domingo, 28 de febrero de 2016

EL INFRANQUEABLE


Te crees el gran señor. El infranqueable. Te haces llamar mar, pero eres un huerto sembrado con los huesos de mi gente; un cementerio que oculta bajo sus aguas las muertes de personas que vienen huyendo, que ahoga los gritos de la desesperación. Eres el abismo que no se nos permite cruzar. La frontera que levantan los “señoríos” y nos niega una oportunidad de vivir. Paladín de la indiferencia humana, abanderado de la miseria y la desigualdad, guerrero de los opresores, que lanzas tu oleaje contra nuestras cáscaras de nuez y presumes de tu fuerza. Remolinos de niños sin vida llegan a tus orillas como tristes rastros de las batallas perdidas. Luchas desiguales en tierra y mar. Tú, Mediterráneo, que presumes de tus aguas y tus colores, no presumas, tu fondo está lleno de muertos.

Hasta la próxima desconexión.

PD Feliz día de Andalucía a todos mis paisanos. (Aprovecho la entrada para decir que no podemos olvidar que el Mediterraneo que baña nuestras playas fue cuna de civilizaciones, no lo olvidemos, mantengamos ese espíritu)

lunes, 22 de febrero de 2016

AÚN TENEMOS TIEMPO



―Ven siéntate aquí. No seas así.
―No puedo entenderte.
―Qué quieres entender. Qué quieres que haga. Ya es suficiente, debes aceptarlo.
―No. ¡No, joder, no! ¿Qué quieres que acepte? No puedo y no quiero. No lo haré.
―No ganas nada así, por favor siéntate en la cama conmigo, quiero tenerte cerca.
―Es que no es normal.
―¿El qué?
―Ha pasado algo y no quieres decírmelo. Lo sé. Si no, ¿por qué esta actitud sumisa? No me mires como si estuviera loco mientras te veo menguar en esa estrecha y horrible cama, me dan ganas de llorar.
―Eso no me ayuda.
―¡Quiero llorar y quiero gritar hasta que se me agote cada músculo del cuerpo, hasta que mi cerebro no sea capaz ni de saber dónde estoy o hasta que toda esta rabia me salga del pecho! Ojalá pudiera echar el tiempo atrás.
―¿Para qué? ¿Harías algo diferente?
―Para empezar no haría como que no pasaba nada cuando descubrimos que te habías contagiado. Patalearía, insultaría y no fingiría ser más fuerte que la muerte. No volvería a menospreciarla.
―Ya es tarde para enfadarse y gritar.
―Pues no. No. No quiero que te des por vencido, podemos seguir probando con los antirretrovirales… No dejaré que te rindas, ¿me oyes?
>>Al menos deberías estar enfadado, decepcionado o… ¡indignado! No sé. ¿No crees que esto es injusto? Es que no te preguntas por qué tienes que ser tú. A mí me ahoga todo el llanto que no he podido derramar en este año y tú me miras desde esa apatía que no puedo comprender. Sí, esa. No me mires así.
>>“Llorar es estúpido” “Enfadarse no es la solución”… y todas esas grandes frases que te has aprendido y que parecen sacadas de un libro de autoayuda. Dime, ¿de dónde salen? ¿Hay un libro de “Autoayuda para morir” o “Resígnate a una buena muerte”?
―Deja de decir tonterías y tranquilízate. Aún nos queda tiempo.
―No el suficiente.
―Nunca es suficiente. ¿Conoces a alguien que haya tenido “suficiente vida”? Lo mejor es aprovechar el tiempo que tenemos.
―No. Porque para ti eso significa rendirse. Ya no quieres pelear, ni siquiera por mí. Has dejado la medicación. Me dijiste: “Estoy listo”. ¡Decidiste que era el momento de aceptarlo, pero yo no! Me has oído, yo no estoy listo. No vuelvas a pedirme que me siente a tu lado en esa asquerosa cama.
―Está bien. Aún tenemos tiempo.

Hasta la próxima desconexión.

lunes, 15 de febrero de 2016

VETE Y NO REGRESES




Te odio. Te pasas el día picándome y cada día estás más gordo. Cuando creo que me he librado de ti reapareces como si tal cosa. Sin motivo. Me duele. Estoy tan cansada de ti; he pedido ayuda para conseguir que te vayas pero ninguna de las cosas que he probado parece funcionar. Siento ganas de llorar pero eso solo conseguirá agravarlo todo. Vete. ¡Vete! ¡Sal de mi vida, maldito orzuelo! 

