no tiene un papá que le diga esas cosas?” No era tan sencillo, a veces no sabemos escuchar a nuestros hijos, y desaprovechamos la oportunidad de darles la respuesta que buscan, otras no nos hacen caso, y cierran sus oídos, y sobretodo su mente, a nuestro consejo, incluso hay ocasiones en que no estamos allí para escuchar sus preguntas, y deben responderse solos.
Antes de quedarse dormido, abrazado a su hijo, llegó a la conclusión de que era una mala época para ser niño, y eso los hacía crecer muy deprisa, faltos de la inocencia que correspondía a su temprana edad, pero también era una mala época para ser padre, y los hacía desistir muy deprisa, ¿se daría por vencido con su hijo, como muchos de los padres que conocía?...


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!

martes, 9 de septiembre de 2008

LA DANZA DEL GUERRERO



(Escuchad la canción mientras lo leéis)


Todo estaba oscuro, lo único que podía ver sobre el hielo, era su traje de gasa verde, y su melena roja como el fuego. Estaba muerta, lo supo, incluso antes de acercarse. Su amor, su vida, su compañera, había fallecido mientras estaba fuera, sola, sin volver a verlo, sin su calor, sin su voz para arroparla, envuelta en este inmenso frío.

El destrozado guerrero no alcanzaba a creerlo. Para él, ella era eterna, no podía perecer de este modo, no podía acabar así su amor.
Una melodía comenzó a sonar, no sabía de donde provenía tan dulce música, pero poco le importaba. En aquel triste momento, sólo podía pensar en volver a tocar su piel, tan blanca, como la escarcha que descansaba sobre su cuerpo inerte, besar sus labios, rojos como su melena, bailar con ella la última danza.

La levantó dulcemente del suelo helado, la arrancó de las fauces afiladas del hielo, no quería dejar que se enfriara. Su pelo resbaló por sus hombros, tan grácil, tal natural, tan dolorosamente hermoso. Su vestido, vaporoso, se movía entorno a su cuerpo, como si caminara a su lado, como una mujer de cuento.

Comenzaron su danza improvisada. Él la abrazaba entre sollozos incontenibles, pero silenciosos, sólo la música se oía. La levantaba por los aires, como si pudiera volar, la atraía, la alejaba, siempre pendiente de su mirada perdida, de su rostro de muñeca. La acariciaba, pidiendo, en muda plegaria, que le dejaran volver a sentir su mano cálida sobre su piel forjada en las batallas, como antes de partir. Le mesaba el cabello, mientras la hacía girar entre sus brazos. La llevaba en volandas, entregándosela al cielo, pero retirándola antes de que pudiera aceptar su ofrecimiento. Con el corazón roto y la pérdida supurando por todo su ser, escuchó como la música llegaba a su punto más álgido, y pudo sentir que el peso de su amada, no era el mismo que al principio de la danza.

Cuando no pudo resistirlo más y todos los músculos, huesos, y sentidos que formaban su cuerpo y su persona clamaban atormentados de pena, la atrajo una última vez hacia él y la besó, dulce, tierna, levemente en los labios, exigiendo que no se la arrebataran, y dejó caer su cabeza en su cuello, desconsolado.
La sintió estremecerse bajo su piel, en su húmedo abrazo. Abrió sus enormes ojos y su corazón volvía a golpear en su pecho. Su súplica, su danza, la traían de vuelta arrebatada de la muerte prematura e injusta.
Su felicidad, era inconmensurable, sus cuerpos se entregaron de nuevo al baile, esta vez sonriendo, llorando, saltando, al mismo tiempo. Se aferraban mutuamente, para comprobar que no era un sueño, ni una ilusión. La suspendió sobre su cabeza, haciéndola reír, giraban y giraban, hasta que la música cesó. Y al fin se fundieron en un emotivo abrazo, lleno del calor de sus propios cuerpos.


Se encendió la luz sobre el hielo, y los aplausos sonaron, atronadores, retumbando en toda la pista de patinaje. Los patinadores se separaron lentamente, con una alegría incontenible, y una sonrisa impresa en su rostro. Lo habían logrado, habían emocionado a su público, que se alzaba en pié en el pabellón, lanzando ramos de flores de todos los colores, que caían, como una lluvia mágica que no mojaba, en señal de entusiasmo y apoyo.
Estaban exultantes, lo habían coreografiado partiendo de un sueño de su entrenadora, y ese era el resultado de su esfuerzo.La medalla de oro de patinaje artístico en categoría de danza sería suya. Fue en ese momento, cuando de los ojos de los jóvenes patinadores, salieron verdaderas lágrimas de felicidad.




(De esta actuación de Marina Anissina y Gwendal Peizerat surgió este relato, os dejo vinculada otra actuación con la que ellos ganaron el oro en las olimpiadas de 2002, para los que les guste el patinaje artístico sobre hielo)

Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!

viernes, 5 de septiembre de 2008

SI TODOS MIS SILENCIOS HABLARAN





"Que hablen todos mis silencios "

Aun seguía dándole vueltas a la frase. Estaba escuchando aquella canción en su MP3, mientras caminaba por la ciudad, sin rumbo fijo, y de repente, la frase la golpeó, no recordaba cual era el tema de la canción, y casi no había percibido quien era el cantante, que sonaba dentro de su cabeza, pero nada de aquello importaba, sólo las palabras de aquella frase.

