martes, 1 de septiembre de 2009

LA PRINCESA Y LA ROSA


La princesa estaba en pie en el centro del gran salón. Toda la Corte mantenía un tenso y prolongado silencio. Estaban a la espera de lo que iba a anunciar.
No podía seguir retrasándolo por más tiempo. Todos en el reino esperaban su desposar, pero a pesar de los numerosos pretendientes ella no aceptaba a nadie.


Hoy era el día. El rumor había cundido de boca en boca por toda la capital. Se insistía en que la princesa pondría a prueba a sus posibles esposos y debería decidir en una semana, como máximo, quién sería el futuro Rey.
La protagonista de aquel rumor, estaba insegura. No se trataba de inmadurez, caprichos egoístas o simplemente orgullo. No, era algo más sencillo. No conocía el amor. No deseaba casarse en semejantes circunstancias, pero el reino lo había exigido y se debía a él. Su privilegiada posición le requería sacrificios, y éste era uno de ellos. No podía huir.

Su esbelto cuerpo resaltaba entre la multitud congregada. Levantó una mano. En ella sostenía una hermosa y temprana rosa blanca.

-He aquí el rival que deberéis vencer para convertiros en Rey- el silencio se expandió como reguero de pólvora.


- En una semana aquel que consiga transformar esta rosa blanca en una rosa roja será llamado Mi Rey.


Los sirvientes repartieron una rosa a cada príncipe. Todos estaban sumamente desconcertados ¿Cómo era posible transformar aquella rosa? ¿Era esta una artimaña para evitar el compromiso? Pero ninguno de los competidores quería desmerecer ante los demás, por lo que asumieron el reto y se marcharon a meditar una posible solución que les acarreara un reino..........



Los días fueron pasando y los príncipes no aparecían. Todo el reino estaba ansioso por conocer las buenas nuevas.


Cada uno de los pretendientes fue llegando al castillo. Se acompañaba su entrada con música, vítores, bailes y todas las demostraciones de alegría que las gentes fueron capaces de realizar. Sin duda era una gran fiesta, para los habitantes de reino.


Había un gran contraste al acceder al Gran Salón, puesto que allí el silencio era atronador. Nada, salvo el respirar de los reunidos, podía oírse en la inmensa sala.

Uno a uno los príncipes avanzaron ante la princesa.


El primero de ellos, había pintado la rosa con una delicada pintura roja, pero a consecuencia de ese baño de color la rosa se marchitaba rápidamente. La cara de la princesa reflejó el horror que aquella visión le provocaba. Se enfureció y lo echó del reino. ¿Cómo se le había ocurrido destruir su hermosa flor de aquella manera? ¿Es que no le importaba aquel sacrificio? No, no podía ser el rey. Varios pretendientes más abandonaron el Salón puesto que habían compartido la misma resolución que el anterior.


El segundo que se atrevió a enfrentar a la princesa había cubierto la rosa con un tul rojo. Ella le agradeció que no hubiera lastimado la flor, pero aquello sólo era una apariencia, un engaño.
- No busco un Rey “en apariencia Rey”, sino uno que lo sea realmente - No podía aceptarlo.
Lo rechazó amablemente.


El tercero colocó unas lentes tintadas, sobre su rostro, y luego le mostró la misma rosa blanca. Ella sonrió ante la ocurrencia, pero tampoco lo aceptó.
-Éste es un bello truco, pero con él sólo yo puedo ver la rosa roja, y no busco un Rey que se comporte sólo ante mí como tal, sino uno que pueda ser apreciado por todos los habitantes de mi reino-.


El cuarto de los príncipes le enseñó la rosa blanca, y la hizo desaparecer entre sus manos, en su lugar apareció una hermosa rosa roja. Se postró ante sus pies y se la entregó.
-Estimado Príncipe- le dijo obligándole a levantar la vista hacia su rostro- La magia ha sido muy emocionante, pero ésta no es mi rosa, sino otra diferente, sólo la cambiaste por una nueva. Yo no deseo un Rey que pueda cambiar tan fácilmente, sino uno que sea justo, firme e inmutable cuando sea necesario-.


El quinto aspirante trajo dos mil rosas rojas y se las ofreció.

-Si tanto os gustan las rosas rojas ¿Por qué conformarse con una rosa roja si puedo entregaros miles?
-Porque sólo necesito un Rey, y no miles, mi estimado príncipe.

De este modo fue despachando a cada uno de los candidatos. La Corte empezaba a desesperarse. No encontrarían un Rey, si su actitud se mantenía.


El último de los príncipes que tuvo el valor de aproximarse a la princesa, le mostró la flor inmaculada. Se acercó más a ella, tomó su mano y se la devolvió:
- ¿No has podido transformarla?- su expresión era cautelosa.
- Ni tan siquiera lo intenté- respondió altivo el príncipe. Ella sintió como si la desafiara.