Hasta la próxima desconexión.

domingo, 7 de febrero de 2016

EN LAS TABLAS



Subo, las tablas del teatro crujen bajo mis pies. Oigo los murmullos tras el telón. Las luces apagadas, la respiración contenida, el sudor empieza a escaparse corriendo por mis sienes. Ajusto el chaleco y carraspeo. El telón hace el típico “ras, ras”, ese sonido que me acompaña desde que era adolescente, preludio del alzamiento. Mis compañeros preparados, tensos como yo. Esperamos todo el año para este momento, no solo hemos practicado sobre un escenario, sino con nuestro vivir.

Algunos nos llaman payasos y otros juerguistas, se piensan que bajo este disfraz me escondo para clamar lo que no dije cada día de este largo y horrible año. No se confundan, señores, no llevamos disfraces sino pinturas de guerra, los colores de la libertad: la libertad de expresión y la libertad del pueblo, que cada año ruge en los teatros, y grita, a garganta abierta, las verdades, los sufrimientos y las penas de la gente que no sale en las noticias. No, señores, no se confundan, yo no vengo a divertirme ni a emborracharme entre bambalinas, soy el heredero de esta tradición que incluso costó vidas y encarcelamientos en otras épocas que ya no parecen tan lejanas. Vengo cargando sobre mis hombros el quejío de mi pueblo, y lo hago cantando, acompañado de guitarras y bandurrias, de voces templadas y llenas de rabia, de golpes de pecho y de alguna que otra lágrima. Vengo cargado de impotencia y de orgullo. Y ya pueden… ya pueden criticarnos por soberbios, por fantoches y por vagos, pero sigo aquí, de pie tras el telón, esperando sin esperanza que se avergüence el protagonista del pasodoble de mi comparsa. Y seguiré cantando.

Hasta la próxima desconexión.

lunes, 1 de febrero de 2016

SIRENA



Jamás has llorado, dices. Ni al nacer, ni cuando estás triste o tienes roto el corazón. Ni si estás alegre o a solas y deprimida. Jamás has visto tus lágrimas rebasar la línea de tus ojos y recorrerte el rostro. Anhelas descubrir tu propio llanto, pero ¿cómo y cuándo podrías lloras, Sirena?
Desde la infancia te contaron que el mar fue creado por el llanto de las primeras sirenas, que esa era la razón de su cristalina apariencia y de su salado sabor. Los océanos, los mares, fríos como la misteriosa pena por las que se escapaban las lágrimas de sus ojos.
Te haces preguntas.
¿Las sirenas habéis agotado todo vuestro llanto?, ¿sólo pudisteis llorar en aquel momento? O ¿tal vez, seguís llorando sin saberlo? ¿Es posible que seáis la fuente de la que manan esos inmensos océanos? ¿Cómo saberlo?
Tal vez…

Solo tal vez… deberías salir a la superficie, y conocer la verdad.

Hasta la próxima desconexión

miércoles, 13 de enero de 2016

ESTACIÓN: “LA ISLA”




La puerta se abre y me acomodo en el asiento más cercano al conductor del metro. Enciendo el ipod y el ebook. A mi lado, una chica embutida en unos breves shorts desbloquea su móvil y hurga en la pantalla con avidez, sabedora de que pronto no tendrá conexión. Arrancamos, suspira y lo apaga. Observa de reojo para saber qué leo; su curiosidad me agrede y giro la muñeca para que no pueda verlo. Acoge la indirecta con naturalidad. Salvado el escollo, agradecidas, regresamos a nuestro vagón del silencio.