"Si todos mis silencios hablaran" -Yo sé exactamente que es lo que dirían- se dijo asimisma- Más bien lo que gritarían. Gritarían sin duda su nombre. Todas las veces que lo he silenciado, todas las veces que me lo he tragado. Todas las caricias que no he vertido, todas las verdades que me he callado por no hacerle daño.

"Si todos mis silencios hablaran"
-Podría llegar a conocerme de verdad. Podría saber cuando digo algo con sinceridad, y cuando simplemente sigo el hilo de la conversación.


"Si todos mis silencios hablaran"
-Al fin sería yo. Libre, transparente. Pero, tal vez, si todos mis silencios hablaran, no me gustaría lo que oiría de mí misma, tal vez, si todos mis silencios hablaran, hablarían de mi cobardía, de mis miserias y de mis secretos escondidos. Puede que no fuera buena idea.


Su psicóloga le había pedido que escribiera sus pensamientos esa semana, lo que fuera, lo que le apeteciera. Aun no lo había hecho, pero creyó que aquello que se estaba formando en su cabeza tendría más sentido, si lo plasmaba en un papel, y de esa manera terminaría con esa estúpida tarea.

-Además, seguro que esto nos sirve para varias sesiones, y deja de molestarme con sus preguntas y sus dobles sentidos.


Sacó un papel de su bolso, se sentó en el banco de la plaza, y se dispuso a divagar sobre lo que aquella frase le había inspirado.
Al cabo de quince minutos, todo el asiento estaba lleno de papeles arrugados, no era tan fácil como había creído. Finalmente escribió:

"La tengo frente a mí, tan idéntica, tan serena. Es mi imagen reflejada en el espejo. Tan parecida y tan diferente. Ella no es yo, y yo no soy ella. Tal vez una parte de mí quiere ser igual que ese reflejo nítido y sereno, escrutador de mis verdades. Y muy posiblemente ella quiere asemejarse a mí aunque sólo sea para salir al mundo a comprobar sus teorías. Sí, esas teorías que me lanza en la intimidad de nuestra vieja relación. Tal vez más próximas a lo que pretendo esconder de lo que me gustaría, suenan más a reproches, a reclamos por lo hecho o dicho; o peor aun, por lo no hecho, ni dicho. Me ha enseñado que no podía engañarla, que ella era la que me lanzaba las preguntas más directas y a la única que no podía mentir. No me dejaba mentir, aun hoy no me deja.Yo no he podido enseñarle nada, pero a pesar de eso sé que me envidia porque toda su vida se limita a ser mi reflejo, mi estático y doliente reflejo. ¿Por qué pensé que tenía a una persona distinta dentro de mí? ¿Por qué sigo pensando que ella va más allá de los espejos de casa y tiene una personalidad distinta a la mía? Simplemente porque ella es la suma de todos mis silencios. Sí, mis silencios. Si todos mis silencios hablaran y formaran una persona, sería ella. Pues no es más que el producto de mis propias represiones, de mis anhelos, de mis sueños frustrados, de mis deseos, de mis aventuras no vividas, de mis pensamientos más oscuros, y de los más claros. Ella es la esencia pura de mí. Sin máscara, sin disfraz, sólo ella y yo ante un espejo, ante la realidad de cada día, ante las mentiras vertidas en cada momento de mi vida. Si mis silencios hablaran, yo sería la del espejo y ella sería yo"


No sabía de donde le había salido la inspiración para aquello, pero cuando lo releyó supo, que había vertido algo más que divagaciones en aquel papel, tal vez su psicóloga no era tan inepta como se imaginaba. Esta satisfecha, más ligera, más despierta. Guardó el papel, con sus silencios revelados, se colocó una sonrisa en el rostro, y volvió a conectar su MP3.


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!

martes, 2 de septiembre de 2008

HOY ES MI CUMPLEAÑOS!!!!!



Se que estoy muy desaparecida ultimamente, pero es que las vacaciones me hacían mucha falta, y el retorno al trabajo esta siendo caótico, pero dadme unos días y lo tendré todo controlado de nuevo. De todos modos hoy, además, es mi cumpleaños y quería celebrarlo con todos vosotros!!!! Este año, porque casí hace un año que estoy en esto del Blog he conocido gente genial, asi que quiero compartir este día con todos!!! Disfruten de la tarta virtual!!!


Para los que les guste el Chocolate

Y ahora entonen conmigo!!!!!!!!!!!!!!ESTAS SON LAS MAÑANITAS QUE CANTABA EL REY DAVID A LAS MUCHACHAS BONITAS TE LAS CANTAMOS A ASÍ. DESPIERTA MI BIEN DESPIERTA MIRA QUE YA AMANECIÓ, YA LOS PAJARITOS CANTAN LA LUNA YA SE OCULTÓ. QUE LINDA ESTÁ LA MAÑANA EN QUE VENGO A SALUDARTE VENIMOS TODOS CON GUSTO Y PLACER A FELICITARTE. EL DÍA EN QUE TU NACISTE NACIERON TODAS LAS FLORES Y EN LA PILA DEL BAUTISMO CANTARON LOS RUISEÑORES. YA VIENE AMANECIENDO YA LA LUZ DEL DÍA NOS DIO LEVÁNTATE DE MAÑANA MIRA QUE YA AMANECIÓ...

Hasta la próxima desconexión!!!!!!!