Ella estaba desconcertada y también algo desconcertada ante su inexpresivo semblante. Había un hecho que no encajaba ¿Había realizado todo el viaje para, simplemente, devolverle la rosa?


- ¿Cuál es el motivo de tu asistencia en el Gran Salón, entonces?
- Casarme con la princesa, por supuesto.


Aunque trató de disimularlo la sorpresa cubrió todos los rasgos de su rostro, por una fracción de segundo.


-Para ello debes transformar la rosa- dijo tercamente, intentando adivinar qué juego era el que aquel príncipe traía entre sus manos.
-Mi princesa- dijo utilizando el posesivo de manera especial- ¿para ganar tu corazón debo sacrificar una hermosa rosa? Tal vez lo hiciera por eso, pero no para ganar tu reino. ¿Acaso debe perecer mi rosa como la de los otros príncipes? ¿Ese es el Rey que buscáis? Que interponga sus intereses al de la “rosa”- acabó su frase en tono burlón.
-Ya demostré que no. No debes dañar la rosa- se indignó.
-¿Deseas entonces que me convierta en una mago, en un embaucador, un farsante, como los otros príncipes y trate de engañarte?- lanzó una sonrisa muy significativa al resto de los príncipes.
-No por supuesto. Todos ellos fueron rechazados.
-Entonces ¿por qué pides un imposible? ¿Por qué has provocado este revuelo?


Ella no quería responder aquella pregunta. Se sentía acorralada, y no le gustaba esa sensación. Además no sabía que pretendía realmente aquel extravagante príncipe y eso la tenía tan tensa como la cuerda de un arpa.


-De acuerdo, sino queréis dar a conocer vuestros motivos. Decidme entonces que clase de Rey queréis para vuestro reino, y sus súbditos.
-Acaso ¿queréis uno valiente?-
continuó.
-Sí.
-Aquí hay muchos valientes. ¿Queréis uno inteligente?
-Sí
-Aquí también los hay valientes y los habéis rechazado. ¿Deseáis que sea justo y honrado?
-Por supuesto
-También los había entre los presentes ¿Qué es lo que les fallaba, entonces?


La princesa realmente no lo sabía. Sólo sabía que no eran ellos. Ninguno había conseguido transformar su rosa. Su cabeza empezaba a ofuscarse. Estaba alterada y quería acabar con aquello de una vez.

-Tal vez ¿busquéis un Rey que os ame?
Finalmente no supo qué contestar a aquella pregunta. ¿Quién era aquel príncipe? Tan impertinente. Tan frustrada se sentía, que incluso estaba enojada.


-¿Es posible que “queráis uno que sea capaz de dar su sangre o su vida por su princesa y su reino?
Tras meditar durante un espacio considerable de tiempo, dijo:


-Sí.
-Pues ese soy yo
.


El perseverante candidato sacó un cuchillo de entre su ropa y se hizo un corte muy profundo en su mano izquierda. La princesa dejó escapar un grito ahogado y dio un paso atrás; pero él la sujetó con su mano sana. Aferró la muñeca de la princesa, y aproximó la rosa que ella aun conservaba en su mano. Tras lo cual dejó caer la sangre de su herida sobre los pétalos de la tan citada rosa blanca.


La princesa dejó escapar una lágrima cuando alzó su vista desde la rosa al rostro del príncipe y le suplicó que se detuviera, pero él no la escuchó, apretó su mano un poco más para que la sangre cayera más aprisa hasta que cubrió cada resquicio de la flor. Entonces aflojó la presión que ejercía sobre la muñeca de ella y la soltó.


Su llanto había empeorado sin que apenas pudiera percibirlo


- ¡Basta!- gritó.


El príncipe se apartó. Toda la audiencia estaba en silencio después del altercado. Ella sintió su ropa húmeda por el llanto y descubrió que sus ojos se habían convertido en ríos de lágrimas, que habían empapado por entero su vestido. En ese instante rasgó su salada vestimenta y vendó la mano herida del príncipe.
Él sonrió:


-Ahí tenéis vuestra rosa roja, “mi princesa


Ella se giró y la contempló. Era cierto. La rosa estaba completamente transformada.

La boda se celebró poco después.


Cuenta la leyenda que aquella rosa fue plantada nuevamente y que jamás se secó. Todas las rosas que la rodeaban se volvían rojas y en poco tiempo todo el jardín del palacio lucía carmesí, pero ninguna otra pudo, nunca, igualar el color de aquella sangrante rosa primigenia.


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

(De regreso de las vacaciones, que faltan que hacían eh?)

jueves, 23 de julio de 2009

TRAJE NEGRO Y PELO COBRIZO


Abrí la puerta y ahí estaba él, de nuevo. Con su traje negro y su pelo cobrizo, un tanto exagerado. Se notaba con claridad que era un llamativo tinte, y aunque al principio le pareció una excentricidad, había acabado por extrañar ese pelo cuando no lo veía.
Los síntomas volvían a aparecer, sin remedio. En cuanto lo veía; en el momento de tenerlo frente a ella, sus manos temblaban, sus piernas se aflojaban, el corazón se encabritaba, sudaba más allá de lo escandaloso y, para empeorar todo un poco más, se iniciaba ese desesperante tartamudeo. No le pasaba con ninguna otra persona, con ningún otro hombre. Era ridículo y vergonzoso.