Hasta la proxima desconexión.

martes, 15 de diciembre de 2015

LA VERDAD BAJO EL KIMONO



El dardo voló atravesando la ventana de papel de arroz en la que se recortaba la silueta de la sirvienta, clavándosele en el cuello. El veneno la paralizaría en pocos segundos sin poder dar la voz de alarma.
Una sombra se coló dentro de la habitación y arrastró el desvanecido cuerpo tras el biombo; desvistió a la sirvienta y se puso su ropa.
Al poco se abrió la puerta y la señorita Mizuki se quedó mirando a la intrusa sin ser capaz de traspasar el umbral. La sirvienta hizo una reverencia y se presentó:
―Soy Ryu, me envía su futuro esposo para que la ayude a prepararse para la boda.
―¿Qué le ha pasado a Mei?
―La dispensaron de hacer este trabajo.
―No, quiero…
―No tenemos mucho tiempo señora, si no empezamos ahora llegará tarde a la boda y no será bueno para usted ni para su padre.
Parecía que aquella mujer había leído en su expresión las ganas que tenía de huir de la boda, como les gustaba llamar a su condena, que tenía más de transacción que de ceremonia. No era más que una mercancía que había sido vendida, no sabía si por las deudas de su padre o por sus intereses políticos, puede que por las dos; no se le permitía conocer los motivos por los que iba a casarse con el Gran Señor, aquel viejo que poseía la mitad de la ciudad; legal o ilegalmente, todo pasaba por sus manos. Tenerlo de yerno solo beneficiaba a su padre.
Pensó quitarse la vida antes de la boda, pero no la perdían de vista desde que se comprometió. Estaba claro que no engañaba a nadie con su falsa sonrisa y ahora que su futuro marido le mandaba aquella espía sabía que a él tampoco lo había engañado. Su último recurso, su ama de cría, acababa de desaparecer, solo le quedaba aguardar su destino.
Ryu tenía todo preparado: el kimono de boda, el maquillaje, los adornos para el pelo, las esencias, cada pieza que se colocaba era un paso hacia una muerte en vida. El kimono pesaba más que nunca, era azul y dorado y le daba un toque fantasmal a su blanquecino rostro, el pecho perfumado con almizcle para la noche de bodas, como si fuera una cortesana (había sido una petición del Gran Señor). No pensaba llorar, por muy humillante que resultara que esa mujer estuviera restregando aquella esencia contra sus pezones.
Pieza a pieza el kimono se ajustó a su cuerpo, las mangas hacían un susurrante sonido al rozar el suelo, era lo único que podía oír a pesar de la incesante charla de su odiosa ayudante. El pelo recogido y adornado con un kanzashi de jade regalado por su padre, con el dinero que tenía gracias a esa boda, pero ni todo el jade del mundo podría compensar aquella traición.
Ryu estaba terminando de maquillarla, algo de color en las mejillas, labios rojos como pétalos que destacaban sobre la base blanca. Pura, como una flor, así se lo habían repetido día a día; hasta hoy, pero en el ambiente había de todo menos pureza, aquel maquillaje no era más que una falacia bajo la que ocultar la inmundicia que la llevaba hasta allí. Mentirosos, manipuladores, ¡viles!