Se miraron largo rato, como siempre. No hacía, ni mucho, ni poco que se conocían, pero desde el primer encuentro, la invadió una peculiar sensación que aun no la abandonaba.
Habían coincidido en multitud de lugares, el cine, el supermercado, la bolera, incluso, en la peluquería. Y en todo ese tiempo jamás habían cruzado una palabra. Bueno para ser exactos, él jamás había pronunciado una sola sílaba, aunque ella con su tartamudeo había pronunciado sílabas por los dos, pero eso tampoco ayudó en nada a la comunicación. Estaba segura que él pensaba que era tonta, más bien, que debía tener una tara mental.

Había consultado con varios médicos, porque no lograba obtener una respuesta satisfactoria para explicar su estado de ánimo. Probó distintos tratamientos, e incluso clases de relajación y yoga, en las que por cierto también se lo encontró. Pero nada conseguía, ni mejorar su situación, ni explicarla.

Fue por ello que acudió a los únicos en los que podía confiar, aquellos que mejor la conocían. Sus amigos. Aquí hubo unanimidad. Todos le dijeron que era evidente lo que sucedía y que dejara de gastar dinero innecesariamente. Ella estaba enamorada. Ahora todo le quedaba claro. Debía ser exactamente eso. No podía ser otra cosa.

Estaba enamorada del cobrador del frac. ¿O eran todos los síntomas por causa de las deudas que aun tenía, y no sabía como pagaría?

No, no, ella estaba convencida de que era amor, ahora que se lo habían confirmado sus amigos, ellos no podían fallar. No cabía error posible. Pero entonces, ¿lo estaba engañando con el director de su banco? ¿También estaba enamorada de él? Porque cada vez que la llamaba para hablar de su hipoteca temblaba tanto que hasta tenía ganas de llorar...




Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!

miércoles, 8 de julio de 2009

RAIN/BI SAD TANGO




UN POQUITO DE MUSICA PARA ACOMPAÑAR LAS TARDES DE CALOR, NO?

Mis amigos me llaman friki, porque escucho pop coreano, sí lo sé, así dicho suena muy duro, pero es que son malas personas, jaja.

En fin que para que puedan llamarme friki con derecho, les facilito la visión de este video, no sé si como cantante les motivará, pero como bailarín a mi personalmente me parece un crack.

"Que la sigan pasando rico" y estaré de vuelta con más cositas, sólo estoy en un periódo veraniego, es decir, más bien "agobiaita de calor" por estos lares, y con poca iluminación narrativa, pero dentro de poquito se me irá pasando!!!

Adiós: annyonghi kyeseyo

Hasta la próxima desconexión!!!!!

domingo, 28 de junio de 2009

PLUMA SECA


Había mojado la pluma cien veces aquella semana. Mejor dicho, había abierto el procesador de texto, unas cien veces esa semana, pero aun seguía latiendo frente a sus ojos aquel cursor, sobre el simulado lienzo blanco. Vacío. Estaba obsesionado, con el constante palpitar de aquella barra negra. Parecía que marcaba el pulso de sus latidos, que se reflejaban en sus muñecas.

No es que estuviera sin ideas, no era exactamente eso. Más bien, las ideas se agolpaban en su cabeza, de manera confusa, sin cuerpo, difuminadas entre la nebulosa del desánimo.
Todo lo que se presentaba ante su musa, parecía, ya dicho, aburrido, repetido, vacío.
Se sentía, por momentos, lleno de ideas desechables, por momentos, vacío.

No podía seguir así. Debía entregar una novela, y aun no había una sola letra que mancillara el blanquísimo folio electrónico. Los plazos se le echaban encima. No le gustaba trabajar bajo presión. Se sentía un fraude. Cuando se encontraba entre la espada y la pared, recurría a bajos trucos de escritor, frases emotivas, grandes palabras, que se sabían ganadoras, personajes esteriotipados, todo aun más vacío. No se dedicó a esto, para ser uno más. No lo hacía por dinero, ni por la fama, no le preocupaba el número de ediciones que pudieran tener sus novelas. Todo ello, tan emocionante al principio, había dejado de ser importante. Sólo quería poder llenar los folios en blanco con verdaderas historias, con palabras reales, con sentimientos no falseados. Quería poder volver a emocionarse a sí mismo.
Pero sólo había vacío.