Ni siquiera le quedaba el consuelo de pensar que aquello sería lo peor, aún quedaba mucho más.
―Señorita, el palanquín del Gran Señor está llegando, debe estar preparada ―le anunció el guardia de la puerta.
―Entendido, sal―. El pecho se le aceleró involuntariamente, no quería parecer débil o asustada, pero no podía evitarlo, estaba a medio camino entre el grito y el silencio ahogado en el filo de su garganta.
―Señora, señora ―llamó su atención la sirvienta­―. Ahora que estamos solas debo decirle algo… Puede acabar con esta situación si lo desea ―tanteó.
La novia la miró con la incertidumbre reflejada en el rostro.
―Lo digo en serio, es la única que puede salvarse a sí misma de todo esto.
―¿Qué estás diciendo?
―Debe acabar con él ―dijo cambiando la dulce expresión con la que había ocultado la dureza de su mirada. Sus ojos eran los de una asesina, hielo.
―¿Quién eres? ―preguntó al comprender lo que le proponía.
―No hay tiempo para esto. ¿Quiere unirse a ese hombre, es lo que quiere?
―No sé de qué me hablas ―dijo retrocediendo con torpeza por el peso del kimono.
―Claro que lo sabe. Le hablo de matar al Gran Señor, y sabe que quiere hacerlo.
―Yo…
―Aún no ha gritado pidiendo ayuda y ya debe de suponer que no soy quien le he dicho ―la novia aún no sabía cómo reaccionar ―Déjese de dudas, el guardia volverá en cualquier momento para llevarla a su boda, ¿irá sumisa a ese destino?
―No, pero es que…
―Ahora escuche ―la interrumpió sacando un frasquito del interior de su kimono amarillo―. Estos polvos son un potente veneno, solo tiene que espolvorear con ellos los dulces de la noche de bodas, hará efecto esa misma noche. Mañana será una mujer libre ―la animaba mientras posaba la mano en su hombro. Sin darse cuenta la falsa sirvienta se había acercado a ella y dejaba caer el frasco del veneno en su mano para cerrársela después.
>>Su destino está en esa mano, solo depende de usted, haga con él lo que quiera. No deje que los demás lo decidan. Si toma la determinación de hacerlo, mañana al amanecer le facilitaremos una ruta de escape.
―¿Qué, tengo que irme, y qué pasa con mi familia?
―¿Se refiere al padre que la ha vendido? ―suavizó el tono cuando vio el dolor que eso le afligía―. Será sospechosa tras la muerte del Gran Señor, no puede quedarse.
―¿Qué sacas tú de todo esto?
―¿Yo? Lo mismo que usted, libertad. Ese tirano está subyugando a todos.
―No puede ser solo eso. Tras él vendrá otro igual.
―Seguro que no será peor que él. Y aunque lo sea mi venganza se verá cumplida. Ese monstruo no debería estar en este mundo, debería vagar por el más allá durante toda la eternidad, sin descanso. Dígame, ¿va a hacerlo?
No contestó, pero colocó el veneno dentro de su kimono.
La puerta volvió a abrirse y el guardia le indicó que era la hora. Asintiendo miró por última vez a la mujer que había usurpado la posición de su ama de cría y arrastrando su kimono azul y dorado, oliendo a almizcle y con un nuevo peso en su pecho que le aligeraba el corazón, avanzó hacía su boda.