Comenzó a sentir algo extraño en sus entrañas. Algo que subía desde su estómago. Las arcadas empezaron a aflorar, desde lo más profundo de su ser. El corazón se le aceleró sin motivo, no podía dejar de oír una extravagante canción en su cabeza, que hacía años que no escuchaba. Era una canción sin relevancia alguna, no significaba nada para él. Su cuerpo se descontrolaba. El corazón le latía cada vez más veloz, el estomago subía y bajaba en cada arcada. La cabeza no paraba de repetir el mismo estribillo estridente.

¿Podía ser un ataque de ansiedad? No estaba seguro, pero aquella sensación, lo obligaba a ponerse en pie, aferrarse el tronco con los brazos fuertemente apretadas, como si pretendiera tranquilizar sus espasmos a base de fuerza.
Empezó a boquear como pez fuera del agua. Debía tranquilizarse o aquello podía acabar con él. Se arrastró hasta la mesa de trabajo, y de nuevo se puso frente a su ordenador. Miró fijamente el maldito cursor, único culpable de sus estado, que lo había colocado en aquella situación insostenible. Lo miró con odio, con furia, con determinación. Lo miró tanta atentamente que acompasó su respiración a su continuo movimiento. Fue aflojando sus manos, aflojando su cuerpo, había dejado de escuchar aquella canción, sin apenas darse cuenta. Sólo veía el cursor. Desafiante.

De pronto lo comprendió todo. Las lágrimas rebosaron las líneas de sus ojos, su saliva se agolpaba contra su garganta. Aun quería decir tanto. Quería escribir sobre tantas cosas. Era el miedo al fracaso, el que lo paralizaba. No es que sus ideas fueran vagas, es que las miraba como lo haría un lector.

No. Esa no era su función. Él era escritor. Esa era la única verdad que requería. Sólo necesitaba escribir para estar bien. Debía volver a comenzar. Tenía que volver a su principio. A su pasión por colocar sus dedos sobre aquellas teclas negras, cuyo sonido lo acompañaba de día y de noche.
Que importancia tenía que la idea no fuera nueva, que necesidad tenía de demostrar que era el más original. Sólo necesitaba escribir, trasmitir en sus escritos, su pasión por lo que hacía. Su estilo, era propio. Su manera de llegar a tocar el alma con palabras, eso es lo que lo había hecho único. Esa era su fuerza. Esa era su razón de ser.

Suavemente levantó sus manos, colocándolas lentamente sobre las teclas, desgastadas. Respiró. Presionó lentamente las letras. No sabía que estabas escribiendo, sus ojos anegados de lágrimas no lo dejaban apreciarlo, pero no le importaba. No era lo que debía interesarle en este momento. Sólo quería sentirse nuevamente acompañado por esos sonidos, que le calmaban el interior. La historia, los personajes, el desenlace, todo, saldría solo.

Así había sido siempre, cuando disfrutaba con escribir. La historia le hablaba a medida que escribía, ella le pedía continuar, le indicaba la senda a seguir, era tan sencillo. Ahora no podía comprender, como se había alejado tanto de aquel camino. Tanto que, sus criaturas, sus creaciones le habían retirado la palabra. Pero los traería de vuelta. Sabía que podía hacerlo. Incluso, le parecía que ya escuchaba el eco de sus nuevas voces renovadas.

-Háblenme!!!- gritó, con una nueva sonrisa en su rostro

-Háblenme!!!
Mientras sus dedos presionaban enloquecidos el teclado, llenando con simulada tinta aquel folio en blanco que lo había perseguido desde hacía tanto tiempo.


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!

lunes, 15 de junio de 2009

LA DISTANCIA DE LAS LÁGRIMAS






A las 16.30 horas se marchó, dejando desconsuelo.
El calor se mezclaba con el frío de los corazones,
Todos abrasados por el hielo de la tristeza.

Tras de sí, lágrimas y duelo.
Recuerdos y amarguras, destellos de pesadilla
Inacaba lucha, con final pronosticado.

Tras de sí, desdicha y respeto.
Sollozos de silencio, que se encadenan en la nuez
Pesada carga que recae en los rasados ojos.

Tras de sí, una familia acompañada en su soledad
Desaliento respirado por los reunidos
Un dolor compartido por los que se quedan atrás.

Convulsos cuerpos, manos temblorosas,
Pésames, besos salados, y despedidas,
Impotencias sentidas en el pecho.

Y la distancia, se hace grande entre lágrimas
Y la distancia, se hace grande entre suspiros
Y la distancia, se hace grande entre lamentos
Y la distancia, se hace grande, y más grande, y más...




Es la entrada más triste que he tenido que hacer.


Se la dedico a un gran amigo, que está pasando por uno de los peores momentos de su vida. Sabes que estoy aquí para lo que necesites. No es mucho lo que puedo hacer pero al menos déjame acompañarte con palabras.
Muchos abrazos y besos cariño.