Ryu se deshizo de la ropa de sirvienta y volvió a ponerse la suya, no sin antes acariciar la cicatriz de su vientre sintiendo de nuevo la pérdida.

¡Hasta la próxima desconexión!

PD. Perdón por la tardanza, el final de año se complicó. Si no os leo antes. Felices Fiestas a todos.

sábado, 31 de octubre de 2015

BIENVENIDA AL MUNDO DE LAS PESADILLAS


Todo el mundo conoce el “Cuento de la Bella Durmiente”, pero nadie conoce la historia de Aurora, la chica de dieciséis años que debía permanecer dormida hasta que el príncipe la despertara. Hoy conoceréis la verdad sobre las pesadillas de Aurora.

Cuando la princesa se pinchó con aquel huso no cayó en un profundo y placentero sueño, como su apariencia podría hacernos creer. La maldición no consistía en que ella durmiera durante el resto de su vida, no. El verdadero castigo vino justo cuando cerró los ojos.
Estaba en su habitación, tumbada sobre la cama. Era bastante extraño, porque no recordaba que las paredes fueran tan oscuras, ni que todas las velas estuvieran consumidas. Sin el sol entrando por la ventana y sin la luz de los candelabros el aspecto de su cuarto era bastante tétrico. Salió despacio, no se oía nada; en un castillo tan grande, siempre había algún ruido aunque fuera el de los sirvientes corriendo por los pasillos. Era muy inquietante que solo pudiera escuchar cómo el bajo de su vestido rozaba la costosa alfombra. Sin saber por qué, no se atrevió a alzar la voz para llamar a sus sirvientes, ni a sus padres. Algo estaba pasando. ¿Los habrían asaltado? Ideas incoherentes se agolpaban en su cabeza y las iba descartando una a una sin poder encontrar una explicación que la convenciera.
Una voz susurrante, que arrastraba las palabras resonó en sus oídos: ―Auroooooraaaaaaa. Voy a por tiiiiiii. Bienvenida a mi pesadillaaaaaaaa. Salió corriendo agarrándose con ambas manos la cabeza intentando hacer que parara mientras un afilado sonido de cuchillas chirriaba a su paso. “¿Quién era? ¿Qué quería?” Bajó las escaleras hasta llegar al gran salón, tampoco había nadie allí.
―Aurora, no hay escapatoria, no huyas, no tienes donde ir,
―¡Cállate! ―gritó sin saber a quién― Este es mi castillo, sal de aquí o mis soldados acabarán contigo―. Una carcajada sin humor atravesó el aire del salón:
―Querida, este ya no es tu castillo. Puede que se le parezca, pero este… este es mi mundo. El mundo de las pesadillas, y en él pocos sobreviven. ¿Quieres jugar?
―No. No quiero jugar.
―Jugarás, créeme ­―susurró.
Aurora no podía creer lo que estaba pasando, hablaba sola en medio del salón;“¿Se estaba volviendo loca? Aquello no podía ser real”.
―Es muy real, Aurora­ ―y volvió a resonar aquella carcajada. “¿Sabía lo que estaba pensando?”. La princesa giraba sobre si misma intentando averiguar de dónde venía aquella voz.
―Da la cara ―gritó― No te tengo miedo.
―Lo tendrás ―susurró―. Tus deseos son órdenes para mí.
La joven princesa fijó su vista en la puerta del salón y aguardó. Sintió una fría respiración sobre su hombro derecho, “No puede ser, no había nadie aquí” algo frío subía por su espalda rasgándole el vestido, sintió como un hilo de sangre resbalaba por su costado, pero era incapaz de moverse, el miedo y la sorpresa la tenían paralizada. Giró el rostro muy despacio y por el rabillo del ojo miró su hombro, sobre el que apareció una mano de metal que en lugar de dedos terminaba en unas afiladas cuchillas.
―¿Quién eres?
―Mi nombre es Freddy, milady ―respondió con sorna, mientras la obligaba a girarse y mirar su rostro quemado.
Aurora se tapó la boca con las manos intentando apaciguar el grito que desgarró sus cuerdas vocales y salió corriendo del salón, mientras escuchaba la voz de Freddy:
―Corre, Aurora, corre, será más divertido.
La joven, despavorida, intentó salir del palacio pero la puerta principal estaba atrancada. Escuchó el sonido de las cuchillas rechinar sobre la pared, cada vez estaba más cerca. Oyó un sonido metálico y en el último segundo se apartó dando un salto antes de que el hacha, que portaba la armadura que guardaba la entrada, la cortara en dos. Voló hacia su habitación y cerró la puerta, no podía escapar, él tenía razón, aquello era una pesadilla.
―Eso es. Una pesadilla. Necesito despertar.
Se abofeteó por si eso la despertaba, pero lo único que consiguió fue que le ardieran las mejillas. “Estúpida, nadie se despierta de un sueño así, aunque eso de que: si es un sueño no duele, es falso”, pensó.
―Eso es porque no es un sueño, princesa ―le contestó mientras giraba el pomo de la puerta como si nunca hubiera estado cerrado. Aurora volvió a cerrarla y él rió a mandíbula suelta. “Pequeña y tonta princesa”.
―Va a ser una pena acabar contigo, eres tan simple que me haces mucha gracia.
La joven se había apresurado a empujar el armario contra la puerta para evitar que entrara, pero a la vez se iba acorralando más y más.
Sintió un suave roce en la pierna cuando las sábanas de raso la apresaron, la elevaron y la hicieron aterrizar sobre el colchón aferrándole muñecas y tobillos al cabecero y a las patas de la cama. Aurora gritó, pero de nuevo fue silenciada al introducirse las sábanas en su boca haciéndole difícil el respirar. Unas manos negras, llenas de llagas supurantes, surgieron de debajo de su cuerpo y ascendieron lentamente por sus piernas hasta posarse en su cuello. Lo aferraron con fuerza y el paso del aire fue totalmente cortado. Luces rojas aparecieron ante ella, premonitorias del final, pero entonces, un grito de Freddy atravesó la noche, como un trueno en medio de la tormenta y el aire volvió a circular por su garganta hasta llegar a los pulmones…

Se incorporó intentando gritar, pero su garganta estaba tan dañada que no pudo, y fue cuando lo vio, inclinado sobre ella, el príncipe. Por puro instinto se lanzó a sus brazos. Al fin había despertado.