Hasta la próxima desconexión!!!!

miércoles, 3 de junio de 2009

CARTAS DE RECUERDOS





Levantó su rostro apartando los ojos del papel que sostenían sus temblorosas manos. Su expresión era algo que no podría definirse con palabras. El desconcierto se desbordaba de su mente, deslizándose entre los pliegues de su razón. No lo podía creer. No podía comprender. No podía perdonarse. Se sentía miserable, triste, asustada. Decepcionada de sí misma. Él debía estar tan dolido. Tan resentido. Cómo había conseguido seguir adelante, a su lado. Era tan horrible haber olvidado todo aquello. Sus recuerdos se iban borrando, se esfumaban de su cabeza, como si se arrancaran las hojas de un libro. En poco tiempo sólo quedarían las pastas de cartón, huecas. Como ella.
Iba a sumirse en la desesperación, cuando se dio cuenta que no tenía demasiado tiempo. Cuánto duraría este momento de lucidez. Necesitaba darse prisa. Mucha prisa. Debía recompensarlo. Debía decirle que lo amaba sólo a él, antes de que su enfermedad le robara de nuevo su amor. Antes de que le quitara su primer encuentro, su primer beso, su primera noche, sus peleas, sus reconciliaciones, sus abrazos.


Él llegó a casa. Se debatía entre el deseo de verla, de poder sentirla cerca, y el desgarro que le producía que lo confundiera con otra persona, incluso con otros hombres que habían estado en su vida antes que él. Cuándo, alguna mañana tras el desayuno le decía lo mucho que lo amaba, realmente ¿a quién se lo decía? Se le dañaba el alma sólo de pensarlo. Pero no podía dejarla.
Cruzó el umbral de la puerta, con su sonrisa colocada en los labios. Sus ojos se encontraron con una imagen sorprendente y hermosa. Todas las paredes de su casa estaban cubiertas con su pequeña letra. Sus trazos le traía de vuelta la mujer de la que se había enamorado. Cada una de esas hojas apresaba uno de los recuerdos compartidos. No los había olvidado, solamente no podía recordarlos, pero seguían allí, dentro de ella. Como también estaban dentro de él.
Se detuvo en cada una de sus palabras, dejando que le invadiera aquella sensación olvidada y dando aliento a su maltrecho corazón.
De repente algo lo sacó de su entusiasmo. ¿Dónde? ¿Dónde estaba ella?


La última carta estaba sobre la mesa de la cocina, doblada y vuelta a doblar. Era su tierna despedida. Húmeda, porque las lágrimas habían hecho mella en alguna de sus redondas letras.

Mi amor, tengo miedo. No sé hasta cuando dure este instante de amarga felicidad, que me ha hecho revivir. No quiero que veas como desaparezco en vida, es como si de mí sólo quedara el envoltorio pero no hubiera nada dentro. No es justo para ti, y no puedo soportar la idea de hacerte daño. Sólo quiero que sepas que los momentos que vivimos existieron de verdad y que eres tú lo que más anhelo retener, lo que más me duele dejar. No vengas tras de mí, déjame creer que mis palabras te acompañarán, porque ellas son lo único que puedo ofrecerte, sin dañarte.
Siempre te querré…


El escrito parecía inconcluso, un trazo de bolígrafo se extendía desde la última “e”, como si no hubiese podido recordar a quién iba dirigida aquella carta…...
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Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!
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PD Ya estoy de vuelta. Quiero pasarme por todos vuestros blog, tenedme paciencia que estaré al día enseguida!!

domingo, 17 de mayo de 2009

PAÑUELOS HÚMEDOS


Sus ojos estaban rojos e irritados. No había parado de llorar y lagrimear desde que se levantó en la mañana. Decenas de pañuelos de papel decoraban los estantes, los sillones la mesa de estudio, el baño. Podía decirse que era un complemento más de una absurda decoración. Su nariz moqueaba constantemente, no podía controlarse. Inclinaba su cabeza y miraba al techo solamente con objeto, de contener sus lágrimas y detener su nariz. ¡Dios! Le dolía todo el cuerpo. Su cabeza estaba abotargada y sus oídos parecían haber perdido su natural agudeza. No estaba sentada en un sillón, estaba derrumbada en él. Con las luces apagadas de la sala, se sentía morir.


¿Cómo era posible? Todo había pasado tan rápido. Hacía dos días vivía tan tranquila sumida en su rutina diaria y ahora estaba... así. Indefensa, incapaz. No deseaba ni tan siquiera levantarse para llamar por teléfono para encargar una pizza. ¿Comer? No gracias.
Y lo peor eran los ataques, cuando empezaba no podía parar. Quedaba exhausta. Sí.

Estos estornudos acabarían con ella. Cuando estornudaba por primera vez, ya no pararía hasta pasados cinco largos minutos. Parecía que su cabeza acabaría estallando.
¿Dónde demonios había cogido ese tremendo enfriamiento?


Hasta la proxima desconexión!!!!!!!

domingo, 10 de mayo de 2009

UNA SENTENCIA DE MUERTE


Todas las luces de las habitaciones estaban apagadas. La casa se sumía en una voluntaria y absoluta oscuridad. Solamente la llama de una única vela lanzaba extraños reflejos sobre las paredes del salón.
Extrañas sombras, con forma de demonio, como los que poblaban su mente aquella noche. Otra de las tantas noches, que aguardaba en silencio. Aferrando entre sus manos aquella prenda que él le había regalado al poco tiempo de conocerse. Aquella prenda que fue el primer gesto de amor que le brindó. La que le hizo albergar la esperanza de poder llegar a su frío y duro interior.

En aquel entonces aun no sabía que ese corazón en el que deseaba abrirse paso, sería el mismo que la obligara a pasar aquellas terribles e interminables noches en vela, esperándolo, confiando en su temido regreso.

Cada vez que debía partir sentía como la sangre se le quedaba congelada dentro de ella, estática. Porque cada vez que él salía a trabajar, algún otro no volvería a hacerlo nunca más. La aterraba tanto la posibilidad de cruzarse con la próxima víctima, conocerla, que fuera un típico padre de familia, con el que alguna vez, mantuviera una insignificante conversación en un ascensor, o en el mercado... Pero aún más la hacía sentirse enferma, casi como una moribunda, que fuera él quien no regresara, alguna de aquellas siniestras noches. La, siempre presente, posibilidad de no poder volver a abrazar su espalda llena de pequeñas cicatrices, de colocar sus manos sobre sus mejillas y mirarlo tiernamente a los ojos, esos ojos negros, como lo era su interior, en ocasiones. Esos ojos que la hacían estremecerse, cuando la miraban al volver a casa.

Estaba tardando demasiado. Ya debía estar de vuelta
-¿Estará herido? ¿Habrá muerto?
Eran las mismas preguntas de siempre, y el mismo silencio por respuesta.

-“Parece que ser hasta la mujer de un asesino tiene su propia rutina”- pensó.

En aquel momento, la puerta del salón se abrió sigilosamente, pero no entró nadie. Solamente una bala cruzó la estancia cortando el aire, hasta chocar, dolorosamente, contra su carne, a la altura de su estómago, introduciéndose en él, como las manos se introducen en un recipiente de agua caliente. Esa fue la sensación que tuvo, en aquel momento.
-“Así que es esto lo que se siente”- y cayó de rodillas al suelo.

Sentía que la vida se le agotaba con cada gota roja que escapada de su vientre, ensuciando el suelo.
Un extraño hombre se acercó a ella, y colocó su arma a la altura de su cabeza. Ella lo miró firmemente y sonrió. Pudo sentir la turbación del asesino.
-“No me preguntes por qué sonrío. Mañana, cuando volvamos a encontrarnos no tendré necesidad de decírtelo”Tras el estruendo de la detonación otra bala se incrustó en su cráneo.


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!

domingo, 12 de abril de 2009

LA CEREMONIA


Caminaba en silencio, con la mirada baja, por la nave central de la Iglesia. Sus pies avanzaban sin vacilar hacia el altar, arrastrándose por el suelo de mármol. El silencio que respiraba ensordecía sus oídos. Podía sentir cada latido de su corazón reflejado en las convulsiones de sus sienes. Estaba tan nervioso que pensó que sus ojos, se nublaban por la tensión, hasta que descubrió, resbalando una lágrima hasta su barbilla, que se precipitó contra el suelo.

Se detuvo un momento, como si aquella gota cristalina, fuera un inmenso océano, que atravesar.

Levantó su rostro y divisó al Obispo aguardándole al final del camino. Aquel Obispo que lo había bautizado, él que le otorgó la primera comunión, él que lo había visto crecer. Y se obligó a avanzar por encima de su particular obstáculo .

Llegó al altar y se arrodilló frente a él. Le entregó la vela encendida que lo había acompañado en aquel camino y el clérigo le hizo las preguntas destinadas a sus votos, mientras ayudaban al ordenante a ponerse el hábito que estaba esperando por él.
Cuando lo posaron sobre su tembloroso cuerpo lo sintió rígido, extraño, opresor, pesado, tremendamente pesado, como si estuviera hecho con cemento, inflexible.
Sus rodillas se hundían en el suelo de la Iglesia, sus hombros se cernían sobre su propio pecho, aprisionando su respiración.

Comenzó de nuevo a llorar, pero esta vez no fue una única y escasa lágrima.

Levantó la vista al cielo de su templo y suplicó. Suplicó ver aparecer a aquella mujer que lo había arrastrado a este destino, y que ahora cruelmente lo alejaba de él.
El Obispo volvió a repetir, con voz llena de impaciencia, las preguntas que no encontraban respuestas.

El joven dejó caer su cabeza entre los hombros cediendo a la presión que aquel hábito ejercía sobre su cuerpo, su mente, y sobretodo sobre su corazón.

La ordenación había terminado.