Ahora conocéis lo que jamás fue contado. Así logró, la bella princesa, ser recordada. El cuento terminaba: "vivieron felices y comieron perdices", pero nada se dijo de dormir.
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Feliz Noche de Halloween. 
Hasta la próxima desconexión.

martes, 27 de octubre de 2015

EL CAMINO DEL PEREGRINO



Tras subir un kilómetro de escaleras de madera, bordeadas por profunda vegetación sin arreglar, ante los excursionistas hizo su aparición, al fin, la Ci En Pagoda. A esas horas el sol ya arrasaba las cabezas locas que visitaban aquel templo sin considerar su salud. La preciosa torre se imponía frente al empequeñecido tambor, desafiándole con sus seis plantas de altura.
Los excursionistas tras mirar fijamente la pagoda aceptaron el reto que les lanzaba, y con un "go, go, go" avanzaron por las escaleras de caracol que les llevaría más cerca de lo divino, donde con tres retumbantes golpes alejarán sus pecados. Cada planta una parada, cada parada un recuerdo. El sudor va purificando sus cuerpos en el camino del peregrino, como juegan a llamarlo.
Recibiendo las bendiciones, solicitando el perdón y dando las gracias iniciaron el descenso.
Cuando pisaron la grava de la explanada, el sonido que produce, y que al menos para uno de los exploradores siempre resultaba mágico, los volvió a conectar a lo terrenal; pudieron sentir el calor del mundo subir por las piernas. Era la hora de partir, no se veía a nadie en aquel lugar que antes era sagrado y que ahora se llenaba de turistas con cámaras y móviles, inmortalizadores de recuerdos digitales.

Algo no estaba bien, una extraña sensación trepaba por sus piernas que nada tenía que ver con el calor ni con aquellos insectos albinos que los rodeaban.
─Bajemos, es tarde y el calor aprieta.
Bajar la escalera no suponía el mismo desafío así que aceleraron el paso, la incomodidad seguía allí. Tras el último peldaño tampoco había nadie, ni turista, ni lugareño, la soledad sería absoluta si no fuera porque ellos eran dos.
El miedo los sobrecogió cuando, entornando los ojos frente al cartel, descubrieron que no habría un autobús hasta, por lo menos, dos horas y media después. Instintivamente echaron mano a las botellas de agua para saber cuánto les quedaba; la comprobación no fue muy halagüeña. Se miraron sintiendo como sus gargantas se secaban.
─Qué no cunda el pánico, alguien debe pasar por aquí. Además nos dijeron que cerca había una ruta de senderismo para volver a la ciudad.
─Lástima no haber cogido un mapa de las rutas, la vegetación es tan espesa que podemos perdernos con facilidad. Mejor esperamos un poco a ver si pasa alguien.
Tras cuarenta minutos a pleno sol y sentados en el abrasador asfalto la situación no podía mantenerse. Armándose de optimismo y valor fingidos decidieron seguir el camino que parecía surgir del bosque que había enfrente, no había mucho más donde elegir.
Tras andar escasos cinco minutos, detrás de un recodo, vieron aparecer el templo Xuan Zang como si de un espejismo se tratara, tan solo a cuarenta pasos de su desamparado lugar se hallaba aquel hermoso y blanquísimo templo, con fuentes, plantas y árboles enormes. Arrastrados por la energía de los rezos que se escapaban de entre las varillas de incienso cruzaron el umbral. El arco rojo les daba la bienvenida y los acogía a pesar de sus distintos credos, a pesar de que ellos agradecieron a otro Dios su buena suerte, pero entre los dioses parece que existen menos desavenencias que entre sus seguidores.
Una vez dentro un monje, calvo, sonriente y todo vestido de gris les entregó, con ambas manos, un escrito envuelto en una tela amarilla, y mediante el universal lenguaje de signos les indicó que lo leyeran. Intentaron hacerle entender que no sabían chino, pero insistió, quitándole importancia a ese detalle con su mano. Al desenrollarlo los caracteres chinos se desvanecieron, transformándose en su idioma materno, por lo que pudieron leer el mensaje con facilidad:

Todo el que consigue cruzar su propio desierto vislumbrará el camino a una morada segura, y no será importante qué mano sostenga el incienso que lo guió, ni bajo qué Nombre lo hizo.
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PD Siento haber tardado, he estado liada jajaja. 
¡Hasta la próxima desconexión!

miércoles, 30 de septiembre de 2015

DECEPCIÓN



Me decepciono a mí misma cuando alguien tiene un bonito gesto conmigo y me descubro pensando que yo no lo haría.
Ni siquiera me queda el consuelo de poder culpar a otro.