Hasta la póxima desconexión!!!!!!!!!!!!

jueves, 9 de abril de 2009

UNA FRASE DE CINE



Como todos, los que me leéis, sabéis soy bastante aficionada al cine (aunque últimamente no encuentre tiempo para ir, tengo que solucionar eso...) de hecho cuando escribo mis relatos, los visualizo como pequeñas escenas cinematográficas. Otro de los motivos, por el que el cine es importante para mí, es porque es una fuente para encontrar frases o momentos, que muevan algo dentro de mí.

Anoche vi, In The Mood For Love, ("Deseando Amar" fue como se tradujo en España) es una película de Kar Wai Wong de 2002 (independientemente de que la recomiendo a todo aquel que tiene alguna consideración por el cine asiático, ésta es una película de calidad)

Al final de la misma se dice la siguiente frase (no os preocupéis, no conoceréis el final sólo por leerla):


ÉL RECUERDA AQUELLOS AÑOS COMO SI MIRARA A TRAVÉS DEL CRISTAL DE UNA VENTANA CUBIERTA DE POLVO. EL PASADO ES ALGO QUE PODEMOS RECORDAR PERO NO TOCAR Y TODO LO QUE SE RECUERDA ES BORROSO Y VAGO.


La transcribo aquí porque me pareció de las más bellas y verdaderas que he escuchado en bastante tiempo



(Estas dos canciones son parte de la banda sonora de la película)

Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!

viernes, 3 de abril de 2009

MORIR O RENACER (ELEFANTE)

QUE LES PARECE ALGO DE MÚSICA PARA TERMINAR LA SEMANA!

Espero que les guste (ya saben mi música, casi siempre, en español)

martes, 31 de marzo de 2009

EL TIEMPO ENTRE EL PERRO Y EL LOBO


Ya estaba anocheciendo (el tiempo entre el perro y el lobo) Había sido un día desapacible, el viento golpeaba los cristales, lamentándose.

Acababa de firmar la sentencia contra aquel violador. Aquel ser horrendo y miserable, que tenía a sus espaldas más de cuarenta violaciones. Algunas de sus víctimas habían sufrido su ataque en dos ocasiones diferentes, aquel siniestro engendro.

Se levantó de su silla de piel y se quitó la toga. A veces le gustaba tenerla puesta cuando cogía su pluma negra, para firmar sus resoluciones, éste era unos de esos momentos. La colgó en la percha de pie que tenía en una esquina del despacho, y dejó que su cola se desenroscara. Aquella cola fina y enérgica que terminaba en punta de flecha. Estiró todo su fibroso cuerpo, totalmente entumecido. Miró por encima de su hombro al escritorio y vio aquella tarjeta celeste sobre su portátil.

-Hay ocasiones en que los dos bandos estamos de acuerdo.

Y sonrió torciendo la comisura de sus labios, mientras rascaba su oreja con la punta de su cola.


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!

sábado, 14 de marzo de 2009

CARTA: DIVAGANDO (VER LO INVISIBLE)


Nunca tuve la oportunidad de saber si me parecía a mi madre o a mi padre. No sé si mis ojos son azules, o marrones, si mi pelo es negro o rubio, o incluso si es largo, corto, o me he quedado calvo de forma prematura. Y no, no es que sea ciego, es que soy un hombre invisible. Y por tanto no conozco mis rasgos, ni mi apariencia física. Es más ni tan siquiera sé si estoy vestido. Imagino que no. Que necesidad tendría un hombre invisible de ir vestido.
Aun no sé como sobreviví todo este tiempo.

Nací de lo que diagnosticaron a mi madre como un parto psicológico. Sí claro, no se veía nada en las ecografías, debía ser todo cosa de su mente. Deseaba tener un bebé más que nada en el mundo.
Ella, sabía que algo crecía dentro de su vientre, que no era imaginario el amor que me tenía. Pero debía pelear contra todo. No acudió al hospital, después de aquello, y el parto, menos mal, sin complicaciones, tuvo lugar en el baño de casa.
Ella no podía verme, pero algo empujaba por salir de su interior, y una especie de vacío estaba rodeado de sangre, cuando todo aquello terminó.

No me pregunten, como me dio de mamar en aquella época, pues no guardo recuerdos tan tempranos, pero lo único que puedo suponer, es que tal vez los ojos de mi madre, fueran los únicos que pudieran vislumbrarme. Siempre supo cuando la espiaba, donde estaba, y si era el culpable de alguna travesura.