¡Hasta la próxima desconexión!

miércoles, 23 de septiembre de 2015

SE NOS FUE LA MAMÁ CARMEN BALCELLS

"Todos nacemos felices. Por el camino se nos ensucia la vida, pero podemos limpiarla. La felicidad no es exuberante, ni bulliciosa, como el placer o la alegría. Es silenciosa, tranquila, suave, es un estado interno de satisfacción que empieza por amarse a sí mismo. Tú deberías quererte como te quiero yo, como te quieren todos los que te conocen..." (El Amante Japonés- Isabel Allende)





Isabel es una de mis escritoras de cabecera, por muchos motivos, pero por uno en particular; ella me enseñó a disfrutar de la literatura y también que era posible contar crudas verdades intercalando un poco de magia. Hace un par de días murió Carmen Balcells, editora no sólo de esta escritora sino de otros grandes autores (Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Pablo Neruda, Miguel Delibes, Álvaro Mutis, Camilo José Cela, Vicente Aleixandre,Gonzalo Torrente Ballester, Manuel Vázquez Montalbán, José Luis Sampedro, Terenci Moix, Juan Carlos Onetti, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Josep Maria Castellet, Juan Goytisolo, Alfredo Bryce Echenique, Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Isabel Allende, Rosa Montero y Gustavo Martín Garzo...). Así que puede decirse que gracias a ella, yo amé la literatura (y para bien o para mal este blog es resultado de ese "amor").

Gracias por regalarme tardes llenas de palabras junto a una ventana y numerosas vidas que habías seleccionado con cariño para mí.


Hasta la próxima desconexión.

jueves, 17 de septiembre de 2015

CARTA A MI AMIGA (Grandes dilemas)


Málaga a 17 de septiembre de 2015

Amiga, esto va a ser bastante atípico, ya te voy avisando.

Primero, ¿cómo se saluda hoy día por carta? ¿Hi!? ¿Hola? ¿Buenas? Estoy segura que “Estimada” o “Querida” no pega nada, así que mejor pasemos un tupido velo sobre el incómodo tema del saludo, y que empiece esta conversación “in media res” como dirían los literatos.
Segundo, (muchas son las dificultades o dudas que tenemos hoy día para escribir una carta, como puedes ver) ¿qué tono debo usar? No es una carta a un desconocido, ya hace años que nos conocemos vía Internet e incluso nos hemos visto en tres o cuatro ocasiones, por lo que el dilema al que me enfrento es el siguiente: no puedo usar las típicas frases de presentación, “Mi nombre es…, soy de…, tengo X años…”porque ya nos conocemos, pero no tenemos un contacto tal que nos haga cercanos (literal y no literalmente hablando) así que, ¿qué me recomiendas?
Es difícil que me sugieras algo antes de contestar a esta carta, pero ya sería tarde, no creo que tu sugerencia sea la salida a mi problema. Supongo que me arriesgaré con un tuteo así, de andar por casa, no tanto como un whatsapp (prefiero no tener que poner abreviaturas y emoticones, porque dibujar caritas en el papel no es lo mío, eso lo dejamos para cuando conversemos por otras vías)
Como decía, usaré el tono de unas amigas que, por ejemplo, fueron compañeras de colegio, pero hace quince años que no se ven. ¿Te parece? Si no es así ya me lo harás saber en tu carta.
Ya tengo resuelto dos de los mayores escollos pero llega el contenido fundamental. No quiero que esta carta sea un ejercicio de “yoismo” aunque en realidad todas las cartas lo son (según mi opinión) Te cuento sobre mí cosas que tal vez no quieras saber, no te interesen o directamente te aburran, y tampoco quiero que se convierta en un interrogatorio, ¡ni que esto fuera una investigación de la policía! En fin, no me malinterpretes, quiero saber de ti, pero tampoco me creo con derecho a preguntarte nada, vaya a ser que no quieras contármelo y jamás te pondría en esa situación. ¡Qué prime la libertad, ante todo!
Me empiezo a agobiar, es que no sé… esto es más difícil de lo que pensaba, yo creo que esta locura que se te ha ocurrido de mandarnos cartas escritas a mano, así, sin más, sin pensártelo, no va a funcionar. Lo mejor va a ser que te siga mandando los mensajes al móvil porque lo de usar papel y bolígrafo es mucha presión para mí. A todo esto, ¿bolígrafo o pluma? ¡Ves! Yo, así no puedo.
Voy a mandarte este intento de misiva (mira, uso palabras de las que te gustan) solo para que veas que no he podido escribirte una carta. ¡Ah! Y de paso te mandaré un whatsapp para que sepas que ya va para allá. No sea que se pierda y creas que no te escribí.

Una última duda me asalta. ¿Cómo me despido por carta? ¿Adiós? ¿Un beso? ¿Nos vemos? (no creo que eso pase) ¿Ciao? ¿Bye? Bueno dame por despedida y se acabó.

¿Por qué a estas cosas no se les acaba la batería, o la tinta en este caso?

Te dejo sin posdata ni nada, que nunca supe para qué servían.

¡Hasta la próxima desconexión!

domingo, 13 de septiembre de 2015

PLAYA MISERICORDIA





Antes de salir el sol.

La playa de la Misericordia estaba desierta aún no había amanecido aunque pronto se llenaría de bañistas, pero él no estaba allí para darse un baño; bueno tal vez sí, posiblemente el último.
Ella se había ido. Era culpa suya. Lo sabía, podía sentirlo en los huesos. Esos huesos que casi no le sostenían.
Era su playa preferida, allí se conocieron. Ella no volvería a correr por la orilla, ni a ponerle crema en la espalda. No podía creer que nunca más verían salir el sol sobre esas olas. Había ido a despedirse porque ella no pudo.
Lanzó una última mirada a la ciudad que fue escenario de sus encuentros y allí estaba... como si le mirara desde arriba...

Unas horas antes.

El conductor del autobús paró para recoger a su único pasajero. Era el último viaje antes de que toda la responsabilidad recayera en el autobús nocturno. La noche empezaba a rociarse sobre Málaga.
Cuando el chico compró el billete vio que tenía las manos manchadas de pintura blanca. No había nadie más en el autobús, así que "por qué no averiguar un poco". Sentía curiosidad por la manos y la ropa manchadas de blanco y por aquella sonrisa. No hacía falta ser Sherlock para saber que su aspecto no era por haber estado trabajando. Tras una conversación plagada de tópicos, "qué buen tiempo hace..." el chico le confesó lleno de entusiasmo que acababa de cometer un acto vandálico, para terminar riendo con las orejas coloradas. Su novia lo acusó de ser poco romántico, no le era fácil expresar sus sentimientos según le contó era muy malo con las palabras, así que aquello fue lo que se le ocurrió...

Después de amanecer en la playa de la Misericordia.

Los bañistas acudían sin saber que serían espectadores de primera mano. Alguien había subido a la vieja chimenea de piedra, construida dentro de la playa y con pintura blanca escribió MÓNICA, en letras enormes. Se supuso que habían escalado, pero no tenían ni idea de quién era Mónica, ni por qué aparecía su nombre a veinte metros de altura donde todos pudieran leerlo.

A los pocos días.

¿Habéis oído lo de “Torre Mónica”? Dicen que alguien lo escribió para su novia que acababa de morir en un accidente de tráfico.
¡Qué dices! Me han dicho que es una declaración de amor.
Ninguna de las dos cosas. Dicen que no hay señales de que alguien haya escalado la chimenea. Fue un fantasma. ¡Ouuuuu!
¡Sí, claro!
Pues mi vecino, que es policía, me ha dicho que han intentado borrar la pintada y cada noche vuelve a aparecer, nadie sabe cómo, quién o por qué lo hace. Estoy seguro que es un fantasma.

El conductor del autobús sonrió.




¡Hasta la próxima desconexión!

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Dialogando.





Toma una decisión con el corazón. La cabeza encontrará la manera de conseguirlo.
¿Así de fácil?
No. Así de difícil.



Hasta la próxima desconexión.