Sus amigos la miraban raro, e incluso algunos murmuraban a sus espaldas, pero a ella no parecía importarle. Nunca conocí a mi padre, pero aquello, no me importaba a mí, porque como se puede conocer a un hombre invisible, auque esta vez cuando digo invisble, no me refiero a mí, salí de la vida de mi madre poco después de creerla loca, con lo del embarazo.
Cuando ella me dejó, no demasiado tarde para mi gusto, fue cuando realmente me sentí invisible.
He visto muchas películas sobre mi “especial situación”, lo cierto es que la subida del precio de los cines es algo que no me afecta en absoluto, así que puedo aprovechar para disfrutar de una de mis grandes pasiones. Pero no nos desviemos del tema.
Como decía, he visto la versión que la gente “visible” tiene de la invisibilidad. Imaginan, que espiamos, sus intimidades, se creen que todos los invisibles somos unos “salidos”.
Digo todos, aunque no he conocido a ningún otro. Por desgracia entre nosotros tampoco podemos vernos, pero escuché rumores al respecto. Era un gran misterio saber si era único en mi especie o tenía algún compañero de fatigas, aun no lo puedo saber a ciencia cierta.
En fin, que es desconcertante, que en todas las películas se nos acuse de locos desalmados, que al ser invisibles nos creemos que no debemos responder por nuestros actos. A mí no me educaron así.
También debo decir que es muy molesto, que nos confundan con fantasmas, por favor, aun no he visto a ninguno, pero me han hecho de todo para exorcizarme. Brujas timadoras, curas parlanchines, iluminados, todos con su agua bendecida, ¿qué pretenden que me dé una gripe?, porque aparte de eso, no sé...

Sí, a veces confieso que hago travesuras. Una vez le limpié a mi vecina la cocina, y estuvo dos meses preguntando a toda su familia quien había conseguido arrancar la grasa de los quemadores, jaja. Bueno, no es una travesura muy grande, pero tened en cuenta que siempre que se os despareje un calcetín, o se os pierdan las tijeras, o incluso que el alambre del “Pan Bimbo” que habíais colocado sobre la mesa, desaparezca, es que me siento travieso, o aburrido, o sólo porque, ¿alguien alguna vez abrazó a un hombre invisible? ¿Alguno de ustedes, acarició mi mejilla? O tal vez ¿limpió mis lágrimas?
¿Pensaron en algún momento lo frío que se siente el mundo, cuando uno es el hombre invisible?


Hasta la próxima desconexión!!!!!!!!!!!!!!!!!!

miércoles, 4 de marzo de 2009

ROJO SOBRE NEGRO



Era el último. No había nadie más. Su linaje se extinguía. Su forma de pensar, de actuar, de luchar, todo estaba obsoleto. Al menos eso es lo que le decían día tras día. Estaba anclado en el pasado. Con quién podría ahora medir su valor, su coraje, su honor. Que honor le quedaba, siendo el último, siendo el solitario bastión que nadie admiraba ya. No le quedaba nada. Ni la lucha, ni el reconocimiento, ni la sabiduría lo había preparado para aquello. Un samurai. El último samurai. Un vestigio de lo que había sido una orden poderosa, valorada... Estaba realmente sólo, la vida había sido injusta con él. No le proporcionó la muerte valerosa que se deseaba. Ahora sólo le quedaba un camino. Sólo había una manera de conservar el honor y acabar con aquella existencia, que era más una "resistencia".


Estaba arrodillado frente a una pequeña mesa de madera, se sentó sobre sus propios pies, y rezó. Su kimono se ceñía a su cuerpo, era parte de él, lo había usado durante toda su vida, pocas veces se vio en la necesidad de usar otra ropa, y se sentía, como si su ser se quisiera salir de su cuerpo.


Levantó la vista al frente, la katana estaba colocada frente a él, amenazante, implacable, resuelta y brillante, como la luz que se encuentra al final del túnel o en el jardín donde las almas pasan el resto de su existencia. El arma, lo señalaba sin posibilidad de apelación. Su frío llegaría pronto a su cuerpo y aliviaría el calor que en sus entrañas se posaba cada mañana, al abrir los ojos a un nuevo día.


Este era el momento. Lentamente, casi como si disfrutara con ello, se acercó y sintió la afilada punta en su estómago. Aferró con ambas manos la empuñadura y vaciló el tiempo justo para que en su cabeza entraran las imágenes de su vida que quería llevarse con él allí donde fuera.


Y empujó! Sus ojos se abrieron y se acristalaron a medida que la sangre resbalaba por el filo de la Katana, empapando su usado kimono, y formando un charco de sangre a sus pies, se tornaron opacos.


Rojo sobre negro.


-Ah!!!!!!!!!!!!!! Socorro!!!!!!!!! Ayuda!!!!!!!!!!! Que venga alguien!!!!!!!! El paciente de la 209, se ha apuñalado!!! Que venga alguien!!!!!...


-¿Cómo es posible que consiguiera un cuchillo, en el ala psiquiátrica del hospital?


-Os dije que seguirle el juego con eso de ser el último samurai no era la mejor terapia.


-Cállate! No digas tonterías. De todas formas todo lo que intentamos no funcionó tampoco... Estaba convencido de que era el último samurai.


-A quién le importa... No tenía familia que lo reclame, ¿verdad?


-No. Nadie.


-Pues dejad de preocuparos. Tomemos un café antes de la última ronda. Que tanto olor a sangre me ha puesto el estómago del revés.


Hasta la proxima desconexión!!!!!!!!!